VICTOR GOBITZ*
El título hace referencia a esa sensación o remembranza tenue, de haber experimentado un hecho similar en el pasado. Otros lo entienden como una suerte de ciclo infinito, donde las personas y las sociedades estaríamos destinadas a repetir y repetir experiencias símiles.
Los acontecimientos recientes en nuestro país, como la disolución del Congreso; la condenable violencia física y verbal contra funcionarios públicos, electos por voto popular; y la posición binaria de cierta prensa “ilustrada”, condescendiente con el poder e intolerante con la oposición, me llevan a esta reflexión: Déjà Vu.
Nuestro nivel institucional no ha alcanzado aún madurez plena para discutir e implementar una agenda común; y lo estamos viendo a nivel local, en la forma de relacionamiento de algunas Comunidades Campesinas; a nivel regional, en las acciones violentas e ilegales promovidas por algunas autoridades regionales; y a nivel de autoridades nacionales, huelga reiterar los ejemplos deplorables.
Podríamos hablar de similitudes y diferencias respecto a lo que nos aconteció en el año 1992, pero me permito una digresión para remontarme hasta la década de los 70’ y específicamente a recuerdos escolares en mi colegio antiguo, que fuera construido en el año 1930 con dos alas que separaban a sus alumnos por género; pero que en mi época, felizmente, devino en educación mixta y obligó a replantear su arreglo arquitectónico, esta vez en: primaria y secundaria.
Esta nueva disposición le permitió en una ocasión a nuestro Director explicarnos de manera sabia y didáctica el concepto de madurez. Para ello, nos llevó al segundo piso, para que apreciáramos con mayor perspectiva, cuán distinta era la hora del recreo en los patios de primaria y secundaria. En la primaria jugábamos al fulbito todos contra todos y la verdad es que lo más importante era patear la pelota, sin importar si era a favor o en contra; en cambio, en la secundaria se apreciaba una marcada evolución, para empezar no todos jugaban fulbito y los que lo hacían, estaban organizados en dos equipos y cada integrante tenía un rol bastante bien definido.
En aquellos años escolares vestíamos uniforme único; se hablaba con pasión de la Reforma Agraria; se promovían empresas públicas, casi todas con el rótulo final Perú; se leía en los diarios la expresión de un gobierno “revolucionario, humanista y no alineado” y porque no decirlo, en la Parada Militar anual se hacía evidente que nuestro país venía adquiriendo vehementemente armamento ruso.
Pero debo culminar la digresión y retomar el tema de actualidad, y para ello busco una figura pública vigente, que sea un símil del Director de mi apreciado colegio; una figura señera, orientadora y convocante.
En resumen, un estadista, que nos ayude a visualizar en la perspectiva correcta y que desde luego, promueva una agenda nacional que discuta y logre consenso, acerca de cómo alcanzaremos una madurez institucional plena.
Nuestra búsqueda de dicho estadista todavía no ha sido fructífera, pero mantengo el optimismo; en tanto, espero que suene el timbre para que culmine el recreo.
*Gerente General de Buenaventura