En 1950, Juan Domingo Perón decidió la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Ese mismo año, se pusieron en marcha numerosas comisiones de geólogos para prospectar el país en busca de uranio.
Por Ricardo Alonso - Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-CONICET)
Recientemente, el gobierno puso en marcha un nuevo sector de Atucha II, un paso en la recuperación del programa atómico largamente postergado. Con ello, la matriz energética argentina, que depende de los hidrocarburos, logra un aporte extra de MW. La energía eléctrica de origen nuclear llegará al 10% de esa matriz nacional. Todavía resta avanzar con Atucha III y el reactor Carem en Formosa. Tenemos las plantas nucleares pero hace falta alimentarlas con el combustible atómico, necesitamos uranio. En la prospección de realizada entre los ’50 y los ’80, fueron identificadas 5.000 manifestaciones radiactivas naturales, de las cuales al menos tres fueron las más importantes. Todavía hoy se estiman más de 15.000 ton de reserva de uranio en el país. En Salta, se explotó por más de 20 años la mina Don Otto y otras manifestaciones menores en los valles de Tonco y Amblayo. Con el hallazgo en Mendoza de Sierra Pintada, toda la atención se volcó en la explotación de ese rico yacimiento con reservas suficientes para abastecer las necesidades nacionales, dejando de lado otros en Córdoba, La Rioja y Salta. Finalmente, el depósito de Cerro Solo en Chubut, otro valioso depósito en la meseta patagónica, quedó sin ser explotado y aguarda su futura puesta en marcha.
Argentina, con su plan atómico de 61 años, no produce hoy ni un solo kg de uranio. Importamos de Kazajistán, de la ex-URSS, el 100% de uranio para nuestras plantas atómicas. Atucha II demandará 100 ton/año de uranio, lo que obligará a duplicar las importaciones de mineral. El uranio todavía se consigue en el mercado internacional, pero la fluctuación de su precio puede generar serios problemas en el futuro.
China tiene un plan nuclear de crecimiento geométrico de su energía nuclear, con 16, 32, 64, etc., centrales en este siglo, que proyecta un sistema energético en red para sostener su crecimiento ilimitado: el “Sol artificial”, en toda su superficie continental.
Otros países siguen avanzando en materia nuclear, como los vecinos Brasil y Chile. Esto hará que, a la larga, el precio del uranio alcance valores importantes. En 2000, la libra de uranio valía US$ 10. En 2007 alcanzó US$ 140/lb. Por la retracción de la demanda energética mundial, volvió a caer, hasta US$ 40/50/lb.
Urge volver la vista hacia nuestros yacimientos uraníferos, que permitirían crear trabajo y riqueza genuina y electricidad barata para el país. Hemos sufrido la demonización de ONGs, como Greenpeace, que atacan sin fundamentos a la energía atómica (y a cualquier desarrollo genuino de energía como Río Turbio o las hidroeléctricas del Paraná). Y lo hacen, entre otras cosas, para vender sus productos verdes, como los foquitos de bajo consumo, muy inferiores ecológicamente al filamento de tungsteno.
La energía atómica es barata, segura, no contaminante (produce fundamentalmente vapor de agua), no genera gases de efecto invernadero, sus residuos son perfectamente tratables y las plantas gozan de altos estándares de seguridad internacionales. En Japón, un inesperado terremoto 9.1º, seguido de un tsunami, no pudo destruir Fukushima. Le produjo averías menores, lo cual es lógico por la intensidad asombrosa del sismo y la liberación de energía desatada. Así y todo, los sofisticados controles funcionaron y bien. El caso de Alemania es diferente. El plan de Angela Merkel para frenar la energía nuclear se va a evaporar junto con su gobierno. Las energías alternativas ayudan pero no definen.
Nuestro país tiene que decidirse y cerrar completamente su ciclo del uranio, desde el yacimiento minero hasta la producción de energía, pasando por su procesamiento en las plantas nucleares y el aprovechamiento de todos los derivados, incluidos los isótopos radiactivos para la cura del cáncer y otras enfermedades.
Consecuente con su rol global, pionero en la energía atómica para usos pacíficos, de su desarrollo desde el Estado y empresas privadas, como INVAP (entre las mejores del mundo en reactores para radioisótopos), y la potencialidad de sus yacimientos minerales.