Argentina es un país rico en recursos hídricos. Desde la niñez se nos enseña que tenemos todos los climas y los recursos naturales, con la consecuente diversidad biológica. Sin embargo, esta abundancia tiene como contracara la poca valoración, ya que porque nuestros recursos siempre han estado fácilmente accesibles.
Por Marisa Arienza, Presidenta de Green Cross Argentina
Tenemos una cultura de derroche en múltiples aspectos, incluyendo el derroche sistemático del agua potable. Para dimensionar esta idea, en Argentina el promedio de uso de agua potable de las personas con acceso a la red (aproximadamente 75% de la población), es del orden de los 600 litros diarios, en tanto que en los Estados Unidos -país considerado con una cultura de despilfarro- alcanza los 450 a 400 litros diarios. Por su parte, los países más avanzados de Europa usan en promedio 250 litros diarios, haciendo uso racional del agua potable sin dejar de cubrir necesidades, ni siquiera recreativas.
También es relevante referirnos a los usos del agua potable y del agua dulce en general. La mayor proporción en el uso de agua en todas las etapas de la civilización hasta la actualidad es para riego, que utiliza aproximadamente 73% del agua dulce. La industria agrícola-ganadera consume 82% del agua dulce usada por la sociedad. En nuestro país, el consumo humano es del orden del 13% del uso total de agua, mientras que las industrias (incluyendo las extractivas) utilizan 7% y la ganadería, 9%.
¿Por qué no debemos derrochar agua potable cuando nuestros recursos hídricos son abundantes? Entre las razones de mayor importancia, podríamos enumerar las siguientes:
1) La producción y la distribución del agua potable requieren un importante esfuerzo económico y de infraestructura. Si bien tenemos recursos hídricos abundantes, potabilizar agua implica un esfuerzo social de gran envergadura. Aún sin subsidios estatales, las facturas de servicios de agua no reflejan el verdadero costo de potabilización y distribución. Derrochar agua es menospreciar el esfuerzo social de producción e implica destinar recursos innecesarios para potabilizar cantidades excesivas de agua en lugar de destinarlos a ampliar el acceso al agua potable a sectores que no acceden a ella, a mejorar su calidad o a aplicar ese esfuerzo económico, tecnológico y humano para el mejor desarrollo social y humano del país.;
2) La abundancia de recursos hídricos es despareja en las diversas regiones de nuestro país, tal como ocurre en el resto del mundo. La cultura del derroche impide mejorar la distribución del agua pues el esfuerzo queda concentrado en el hiperconsumo y en el consumo irracional;
3) El consumo indiscriminado puede hacer peligrar los volúmenes de agua provenientes de napas subterráneas por sobreexplotación y producirse escasez del agua de este origen.
Podríamos enumerar más razones para luchar contra el derroche de agua potable, pero estas tres son más que suficientes para trabajar en la reeducación de la población al respecto.
El objetivo central de nuestra sociedad debiera ser acceder al desarrollo y a la eliminación de la pobreza. Poseemos los recursos naturales y humanos para lograrlo, entre ellos, la abundancia de recursos hídricos que deberemos usar responsablemente para alcanzar el desarrollo humano y social sustentable.
Fuente: El Cronista