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DEBATE
Escribe Daniel Bosque: El periodismo en los tiempos del cólera
14/05/2014
Mining Press/EnerNews

 (Por Daniel Bosque *) Mi Tío Arturo supo revolucionar a la familia al convertirse, ya grande, en radioaficionado. Un día, en su garage reconvertido en centro de comunicaciones, me mostró que estaba hablando, simultáneamente, con un colega de Guatemala y otro de Taiwan.La regla de oro es no tocar temas de política, sexo o religión”, sentenció.

Mucho he recordado esta historia en estos tiempos coléricos en los cuales, con tal de no perder amigos ni contertulios, me he dedicado a contar lo poco que llueve en San Juan o lo bien que cocina mi novia, además del inevitable "check list" de achaques que forman parte de cualquier conversación que se precie de tal con mis contemporáneos.

Cada tanto, a la bici cerebral se le suelta la cadena, uno pisa el palito y la conversación comienza a orbitar locamente en torno a la letra K, que antes de esta década sólo inicialaba palabras escasas como kiosco, kilogramo o kilombo (sobre ésta última la doctrina no es pacífica, algunos disidentes la prefieren con Q).

Evitar la trampa de la discordia no es sencillo. Aunque a veces nos priva de momentos entrañables de la vida, como reuniones familiares o fiestas de fin de año. Así como no nos parecemos todos los que salimos del mismo vientre, desde Caín y Abel no hay ADN que garantice en la misma prole similares simpatías.

Fuera de la amada familia, el paciente de un dentista, presa del pánico frente al torno, jamás osará sacar semejante tema por más que le tiente la curiosidad. Con jefes, psicólogos, el mecánico de tu auto y quien va a sepultar a nuestra madre podemos mantener la misma incógnita. El chino del supermercado, ya se sabe, no es ni K ni anti K, sólo queremos de él la tranquilidad de que no apagará la heladera de los lácteos.

Menos fácil, muchísimo menos, le resulta el camouflage político a un periodista, hoy y aquí. Hasta los colegas deportivos, desde que el futbol es Para Todos, han quedado inmersos en lo que alguien llamó “la batalla cultural”.

Recuerdo el cruce picante entre dos compañeros de redacción allá por el ’86. “Yo soy peronista antes que periodista”, dijo uno. “Yo lo mismo, pero al revés”, retrucó el otro. Los dos eran ya veteranos y hoy ninguno vive. Pero informadores, jóvenes y no tanto, zamarrean cada día del 2013 esta remanida dialéctica entre la identidad política y el ejercicio de nuestra profesión. Con una artillería cada vez más pesada, que comenzó siendo entretenida pero que ya está comenzando a cansar al personal.

Desde los albores de nuestra Patria ha sido imposible ponernos de acuerdo entre compatriotas. Y mucho me temo que el negocio de los poderosos es ese: que no tengamos un imaginario común, ni por las tapas.

Leí en estos días que reuniones tradicionales de periodistas ya no se hacen para evitar climas y mensajes de confrontación. Es una pena, sobre todo para los que pensamos que la única carta de identidad de esta sufrida y generalmente mal pagada profesión es el respeto a la verdad y el aprecio a la propia dignidad. Esas dos cualidades que cada uno elige o no como compañeras al pulsar cada tecla de una crónica.

* Periodista


 

El Día de Periodista recuerda el 7 de junio de 1810 en que la Primera Junta publicó la primera edición de la Gaceta de Buenos Aires bajo la dirección, en las sombras, Mariano Moreno. Mezcla de diario partidario y registro de los actos de gobierno de los revolucionarios de Mayo, en 1821 se convertiría finalmente en el Boletín Oficial.

 

 


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