Se veía venir. Lo que comenzó como un rumor en las últimas semanas, en los corrillos mineros de Chile, terminó corporizándose en noticias en la prensa nacional a ambos lados de la cordillera.
¿Barrick reconvertirá el proyecto binacional Pascua-Lama en una mina chilena en Pascua?
Rápido de reflejos, el gobernador sanjuanino José Luis Gioja salió a presionar ayer a la minera canadiense.
Y en paralelo, la burocracia sanjuanina demostró agilidad para liberar un permiso clave, el del dique de colas que previó el diseño de Pascua-Lama, del lado argentino.
Si se confirma la versión y Barrick decide “chilenizar” la mina, será una pésima noticia para la Argentina, que esperaba captar buena parte de los US$ 3.000 millones de inversión.
El pasado 21 de julio, el secretario de Minería de la Nación, Jorge Mayoral, anunciaba que “en las próximas ocho semanas” se conocería importantes inversiones en la minería. Ojalá que los primeros anuncios no se circunscriban a Chile.
Si Pascua Lama finalmente se frustra, alguien tendrá que dar explicaciones. Barrick, el gobierno de San Juan, las autoridades argentinas y sus colegas trasandinas.
Porque en el medio hubo muchas negociaciones, protocolos, acuerdos, reformulaciones, etc.
Y mucha ilusión por lo que el megaproyecto significaba para el desarrollo de San Juan.
Actualmente, Sudamérica es una de las zonas donde Barrick está enfocando esfuerzos importantes.
Con cuatro minas en operación ( Pierina y Lagunas Norte en Perú; Veladero en Argentina; y Zaldívar en Chile), un yacimiento en proceso de cierre (El Indio en Chile) y un proyecto en desarrollo (Pascua–Lama, en la frontera de Chile con Argentina), la compañía enfrenta un escenario lleno de desafíos y buenas perspectivas.
De hecho, esta región se ha transformado en uno de los focos importantes de exploración y desarrollo de proyectos, y en un área estratégica para el crecimiento futuro de la empresa.