Productores de Tinogasta construyeron secaderos aéreos de uva para pasa a fin de mejorar la técnica del secado y obtener un producto de mejor calidad. La iniciativa surgió del compromiso asumido por el Ministerio de Producción y Desarrollo de Catamarca y la financiación de Minera Alumbrera.
El Valle de Tinogasta cuenta con 70% de la superficie vitivinícola de la provincia. La producción de uvas para el consumo en fresco y para vinificar es el fuerte de la región, donde se concentra la mayor cantidad de bodegas que producen casi 84 % de la producción total de vinos de Catamarca. Las cepas más reconocidas de la zona son Syrah, Cavernet Sauvignon, Malbec, Chardonnay y, entre las rosadas, se destaca la Cereza.
En los últimos años se han incorporado nuevas técnicas de cultivo y también tecnología en la parte industrial. Si bien la mayor superficie de viñedos está destinada a la producción para bodegas, entre 15% y 20% se destina al cultivo de uvas para pasas.
En este marco, los resultados han sido especialmente positivos para la demanda existente de pasa sin semilla elaborada en Tinogasta –conocida como 102011 o tinogasteña-, que copó la plaza local, nacional y comienza a crecer en envíos al exterior. La uva sin semilla marca una clara diferencia en el precio de venta, lo que incentiva a los productores a inclinarse por realizar cada vez más injertos de esta especialidad.
El precio que se ofrece por la uva cereza es de aproximadamente $0,45 por Kg. de uva, en tanto que para la variedad rosada sin semilla cuyo destino es la elaboración de pasas, el precio es de $4,50/Kg.
Los cuatro beneficiarios
Para lograr conseguir una mayor rentabilidad en sus viñedos, un grupo de productores tinogasteños incursionaron hace unos años en la actividad de reconversión varietal. Si bien entonces ya venían produciendo pasas desde vendimias anteriores, la calidad de este producto era baja.
El deshidratado se realizaba extendiendo la uva en el suelo, lo que generaba distintos riesgos e inconvenientes: encharcamiento, el ataque de hongos o de hormigas, y el contacto cotidiano con los animales de sus fincas. Como consecuencia, se obtenía un producto de muy mala calidad. A través del Ingeniero Rául Cervantes, de Agronomía de Zona de Tinogasta, los productores Jaime Barrio, Carlos Vásquez, Pedro Vega y Fortunato Córdoba acercaron su propuesta a Minera Alumbrera para construir secaderos aéreos que mejoraran la técnica de secado.
Tras evaluar la conveniencia y el impacto de la solicitud, la empresa los proveyó de madera, alambre y media sombra, y ellos mismos construyeron los secaderos. Los resultados no se hicieron esperar y superaron con creces las expectativas, ya que vendieron toda la producción en seguida.
Habiendo obtenido pasas de una calidad muy superior a la de la última cosecha, mejoraron significativamente el precio de venta.
“Los secaderos se hicieron con cabezales y madera mucho más gruesa que los secadores comunes. Esto permitió aumentar la capacidad de carga y poder secar mayor cantidad de kilos. Por otra parte, los secaderos aéreos aceleran el tiempo de secado, mejorando sustantivamente la post-cosecha y la calidad de producto. Su rentabilidad aumentó casi un 50% en promedio”, explica Cervantes, quien siguió de cerca todo el proceso, además de hacer de nexo entre los productores y Minera Alumbrera.
“El rango de precios de venta varió de $5 a $8 el kilo, pero la diferencia que hicieron respecto de calidad de la pasa secada al sol y con el aire, superando los inconvenientes de secarla en el suelo, fue notable.
Tenían una pasta rubia y mucha carne, se vendió todo en seguida”, se entusiasma. Cervantes cuenta también que todavía están muy lejos de poder competir con Fiambalá, que hoy destina 80% de la superficie de los parrales a la elaboración de uvas para pasas, pero poco a poco los productores se van animando a la reconversión con injertos de uva rosada sin semilla, concientes de que la pasas son “oro en polvo” en comparación con las uvas para consumo en fresco.
“También han venido productores interesados desde San Juan que, aunque es zona productora, la carne de sus uvas es muy inferior”. Agronomía de Zona trabaja también con los productores para capacitarlos en estrategias de comercialización. “Si bien esta cosecha se vendió muy bien, en algunos casos la necesidad los apremió impidiendo que esperaran al mejor comprador, que nunca es el local, sino el de San Juan, Mar del Plata, o Buenos Aires, por nombrar algunos casos. En Buenos Aires el kilo puede llegar a venderse a $40, mientras que el tope en Tinogasta ha sido de $8. Ayudarles a buscar nuevos mercados es el desafío por delante”, sintetiza Cervantes.
Viñateros que se animaron
Don Pedro Vega tiene una finca de 9 hectáreas, de las cuales 3 se destinan al cultivo de uva rosada sin semilla que sirve para la elaboración de pasas. Las restantes se dividen entre el cultivo de uvas para consumo en fresco y uvas tintas o finas, para la variedad Syrah, que usan para fabricar vinos caseros. La más rentable es la pasa, pero ellos prefieren mantener las otras dos, ya que un productor sabe mejor que nadie los riesgos que conlleva no diversificar.
Si bien es oriundo de Córdoba, compró la finca en el barrio San Miguel en 1989 y se mudó con su mujer y sus dos hijos para instalarse definitivamente allí. Trabaja codo a codo con Víctor, uno de sus hijos y con empleados golondrina cuando el volumen de trabajo así lo requiere. “Nosotros ya teníamos ocho secaderos, y con los insumos que nos dio Alumbrera hicimos dos más. No son del mismo material, sino que son mucho más resistentes, de madera de la zona, curada, y alambre fuerte. Lo que pudimos secar allí representa un porcentaje adicional importante, ya que cuando las pasas se secaban en el piso nos veíamos muy perjudicados por las lluvias, las pasas se echaban a perder. Hemos ganado en rendimiento y la rentabilidad con la última cosecha creció 40% así que la experiencia fue fabulosa. Estamos muy contentos”, relata Víctor.
Los Vega tienen dos sueños. A corto plazo, sumar 3 hectáreas al viñedo para ampliar el cultivo de uvas para pasas. Calcula que en dos años podrían estar produciendo y ya planifica cuántos secaderos más necesitará construir para cubrir el secado de toda la producción. Pero el objetivo mayor es llegar algún día a elaborarlas. Hasta ahora las venden en bruto y su sueño es poder adquirir la maquinaria que se encarga de limpiar las pasas, seleccionar los granos, fraccionarlas y embolsarlas, con el todo el valor agregado que se puede trasladar al precio de venta.
Carlos Vázquez, por su parte, hace cinco años que tiene su finca de 10 hectáreas en el barrio los Guaytimas, al suroeste del departamento. Se muestra muy agradecido con el aporte de los materiales que le posibilitaron armar tres secaderos con sus propias manos. Cuenta con orgullo que lo hizo solito y a pulmón, cortando los palos con un serrucho y trabajando durante un mes para que estuvieran listos. “Vino una persona de San Juan a ver las pasas, pero al final vendí todo acá, me apuré porque necesitaba el dinero, otras veces lo preparo para venderlo en Buenos Aires, que me conviene pero lleva más tiempo y esta vez no lo tuve. Con este sistema de secado, las pasas tienen más cuerpo, más peso, quedan hermosas”, dice Vázquez. Tiene los materiales para hacer un secadero más. “La ayuda me vino muy bien pero está claro que uno de su parte tiene que poner trabajo y sacrificio, con la ayuda sola no basta”.
La mirada de Minera Alumbrera
El ingeniero Carlos Vélez presta su asesoramiento a Minera Alumbrera en todos los programas de desarrollo productivo que la empresa lleva adelante en las comunidades en el marco del Programa Comunitario. Según su punto de vista, “el proceso de secado al sol sin contar con los secaderos aéreos implicaba contaminación por perros, roedores, tierra, y redundaba en una pérdida enorme de calidad, sanidad, rendimiento (se estima en un 30%), que obviamente impactaba en el ingreso. Cada uno de los secaderos construidos tiene 100 m de largo por 2,5 de ancho y capacidad de 5 a 7 toneladas. Se calcula un tiempo de secado de 15 a 20 días”.
Desde Minera Alumbrera se apoyó a este grupo de productores, buscando mejorar un eslabón de la cadena productiva, en este caso la producción de pasas de uva. “El objetivo primordial tiene que ver con las buenas prácticas agrícolas para obtener una mejor calidad del producto. Asimismo, el proyecto estuvo orientado a pequeños y medianos productores paseros que al mismo tiempo son referentes en su zona. Pensamos que en la medida que esto se traduzca en un mejoramiento de su calidad de vida personal, servirá como ejemplo de camino a seguir para muchos otros productores”, finaliza Vélez.
Comprometida con el cumplimiento de la legislación, de los máximos estándares ambientales y con los principios del desarrollo sostenible. Marcó una nueva forma de hacer minería en la Argentina.
Emplea a 11.000 argentinos en forma directa e indirecta, generando significativos aportes económicos y beneficios sociales que promueven el desarrollo del NOA y la Nación.