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ACTUALIDAD
Trump apura reforma fiscal. Stigliz: hundirá a EE.UU.
17/10/2017

Trump quiere reforma fiscal este año y propondrá ley de desarrollo económico

ENERNEWS/MINING PRESS/EFE

El presidente de EEUU, Donald Trump, insistió hoy en que quiere que su plan de reforma fiscal salga adelante en el Congreso este año, y adelantó que también planea plantear un proyecto de ley de "desarrollo económico".

Trump compareció en la rosaleda de la Casa Blanca tras almorzar en privado con el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, y allí ofreció una improvisada rueda de prensa durante la que trató diversos temas.

El mandatario reconoció que le "gustaría mucho ver" su proyecto de reforma fiscal aprobado en el Congreso "este año" y agregó que cree que hay "muchas probabilidades" de conseguirlo.

Sin dar detalles, Trump dijo que más adelante, una vez resuelta la reforma fiscal, pretende presentar un proyecto de ley de "desarrollo económico".

McConnell, por su parte, destacó que él y Trump tienen "la misma agenda" y que la prioridad actual es aprobar una "reducción" de impuestos para los estadounidenses.

El Consejo de Asesores Económicos (CEA) de la Casa Blanca publicó precisamente hoy un estudio que calcula que la reforma fiscal planteada por Trump incrementará el salario promedio de los hogares en unos 4.000 dólares anuales.

El estudio, que vincula ese incremento con la reducción de la tasa impositiva para las empresas del 35 % al 20 % propuesta por Trump, asegura que esa estimación de 4.000 dólares está hecha "de manera muy conservadora" y que el efecto en los salarios durante los próximos años puede ser "mucho mayor".

Uno de los argumentos de la Casa Blanca es que una tasa impositiva menor permitirá a las empresas invertir más en bienes de capital como máquinas.

Esas máquinas adicionales permitirían a los trabajadores producir más, lo que conduciría, a su vez, a que las compañías tengan margen para aumentar los salarios.

Por otro lado, el informe del CEA señala que, de 2012 a 2016, los diez países de la OCDE con impuestos corporativos más bajos tuvieron ganancias salariales mucho más altas que aquellos donde las empresas pagan tasas elevadas.

El líder de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer, denunció hoy que ese informe del CEA es una "manipulación deliberada de números y hechos".

Mientras, Trump aseguró durante su rueda de prensa que le gustaría trabajar con los demócratas en sus prioridades legislativas, pero añadió que "ahora mismo ellos no están haciendo nada más que obstruir".

Además de reducir la tasa para las empresas del 35 % al 20 %, el plan fiscal de Trump pretende simplificar los tramos de impuestos de la renta individual, al pasar de los siete actuales a tres: del 12 %, del 25 % y del 35 %.

Lo que no han explicado el mandatario ni la Casa Blanca es cómo se compensará la caída en los ingresos sin elevar el déficit. 

Una reforma fiscal que hundirá a la economía de los Estados Unidos

CLARÍN

Joseph Stiglitz* 

Después de haber fracasado en la “substitución y derogación” de la Ley de Asistencia Asequible de 2010 (“Obamacare”), la administración del presidente estadounidense, Donald Trump, y la mayoría republicana del Congreso se dirigen hacia la reforma tributaria. Ocho meses después de asumir el cargo, la administración sólo ha sido capaz de ofrecer un esbozo de lo que tiene en mente. No obstante, lo que sabemos es suficiente como para sentir una profunda sensación de alarma.

La política fiscal debe reflejar los valores de un país y abordar sus problemas. Hoy en día, Estados Unidos —y gran parte del mundo— se enfrentan a cuatro problemas centrales: el ensanchamiento de la desigualdad de ingresos, la creciente inseguridad laboral, el cambio climático y el crecimiento anémico de la productividad. Estados Unidos enfrenta, además, la necesidad de reconstruir su infraestructura que está en deterioro y la necesidad de fortalecer su sistema de educación primaria y secundaria cuyo rendimiento se ubica por debajo del esperado.

Sin embargo, lo que Trump y los republicanos están ofreciendo en respuesta a estos desafíos es un plan tributario que proporciona una abrumadora porción de los beneficios no a la clase media —una gran proporción de cuyos miembros, en los hechos, puede que pague más impuestos — sino que los proporciona a los millonarios y multimillonarios de Estados Unidos. Si anteriormente la desigualdad se constituía en un problema, la promulgación de la reforma fiscal propuesta por los republicanos hará que dicho problema empeore muchísimo.

Las corporaciones y empresas estarán entre los grandes beneficiarios, un sesgo que se justifica con la fundamentación que asevera que esto estimulará la economía. Pero los republicanos, con mayor énfasis que los demás, deberían comprender que los incentivos son importantes: por lo que sería mucho mejor reducir los impuestos para aquellas compañías que inviertan en EE.UU. y creen empleos, e incrementar dichos impuestos para aquellas que no lo hagan.

Al fin y al cabo, no se está en una situación en la que las grandes corporaciones de Estados Unidos se encuentran hambrientas por dinero en efectivo; ellas están sentadas sobre una silla que contiene un par de millones de millones de dólares. Y la falta de inversión no se debe a que las ganancias, ya sea las ganancias antes o después de impuestos, sean demasiado bajas; las ganancias corporativas después de impuestos como una proporción del PIB casi se han triplicado durante los últimos 30 años.

De hecho, debido a que la inversión incremental es financiada en gran medida por deuda, y los pagos de intereses son deducibles de impuestos, el impuesto corporativo reduce el costo de capital y los retornos de la inversión proporcionalmente. Por lo tanto, ni la teoría ni la evidencia sugieren que la ganga propuesta por los republicanos con respecto a los impuestos corporativos irá a incrementar la inversión o el empleo.

Los republicanos también sueñan con un sistema fiscal territorial, mediante el cual las corporaciones estadounidenses sólo tributarían sobre los ingresos que generen en Estados Unidos. Sin embargo, esto únicamente reduciría los ingresos y alentaría aún más a que las compañías estadounidenses desplacen la producción hacia jurisdicciones con impuestos bajos. Una competencia cuyo objetivo sea llegar a los niveles más bajos de impuestos corporativos solamente se puede evitar mediante la imposición de una tasa mínima a cualquier corporación que se dedique a hacer negocios en EE.UU.

Los estados y municipios estadounidenses son responsables de la educación y de gran parte del sistema de salud y bienestar del país. Y los impuestos estatales sobre la renta son la mejor manera de introducir un mínimo de progresividad a nivel subnacional: los estados que no tienen un impuesto sobre la renta típicamente se basan en impuestos regresivos a las ventas, que imponen una pesada carga a los pobres y a los trabajadores. Por lo tanto, quizás no sea sorprendente que la administración de Trump, que cuenta con plutócratas indiferentes ante la desigualdad, llegue a querer eliminar la deducibilidad de los impuestos estatales de los impuestos federales, alentando de esta forma a que los estados se desplacen hacia un sistema que enfatice los impuestos a las ventas.

Abordar todos los otros problemas que enfrenta Estados Unidos requerirá de más, no de menos, ingresos federales. Los incrementos en los niveles de vida, por ejemplo, son el resultado de la innovación tecnológica, que a su vez depende de la investigación básica. Sin embargo, el apoyo del gobierno federal a la investigación como porcentaje del PBI se sitúa en la actualidad en un nivel comparable al que tenía hace 60 años.

Si bien Trump el candidato criticó el crecimiento de la deuda nacional de Estados Unidos, hoy en día Trump, el presidente, propone recortes de impuestos que añadirían millones de millones a la deuda en los próximos diez años — no los “tan sólo” 1,5 millones de millones de dólares que los republicanos afirman que se añadirían, gracias a algún milagro de crecimiento que llevaría a obtener más ingresos fiscales—. No obstante, la lección clave de la economía “vudú” del lado de la oferta de Ronald Reagan no ha cambiado: recortes fiscales como éstos no conducen a un crecimiento más rápido, sino que solamente conducen hacia ingresos más bajos.

Esto es así especialmente ahora, cuando la tasa de desempleo supera por poco el 4%. Cualquier aumento significativo de la demanda agregada sería emparejado con un correspondiente aumento de las tasas de interés. La “mezcla económica” de la economía, por lo tanto, se desplazaría alejándose de la inversión; y el crecimiento, que ya de por sí es anémico, se ralentizaría.

Un marco alternativo aumentaría los ingresos y potenciaría el crecimiento. Incluiría la reforma real del impuesto corporativo, eliminando los trucos que permiten a algunas de las compañías más grandes del mundo pagar impuestos minúsculos, en algunos casos mucho menos del 5% de sus ganancias, dándoles una ventaja injusta frente a las pequeñas empresas locales. La reforma fiscal propuesta por los republicanos es un regalo más grande para las corporaciones y los ultrarricos de lo que la mayoría había previsto. Evita las reformas necesarias y dejaría al país con una montaña de deudas; se necesitarían décadas para revertir las consecuencias: baja inversión, crecimiento estancado de la productividad y desigualdad ensanchada.

Trump asumió el cargo prometiendo “drenar el pantano” en Washington, D.C. En cambio, el pantano se ha ampliado y profundizado. Con la reforma fiscal propuesta por los republicanos, este pantano amenaza con engullir la economía de Estados Unidos.

*Premio Nobel de Economía


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