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ESCRIBE DANIEL BOSQUE: SAN JUAN Y EL BOOM DE LA MINERÍA

A comienzos de los ’70 se detuvo en San Juan el envión que había significado, por dos décadas, la reconstrucción tras el terremoto que demolió su capital, en 1944. 

04/05/2010

Por Daniel Bosque*

 

Comenzaba así un largo declive, derivado de la crisis del sector vitivinícola, su principal sector productivo. En los ‘80, mientras renacía la democracia, la provincia cuyana ya era considerada por economistas y planificadores como “inviable”.

El colapso económico había sido compensado, gobierno tras gobierno, por el ensanchamiento de la administración pública que llegó a emplear, a principios de esta década, a casi el 40% de la población económicamente activa.

La joven y reconstruida ciudad de San Juan latía por la mañana al son de la burocracia estatal, vegetaba por las tardes y languidecía después del 20 de cada mes, cuando se secaban los bolsillos magros de los empleados públicos.

Pero este “Estado del Bienestar”, como el de una decena de provincias hermanas, tenía en sus entrañas un deficit crónico que obligaba a mendigar en Buenos Aires los recursos adicionales imprescindibles. A fines de los ’90, el tobogán sanjuanino, por una  sumatoria de cuestiones locales y externos, se tornó en una debacle social, política y económica.

 

EL DESPEGUE

Diez años después, quien ha ido a San Juan por estos días habrá visto un movimiento y una prosperidad que sorprende. Y que incluso ha provocado trastornos propios del crecimiento económico, como el aumento del valor de las propiedades y el incremento del costo de vida.


¿Qué ha contribuido a este despuegue? ¿Cuál es la clave, si no hay soja, ni petróleo?. Entre otros factores podrían citarse: 1) la buena época de las commodities agrodindustriales entre 2003 y 2008, que propició nuevas inversiones en ese sector; 2) el alineamiento del gobierno peronista de José Luis Gioja con los dos periodos Kirchner, que le ha permitido sacar tajada en obras de infraestructura, como el dique Los Caracoles, ya terminado, y Punta Negra, en ejecución, y 3) pero sobre todo, San Juan el fuerte impacto de la minería metalífera.


La gran minería entró en acción en 2005 con la inauguración de la mina Veladero (en Iglesia). En 2008 se sumó Gualcamayo (en Jáchal) y este año entrará en operaciones Casposo (en Calingasta). A fines de 2012 debería comenzar a explorarse la mina binacional (argentino-chilena) Pascua Lama (Iglesia). Además, San Juan vivió un auge de su industria calera, abastecedora básica de la gran minería en Argentina y en la vecina Chile, y el repunte de otros minerales industriales y rocas de aplicación.


En la minería hay tres grandes ciclos: la exploración, en la cual geólogos, empresas y gobernantes estudian la factibilidad de un yacimiento; la construcción de la mina, en la cual hay una fuerte inversión y un fuerte impacto de empleo y de demanda de bienes y servicios; la operación, que dura hasta agotarse los minerales, y por último el cierre.


El gran hito, sin duda fue la construcción de Veladero, que demandó una inversión superior a los US$ 600 millones entre 2003 y 2005. En tiempos de crisis y escasa inversión productiva en el país, la provincia era casi la mosca blanca.


¿Qué ha hecho la minería en San Juan? Entre 2001 y 2009 quintuplicó su producción y pasó del 5% al 13%  del PBI provincial y significan el 57% de las exportaciones provinciales que hoy superan los US$ 600 millones, con lo que San Juan creció del 13º al 5º lugar en el ranking nacional. El sector aporta al fisco US$ 220 millones y genera 45.000 puestos de trabajo, entre directos e indirectos en más de 800 pymes proveedoras de bienes, insumos y servicios.

 

 El dato es que San Juan hoy se muestra bulliciosa y se muestra como un polo dinámico para los negocios y el trabajo. Tal vez el gran mérito del gobierno sanjuanino haya sido el forzar a las mineras a contratar proveedores locales. Una decisión que no fue del todo cómoda para las mineras en un principio, pero que hoy no suele trastornarle las ecuaciones. Hoy existen dos cámaras de proveedores de la minería que agrupan a buena parte del casi millar de pequeñas, medianas y grandes empresas prestan servicios a la minería. Con el expertise logrado, los servicios mineros locales se están expandiendo a Jujuy, Salta, Catamarca o Santa Cruz.


“Hay un antes y un después de Veladero. La mina fue una revolución en la vida sanjuanina. Hoy aporta el 21% del PBI pero tuvo la gran virtud de abrir el espacio para una nueva forma de hacer minería”, dice Jaime Bergé, de la Cámara Minera de San Juan

 

DEBATE AMBIENTAL

En tiempos en que la cuestión minera alimenta polémicas mediáticas y políticas, no es que los sanjuaninos siempre fueron “promineros”. Más bien podría decirse que su relación con esta actividad ha ido de menor a mayor. Para la sociedad sanjuanina, antes de Veladero, la minería era un horizonte desconocido, a pesar de que el 90% del territorio provincial son desiertos y montañas, que atesoran importantes recursos minerales. Sarmiento fundó hace 150 años la Escuela de Minas que evolucionó hasta ser la Facultad de Ingeniería en Minas de la Universidad Nacional de San Juan y de esa carrera, y de Geología, salieron los profesionales de Mina Aguilar, Bajo de la Alumbrera, Río Turbio, otras minas del país y del mundo. Pero eran “emigrantes”. San Juan, hasta hace poco, no era minera y sólo recordaba faenas en viejas minas como Castaño Viejo o Marayes, cuyas tecnologías primitivas dejaron residuos ambientales.


Por eso preocupó qué pasaría con el agua, el insumo más crítico y precioso de los oasis de regadío y los asentamientos humanos locales. San Juan tiene dos cursos de agua que le dan vida: el Río San Juan, con una media anual de 70 m3/seg y el Río Jáchal, con 10 m3/seg. Envenenadas esas fuentes, la provincia habría visto su fin. La polémica y el debate han sido intensos y, como en otras provincias, se ha mezclado furtivamente con la contienda política local.

En las elecciones en que Gioja fue reelecto por notable mayoría, sus opositores eligieron para pegarle el flanco de la minería: “el agua vale más que el oro”, sostienen. A lo que los empresarios mineros replican con la estadística oficial: la minería utiliza el equivalente al 5% de lo que usa el agro sanjuanino. Además, dicen, los fertilizantes químicos del Valle de Tulum, el área verde que rodea al Gran San Juan, y la mala gestión de los desechos cloacales dañan mucho más al medio ambiente que la minería.


“Nuestra decisión fue salir a informar, abundar en transparencia. En San Juan la gente hoy conoce muy bien y sabe distinguir los engaños, como cuando dicen que el Río Jáchal, que siempre arrastró arsénico y boro desde sus nacientes, había sido contaminado por Veladero, o cuando hicieron correr la versión falsa de que había aumentado el cáncer en Jáchal”, dice Ricardo Martínez, de la Cámara Minera de San Juan. Por el contrario, empresas y gobierno destacan que, gracias a los fondos mineros, localidades como Jáchal o Huaco, han accedido por primera vez en su historia al agua potable, sin contenidos salobres.

 

¿Y QUÉ QUEDA?

Pero ese es un debate. El otro, no menos importante, es qué le deja la minería a la provincia. El gobierno provincial impulsa un cambio en el cómputo de las regalías, del 3%, aunque en Gualcamayo, Casposo y Pascua Lama convino con las empresas un aporte adicional a un Fondo para Desarrollo de Infraestructuras, que emula al Aporte Voluntario que pagan las mineras que se radican en Perú. Es tal el volumen de la minería que es mayoritaria su porción en el tributo de Ingresos Brutos y desde hace poco aplica una alícuota a los contratos entre empresas y proveedores del sector, cuya utilización está siendo por estos días objetos de controversias entre funcionarios y empresarios. IVA, Ganancias, y otros impuestos coparticipables, corren la misma suerte que otros tributos en este país federal: van a la gran saca nacional y la parte del león queda en el área metropolitana y las provincias más grandes.


El auge minero sanjuanino genera también expectativas que a veces resultan insatisfechas. Como la de solucionar todo el cuadro laboral y sociales de las comunidades vecinas, signadas por décadas de atraso. “Las mineras han ido capacitando a trabajadores en las faenas mineras, para privilegiar la mano de obra local. Y están dando una mano grande al Estado en temas de salud, educación, desarrollo comunitario”, dice Mario Hernández, del Grupo de Empresas Mineras Exploradoras (GEMERA).


Con las minas en operación y en construcción, San Juan espera contar en la próxima década con otra media docena de proyectos en marcha, entre ellos los de Pachón y Los Azules, ricas áreas de cobre pegadas al límite con Chile.


“La minería no es nuestra única carta, pero es una buena opción de desarrollo. No somos suicidas, queremos gestionar el medio ambiente con responsabilidad pero para hacerlo productivo, para que los sanjuaninos tengan trabajo y no tengan que emigrar”, explica Gioja quien dice estar seguro de que, como dice el lema “San Juan Minero” que llevan los deportistas de la provincia, seguirá definiendo a la provincia en el futuro.    

 

* Director de Mining Press


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews

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