Empezó a recorrer Rodeo hace 8 años, en moto y viviendo en una carpa. Hoy es el proveedor de servicios mineros más importante de Iglesia.
De jean, en mangas de camisa, con un jopo canoso entre jovial y arrogante que se arremolina en el viento indómito de Rodeo, aparece él, pura sonrisa, detrás de unos tanques gigantes de gasoil minero. Cualquiera que lo ve por primera vez, con ese aura de hombre seguro pero algo desmañado, piensa que es un comerciante de barrio que está en ese complejo buscando al dueño. Error: él es el dueño. Es Adrián Cellura, el actual superempresario minero que arrancó casi de cero en Iglesia cuando la minería todavía era un chiste de mal gusto. En su haber incluye cuatro empresas prestadoras que emplean a 140 personas, la Presidencia de la Cámara de Empresas Prestadoras de Servicios Mineros, la provisión exclusiva de combustible a Veladero, un tradicional cerro en su propiedad y un cofre con proyectos de inversiones millonarias. Algo poco imaginable en alguien que empezó a recorrer Rodeo en un ciclomotor mientras vivía en una carpa.
Cellura es famoso en todo el Norte sanjuanino. Los más lejanos lo identifican como "el hombre de Pueyrredón", por su proveedora de combustible Compañía de Servicios Pueyrredón. El resto lo conoce como "el loco de los tanques", mote que él acepta sonriendo y que, muy en lo íntimo, lo enorgullece. "Cuando me descolgué acá nadie creía en la minería", cuenta. "Hice una especie de patriada: me zambullí cuando no sólo no había agua, sino que todavía ni siquiera había pileta".
Hace 8 años, Cellura ya se había ido de su Buenos Aires natal para trabajar con las empresas de electrodomésticos que su familia paterna tenía en Sicilia, Italia. De padre italiano y madre correntina, entendía lo que era buscar su lugar en el mundo. Por eso seguía inquieto. Hasta que otros familiares con emprendimientos mineros, vinculados al trabajo de la empresa Barrick en Africa, le dieron el dato.
"Me dijeron que se venía una época minera muy interesante en San Juan -dice-, pero que faltaba como una década para que fuera real. Igual, me tentaron de entrada. Busqué en Internet y encontré dos puertas para San Juan: la minería y el corredor bioceánico. Al menos alguna de las dos cosas algún día tenía que cumplirse, ¿no?".
Como su sueño siempre había sido tener una estación de servicios, algo que en Italia no había podido concretar, llevó sus tanques enormes a Rodeo y empezó a recorrerlo metro a metro, buscando un terreno para comprar y establecerse. Empezaba a merecerse su apodo: se subía a la Zanella y gastaba cubiertas, unas veces con su barba inescrutable y su pelo largo al viento, otras veces con un gorro de lana ceñido en la frente. Dio con el terreno, lo vio y decidió que pasaría allí el resto de su vida: a un costado del páramo serrano, el cerro El Coloradito, mirador natural usado desde siempre por los turistas; al otro lado, de fondo, el lago Cuesta del Viento. Y desperdigados, como pincelados, los bosques de álamos.
De día andaba en la moto buscando hacer negocios. De noche volvía al terreno donde tenía ya los tanques y dormía en su carpa. Por la calle pasaban y le gritaban "¡eh, porteño loco!". Y el loco reía.
Después compró una camioneta Peugeot 504 roja que se hizo tan famosa como él. Jugado al cien por ciento pese a que la minería no asomaba el copete, empezó a contratar gente para instalar su planta de combustible. Hasta que se le dio: pasó por allí un camión de la YPF, empezó a charlar, se contactó con Barrick, les presentó una carpeta y la moneda cayó a su favor. En poco tiempo, se había convertido en el proveedor del gasoil especial con aditivos y anticongelantes para las movilidades que trabajan en la alta montaña, en la mina de Veladero.
Muy, muy atrás, había quedado su pasado porteño de ceremonioso empresario de emergencias médicas, igual que su pasado italiano vendiendo electrodomésticos. Adrián Cellura, el licenciado en Administración de Empresas que casi siempre ocultó públicamente su edad (hoy dice tener "entre 40 y 50"), ya se sentía iglesiano. "Yo vine acá a adaptarme a la gente -confiesa-, y no para que la gente se adaptara a mí. Por eso yo ya soy de este pueblo. De las 140 personas que están trabajando conmigo, sólo 2 no son de Iglesia".
En el departamento están establecidas sus cuatro firmas: Pueyrredón, la constructora Alta Montaña, la responsable de mantenimiento de servicios Est-Surt y la transportista El Bioceánico. Además, desde fines del mes pasado está haciendo los trámites para crear e inscribir una empresa de turismo aventura y minero, que probablemente se llamará Huellas Huarpes.
Ahora tiene en pleno desarrollo la ampliación del hospital de Rodeo y la creación del Complejo Internacional Iglesia. Justamente cuando empezó a hablar de ese complejo y mostraba los papelitos donde lo había dibujado, lo miraban como si estuviera loco. Tiempo después, en el gobierno provincial, la minera Barrick y muchas empresas privadas empezaron a interesarse en el proyecto. En esos días, sin resentimiento sino con orgullo, el loco volvió a reir.
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