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ANÁLISIS
Escribe Ricardo Alonso: Doña Ascensión y la minería
MINING PRESS/El Tribuno
05/07/2020

RICARDO ALONSO*

Ricardo Alonso

Salta tiene una deuda de honor con una mujer singular que dejó una huella profunda. Su biografía es rica y extensa como los avatares que le tocaron vivir. Y también por el tesón con que enfrentó los obstáculos que le deparó el destino. Debemos al periodista e historiador Roberto G. Vitry una detallada semblanza en su insuperable libro “Mujeres Salteñas” que reúne algunas de las vidas de las principales mujeres que dio la tierra de Salta y de sus obras en todos los campos del quehacer social, económico y cultural.

Ascensión Isasmendi y Gorostiaga (1817-1910), nació en la hacienda de Colomé, en Molinos, provincia de Salta. Era hija de don Nicolás Severo de Isasmendi y Echalar, el último gobernador realista de Salta, y de doña Jacoba de Gorostiaga. Su padre era gobernador de la Intendencia de Salta cuando se produjo la revolución de mayo de 1810 y fue depuesto de su cargo,  encarcelado y enviado con grillos a Buenos Aires. Cuando pudo regresar se aisló en Molinos, donde vivió apenado y a veces perseguido, hasta su muerte ocurrida el 16 de diciembre de 1837. Ascensión tenía entonces 20 años y tuvo que hacerse cargo de algunos de los temas familiares. Alrededor de 1840 se casó en el doctor José Benjamín Dávalos de Molina (1817-1867), un joven de su misma edad, con quien tuvo cuatro hijos varones y una hija mujer.

El doctor Dávalos fue elegido gobernador de Salta en 1866, pero no pudo terminar su mandato ya que falleció un año después, a los 50 años de edad, el 27 de mayo de 1867. Viuda y con cinco hijos huérfanos tuvo que hacerse cargo de su finca en Molinos, especialmente de los viñedos. Con gran sentido empresario decidió ampliar la cantidad de sus plantaciones de viñas y obtener vinos de la mejor calidad. Esto fue logrado con mucha fuerza, tesón y sacrificio al punto que sus vinos “Colomé” fueron recomendados y enviados a Europa por el presidente Bartolomé Mitre, donde, los entendidos de la época ¡los calificaron como los mejores que se producían en la Argentina! En 1871 se realizó la Exposición Nacional de Córdoba que organizó el presidente Domingo F. Sarmiento y en donde los vinos Colomé de doña Ascensión se llevaron la medalla de oro.

Esta medalla se conserva en el Cabildo Histórico de Salta. Todos los historiadores coinciden en que esa exposición marcó un verdadero hito en la agro-industria argentina. Doña Ascensión fue la abuela del famoso escritor Juan Carlos Dávalos y bisabuela del poeta Jaime Dávalos, y todas sus respectivas familias, los cuales descienden de uno de los hijos de doña Ascensión, el doctor Arturo León Dávalos Isasmendi. Juan Carlos Dávalos, la retrata en uno de sus libros, “Estampas Lugareñas”, como la señora Láinez. Doña Ascensión tuvo además un rol de benefactora y ayudó con generosas donaciones a la construcción del Hospital del Milagro y la Catedral de Salta. También colaboró con los misioneros franciscanos que se establecían en el Chaco.

Otra faceta de su ayuda al prójimo tuvo que ver con su dedicación a la instrucción de los pobladores del Valle Calchaquí, especialmente en la región de Molinos, a quienes les enseñaba a leer, escribir y operaciones aritméticas con un método nemotécnico de su invención. Por todo ello Ascensión se destaca como  bodeguera, educadora y filántropa. En su honor se embotella un rico vino tinto, el “Doña Ascensión”, de la bodega Tacuil. Una faceta menos conocida fue su rol como empresaria minera. Ello le venía de su padre que había explotado la mina de oro de Incahuasi al sur del salar del Hombre Muerto y también las minas del cerro Acay.

Estas minas fueron previamente trabajadas por los indígenas antes de la llegada de los españoles y más tarde por los jesuitas. Isasmendi encomendó la gerencia y explotación de las minas a don Diego Thames. Es interesante un dato poco conocido y es que en 1804, Isasmendi emprendió un viaje a España y llevaba entre sus pertenecías un cargamento de metales de sus minas, seguramente oro de Incahuasi y plata del Acay, junto con “lana” de vicuña.

La nave en que viajaba fue atacada en alta mar por los corsarios ingleses quienes se apoderaron de todos los bienes valiosos incluidos objetos personales, dinero y documentos. Isasmendi fue tomado prisionero y lo condujeron hasta Londres. Una vez liberado viajó a España y más tarde, en 1807, regresó a Salta. Doña Ascensión, al igual que su ilustre padre, además de los viñedos estaba interesada en la explotación minera. Para ello solicitó en el viejo registro de minas de Salta dos pertenencias de boratos en la parte sureste del salar del Hombre Muerto, que entonces, a fines del siglo XIX, formaba parte íntegramente de la región de Molinos.

Las minas fueron “La Calchaquina” y “La Providencia”, de 900 hectáreas cada una. En el juicio testamentario de doña Ascensión Isasmendi de Dávalos (Expte. N° 4.700, Juzgado Civil, 2da. Nominación, Salta), incluye como bienes de la causante: “Los campos de “Hombre Muerto” y “Ratones” y las Borateras “La Providencia” y “La Calchaquina” ubicados –dice- en la Gobernación de Los Andes (antes Provincia de Salta, Departamento de Molinos, Departamento de Tacuil), dándose los siguientes límites: Este, cadena de montañas que delimita actualmente la Provincia de Salta del Territorio de Los Andes; Sud, línea amojonada por el agrimensor W. Hessling que divide los derechos a la Sucesión Lavin; Oeste, la Cordillera de los Andes; Norte, la línea a establecer con la sucesión Ricardo Isasmendi en cuya área están comprendidas las Borateras La Calchaquina y La Providencia compuestas de 900 hectáreas cada una, o sea un total de 1.800 hectáreas cuadradas”.

En 1907 se publicó el trabajo minero elaborado por el sabio alemán Fritz Reichert relacionado mayormente con las borateras y en menor medida con depósitos metalíferos, oro, azufre y carbonato de sodio. Entre las borateras reconoció los salares de Diablillos, Ratones, Hombre Muerto, Pastos Grandes, Antuco, Cauchari, Rincón y Salinas Grandes. Entre las numerosas y valiosas observaciones, se cuenta con el testimonio concreto de la explotación de boratos en el sur del salar del Hombre Muerto por doña Ascensión.

El dato cobra relevancia porque demuestra que desde siempre los trabajos mineros en el salar del Hombre Muerto fueron realizados por salteños y es por esa y otras múltiples razones históricas y jurídicas que Salta reclama con justicia esos territorios, que fueran erróneamente divididos durante el desmembramiento del Territorio Nacional de Los Andes en 1943. Dice Reichert (1907, p. 24), “No existe más que una casa habitada y es la construida por la señora Ascensión I. de Dávalos en la vega de Hombre Muerto, formada por tres pequeñas piezas de piedra.

Esta casa fue levantada hace dos años y era ocupada por los tres peones que trabajaban a la sazón en las borateras, cuando venían de ella a la vega. Mayor información sobre el tema puede consultarse en el libro del autor (Alonso, R.N., 2010. Historia de la Minería de Salta y Jujuy, siglos XV a XX. Mundo Gráfico Editorial, 332 pág. Salta). Con fecha 14 de febrero de 1901, Waldino Riarte, en su carácter de Escribano de Gobierno encargado del Registro de Minas, se dirige al Ministro de Hacienda Dr. David Saravia, y por su intermedio a don Pío Uriburu, Gobernador de Salta, para elevarle el listado de 391 expedientes correspondientes a cateos de exploración y pertenencias mineras, que habían sido iniciados hasta el año de 1899.

Allí figuran propiedades, en Molinos, de Ascensión Isasmendi de Dávalos, Arturo Dávalos, José Dávalos, Ricardo Dávalos, José Benjamín Dávalos, José Dávalos Isasmendi y otro. Ello demuestra el interés de los Dávalos en la minería de la región. Indalecio Gómez (padre), también de Molinos, explotó las minas de plata en el volcán Antofalla, las que habían sido trabajadas a mediados del siglo XVIII por los jesuitas. El dato es mencionado entre otros por Estanislao Maldones (1899) quién dice: “En la hoya de Antofalla, el finado señor Indalecio Gómez, explotó con éxito una mina de plata” (p. 24, nota 1).

 Este dato demuestra una vez más que las minas de boratos del sur del salar del Hombre Muerto por parte de Ascensión Isasmendi de Dávalos; las de Incahuasi, también al sur de dicho salar por parte de su padre Nicolás Severo de Isasmendi; y las de Antofalla por Indalecio Gómez, fueron siempre explotadas y poseídas por salteños, lo que da argumentos válidos en la discusión del irresoluto límite de Salta y Catamarca en la Puna. Doña Ascensión designa a su hijo José Benjamín Dávalos para que se haga cargo del testamento que firma el 20 de septiembre de 1900. La venta de las propiedades de boratos es encargada al Sr. Luis J. Zegers de Fomento Minero de Buenos Aires quien llega a un preacuerdo con el banquero Benberg.

Finalmente por una desinteligencia sobre la financiación de un potencial ferrocarril minero la operación no se concreta. Ascensión falleció en Colomé un 7 de mayo de 1810 a los 93 años. Curiosamente y paradoja del destino, esta mujer minera en una época exclusiva de hombres, falleció el mismo día en que hoy se festeja el Día de la Minería en razón de la Asamblea de Mayo de 1813.

*Doctor en Ciencias Geológicas


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews