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ANÁLISIS
Escribe Alonso: Harina de basalto y otras agro-rocas
MINING PRESS/ENERNEWS/Tribuno
21/12/2020

RICARDO ALONSO*

Ricardo Alonso

Las cosechas hacen que los suelos vayan perdiendo su capacidad productiva. Los cultivosextraen del suelo elementos químicos esenciales que deben reponerse. Hay dos manerasbásicas de hacerlo, una a través de rocas y minerales que se encuentran en la naturaleza, obien a través de la fabricación de sustancias químicas donde interviene el genio del hombre.

Sumado a los elementos claves para un crecimiento sano de los vegetales como el nitrógeno,potasio y fósforo (“Triángulo NPK”), son necesarios otros elementos y minerales en cantidadesdiversas. Esos elementos comprenden azufre, boro, cobre, manganeso, calcio, magnesio,hierro, etcétera, que provienen de los llamados “agrominerales”. Ejemplo de ello son yeso, anhidrita, calcita, aragonita, ulexita, hematita, por nombrar algunos. No siempre los minerales se encuentran solos sino que lo hacen formando rocas.

La calcita, por ejemplo, forma parte de las calizas, los travertinos, los mármoles, las toscas y otras numerosas rocas calcáreas. La dolomita es el mineral constituyente de las dolomías, una roca formada por carbonato doble de calcio y magnesio. El hierro puede formar extensos mantos sedimentarios originados en ambientes marinos que dan lugar a secuencias de hematita tal como aparecen en las sierras de Salta y Jujuy, en las localidades de Unchimé, Puesto Viejo y Zapla. También el fósforo se encuentra mayormente en rocas fosfáticas como producto de la acumulación de conchillas marinas en los viejos mares paleozoicos.

O sea que por un lado tenemos los elementos químicos (“agro elementos”), por otro lado muchos minerales que los contienen (“agrominerales”); y finalmente las rocas que incluyen distintos elementos químicos y minerales y que, en su uso para el agro, se propone designarlas aquí como “agro-rocas”. Muchas rocas calcáreas, yesíferas, ferríferas, dolomíticas, zeolíticas se han explotado como correctoras o enmiendas de suelos en orden a mejorar su estado de acidez (“encalado”), las falencias de elementos químicos necesarios para ciertos cultivos, la recuperación de suelos inundados, la corrección de los niveles de salitrización, entre otros muchos aspectos.

Puede agregarse en la misma categoría el caliche chileno, formado por nitratos de la pampa nortina y el sulfiche de los volcanes cordilleranos que comprende cenizas volcánicas impregnadas de azufre nativo. Las plantas absorben del suelo los nutrientes minerales que se encuentran biodisponibles y son parte de una cadena de valor en el ciclo geoquímico de los elementos. Los glaciares crean harina de roca natural cuando actúan como gigantescas lijas que por el peso del hielo y los fragmentos pétreos que arrastran en su base van gastando y puliendo las superficies rocosas por las que se desplazan. La harina de roca, cuando está seca y es levantada por el viento, puede ser llevada a grandes distancias dando lugar al polvo eólico conocido como loess.

Las cenizas volcánicas y el loess nutren de elementos químicos vírgenes a los suelos que se encuentran desmineralizados y renuevan su fertilidad natural. Cada roca es en sí un compendio de la tabla periódica de los elementos químicos de Mendeléiev, pero la concentración de los elementos varía notablemente de una roca a otra. Las cuarcitas, formadas de puro cuarzo, poco o nada tienen para aportar. Las rocas volcánicas, en cambio, muestran una enorme variedad de composiciones químicas. Lavas alcalinas ricas en potasio, especialmente en leucita, fueron usadas desde antiguo en Italia como suplemento potásico de los suelos.

Por su parte, muchas rocas de numerosos orígenes (ígneas, sedimentarias y metamórficas) se usan en distintas partes del mundo como fertilizantes naturales y ecológicos a partir de su molienda fina hasta convertirlas en un polvo casi impalpable que se puede agregar a los suelos. Algunos agricultores de regiones remotas y pobres preparan en forma manual y artesanal el polvo de roca que usan para mejorar sus suelos exhaustos o bien para su comercialización o trueque.

Con respecto a las rocas podemos tomar dos ejemplos en las antípodas como son un granito y un basalto. Un granito es más rico en sílice, sodio y potasio, mientras que el basalto es más rico en hierro, magnesio y calcio. Las diferencias porcentuales de los óxidos en ambas rocas son notables, y extremas en composición y origen.

Particularmente los basaltos se están convirtiendo en las agro-rocas por excelencia. Incluso dentro de la palabra basalto se incluye un universo de rocas con quimismo, mineralogía y génesis muy diferentes. La idea del uso de harina de basalto pasa por tres ejes como son mejorar el rendimiento de los cultivos, cuidar la salud de los suelos y un ítem nuevo relacionado con el secuestro de dióxido de carbono de la atmósfera. ¡Un combo de tres en uno! Si bien desde hace algunas décadas se viene hablando del tema, un estudio reciente en la revista científica Nature apunta en esa dirección (véase: D. J. Beerling et al. Nature 583, 242–248; 2020).

David Beerling, biogeoquímico de la Universidad de Sheffield (Inglaterra), junto a un equipo multidisciplinario de científicos, piensan que es posible replicar algunos procesos de la naturaleza como el de la meteorización de las rocas. Se sabe que de manera continua el anhídrido carbónico y el agua reaccionan y atacan a las rocas de la superficie terrestre originando bicarbonatos que fluyen hacia los ríos y océanos. La harina de basalto se comportaría como un sumidero del gas carbónico del aire y podría secuestrar millones de toneladas de carbono atmosférico.

El cálculo de los investigadores está relacionado con la idea de lo que pasaría en caso de agregar harina de basalto a las tierras agrícolas de las mayores economías del mundo tales como Brasil, China, la Unión Europea, India, Indonesia y Estados Unidos. Sostienen que se eliminarían entre 500 y 2.000 millones de toneladas anuales de anhídrido carbónico lo que sería equivalente a compensar las emisiones de unas 500 centrales térmicas de carbón de piedra.

Los mismos equipos que hoy se usan para el encalado de los suelos, en orden a mejorar su potencial de acidez (pH), podrían utilizarse también para esparcir el polvo de basalto. Si lo que se busca es mitigar el cambio climático, el uso de las harinas de basalto suena prometedor. Por lo pronto los científicos ingleses han experimentado en cuatro países con suelos y cultivos diferentes y han logrado resultados alentadores.

En Inglaterra esparcieron 20 toneladas de harina de basalto en una parcela agrícola de media hectárea y obtuvieron un secuestro de carbono 40% más alto que el de una parcela sin tratar. Buenos resultados se obtuvieron también en campos de palmeras aceiteras de Malasia.

Si bien la idea suena interesante, han surgido voces divergentes sobre el ciclo geoquímico del carbono, los costos con relación a otras tecnologías de secuestración, cuestiones medioambientales, etcétera. Los científicos del proyecto no dudan en responder que si lo que se busca es disminuir los niveles de carbono atmosférico en orden a mitigar el cambio climático, entonces la harina de basalto podría ser parte de la solución.

Más allá de cuanto carbono se podría secuestrar, el punto central en Argentina pasa por un desgaste de los suelos y su mantenimiento en valores de rindes competitivos. Los agrominerales han demostrado su eficacia en un país que es netamente exportador de granos y muy dependiente de la importación de fertilizantes extranjeros. Téngase presente que para 2019 se sembraron 30 millones de hectáreas y se generaron 130 millones de toneladas de granos.

A propósito, Carlos J. Herrmann, geólogo de la UBA, acaba de publicar un completo informe sobre el tema (véase: Geología de recursos minerales de uso agrícola en Argentina. Boletín de la Sociedad Geológica Mexicana, 72, 3, 2020). Si bien los basaltos están muy difundidos en el país, Salta cuenta con importantes recursos de estas rocas especialmente en el área de la Puna.

Su futuro uso potencial como harina de roca de uso agrícola va a depender de la relación costo beneficio de su explotación ya que al igual que muchos minerales no metalíferos a veces no pagan el flete hasta sus destinos de consumo. La expansión de la frontera agrícola va a requerir cada vez más minerales y rocas y ello abre una nueva ventana de oportunidades en la sinergia de minería y agricultura.

*Doctor en Ciencias Geológicas

 


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews