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ANÁLISIS
Oscar Vardé: El rol clave de la ingeniería para una minería sostenible
ÁMBITO/MINING PRESS
25/11/2021

OSCAR A. VARDÉ *

El propósito de la ingeniería y, por lo tanto, el de sus profesionales, es aportar soluciones para mejorar la calidad de vida de las personas a través de las aplicaciones de la ciencia y de la técnica. 

Entonces, si es necesario cruzar un río, construye un puente como el de Zárate Brazo Largo que conecta Buenos Aires y Entre Ríos; si se requiere energía, erige una represa hidroeléctrica como la de Salto Grande o Yacyretá; si hay que comunicar dos países a través del mar, crea un túnel como el EuroTunel entre Gran Bretaña y Francia.

Así, las ingenierías civil, mecánica, eléctrica, química, electrónica, industrial, ambiental, entre otras, contribuyen a mejorar el mundo. Esos avances serían imposibles, y lo serán más a futuro, sin el desarrollo de la industria minera. Es que se precisan, por ejemplo, cobre y litio para producir innovaciones como la electromovilidad o para satisfacer las necesidades tecnológicas y sanitarias cotidianas de la humanidad.

La Argentina cuenta con talentosos ingenieros y con reservas minerales de gran potencial para su explotación económica. Esto constituye una oportunidad de sinergia imperdible, que brinda beneficios traducidos en posicionamiento geopolítico, generación de divisas y empleos genuinos, desarrollo productivo, crecimiento de pymes, fortalecimiento de la educación especializada, impulso regional, mejoramiento de infraestructura y calidad de vida de las comunidades más alejadas de los centros urbanos, entre una lista interminable de ventajas ya probadas en la Argentina y, sobre todo, en el exterior.

Países como Chile, Perú, Estados Unidos, Canadá y Australia son líderes en minería porque supieron establecer las condiciones para poner el conocimiento al servicio de esta industria y lograr así, grandes beneficios para sus ciudadanos. Con lo cual, ya no se trata de debatir si hay o no que desarrollar la actividad minera, sino establecer cómo se va a realizar.

En este sentido, es importante recalcar que hoy la minería tiene una perspectiva de sostenibilidad a la que la ingeniería tiene mucho que aportar porque su contribución está presente, y es clave, desde el inicio de cualquier proyecto de envergadura.

Ser sostenible implica que la industria busque llevar adelante su actividad protegiendo al medio ambiente y promoviendo la equidad social, así como el crecimiento económico. Otro abordaje resulta inaceptable, no sólo para las comunidades involucradas sino también para los gobiernos, las empresas, los inversores y la sociedad civil.

El esfuerzo que tiene que hacer nuestro país para llevar la minería a ser una industria sostenible es de una importancia enorme. En ese sentido, la ingeniería de proyecto, así como la de consulta, es imprescindible. El nivel de los profesionales de Argentina no tiene nada que envidiarle al de países más desarrollados, muchos de ellos líderes en esta industria en particular.

De hecho, los ingenieros locales son muy valorados en el mundo y, por lo tanto, convocados por las empresas internacionales de renombre que buscan invertir en el país. Estas saben del aporte sustancial, complejo, técnico y riguroso que pueden realizar los ingenieros argentinos.

Sin embargo, se necesitan más expertos en la materia, sobre todo por la acelerada transición que está emprendiendo el mundo hacia las energías renovables y la electrificación. Es por eso, también, que hay cada vez más iniciativas para capacitar profesionales en diversas áreas vinculadas a la minería y, en eso, la Academia Nacional de Ingeniería y el CAI tienen mucho para contribuir en conjunto con las universidades.

De hecho, no es posible obtener la aprobación de un proyecto minero con una ingeniería de prefactibilidad débil. Es fundamental que se exponga con detalle minucioso todo lo relativo a la ingeniería, lo que implica una inversión de dinero y tiempo inicial sumamente alta.

 

Planificación, buenas prácticas y controles

Es importante saber que hay dos técnicas de explotación minera: la de cielo abierto y la subterránea. La elección de una u otra no es arbitraria sino que depende, fundamentalmente, de la ubicación del mineral. El primer caso se da cuando este puede extraerse desde la superficie y, el segundo, cuando se halla en profundidad.

En ambos, la actividad requiere de una planificación muy exigente desde la primera hasta la última etapa de cada proyecto, con estudios exhaustivos, sistemas de instrumentación y monitoreos, condiciones seguras de operación y evaluaciones de riesgo permanentes.

La adecuada gestión del agua, por ejemplo, se analiza con detalle durante el diseño, desarrollo y operación de un yacimiento. A diferencia de lo que muchos suponen, no es preciso hacer un uso excesivo de este recurso.

Desde el inicio de un proyecto minero se determinan estrategias para emplear la menor cantidad posible de agua y, al mismo tiempo, reutilizarla al máximo. De hecho, las estadísticas mundiales le otorgan a esta industria cerca del 2 % del agua del total utilizada por el hombre.

El Banco Mundial indica que en Argentina ese consumo llega al 1 % mientras que la actividad agrícola consume el 70 %; la ganadera, el 10 %; las personas en la vida cotidiana, 13 % y el resto de las industrias, 7 %. Además, la minería puede también utilizar para su operación agua tanto salobre como salada.

Los proyectos mineros se inician con la exploración e incluyen un informe de impacto ambiental (IIA), una evaluación económica preliminar, estudios de factibilidad, ingeniería de detalle, construcción, operación, cierre y post-cierre para que, al terminar, la zona en la que tuvo lugar el yacimiento siga siendo un ambiente sano, equilibrado y apto para su desarrollo futuro.

La preparación a todo nivel es una constante en esta industria. Recuerdo hace 30 años, en 1991, cuando visité una mina de carbón a cielo abierto en Alemania de impresionantes dimensiones. Entre lo más notorio, se destacaba una maqueta interactiva que exponía, en función de una planificación a 30 años, en lugar en que se desarrollarían todas las excavaciones y cómo recuperarían la zona con lagos de recreación y restitución del entorno. También mostraba dónde reubicarían la infraestructura y las comunidades. En definitiva, estaba delineado todo el plan de explotación, cierre y post-cierre. Desde entonces, todo ha sido evolución.

Por eso hoy vemos que, gracias a la planificación adecuada y a una ingeniería al servicio de la eficiencia y la sostenibilidad, Chile, por ejemplo -el mayor productor de cobre en el mundo según el World Mining Data 2021- no ha tenido ningún incidente grave en más de 40 años en presas de relave de gran magnitud (elementos de contención en los reservorios en los que se depositan residuos y materiales desechables generados durante la operación, construidos según buenas prácticas ingenieriles). Eso no implica que no haya habido tragedias prevenibles como la que ocurrió en Brasil, en enero de 2019, cuando en la mina de Brumadinho se produjo una gravísima falla que provocó la muerte de más de 260 personas.

Para evitar estos sucesos irreparables y cualquier daño a personas y al medio ambiente, el Consejo Internacional de Minería y Metales (ICMM), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y los Principios para la Inversión Responsable (PRI) se comprometieron a adoptar las mejores prácticas a nivel mundial y establecieron, en agosto de 2020, el Estándar Global de la Industria sobre Gestión de Relaves. No reemplaza leyes ni normativas de gobiernos nacionales, provinciales o locales pero nivela hacia arriba las exigencias en todo el mundo.

Entre otras cosas, exhorta a que los operadores de minas prioricen la seguridad mediante la planificación de diseños y programas para minimizar inconvenientes en todas las fases; apliquen sistemas de monitoreo; establezcan responsabilidades; nombren y empoderen a un ingeniero de registro para la seguridad de las instalaciones y cuenten con sólidos niveles de revisión y gestión de calidad y riesgo.

Si bien es imposible que la humanidad lleve adelante cualquier tipo de actividad sin impacto ambiental, no se trata de frenar el desarrollo pero tampoco de subestimar los peligros. Es esencial buscar el balance adecuado para reducir al máximo el potencial impacto negativo de la industria minera y maximizar el positivo que es por demás relevante.

En definitiva, se debe procurar el equilibrio de la mano de la ingeniería, el conocimiento de las buenas prácticas, los estándares exigentes, las regulaciones adecuadas y las medidas de control necesarias. Porque es claro que la ingeniería tiene su razón de ser en la contribución con y para la comunidad; su aporte y el de sus ciencias conexas están disponibles para que en Argentina sea absolutamente viable una minería sostenible.

* Presidente Honorario de la Academia Nacional de Ingeniería


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews