Durante un siglo y medio, Tandil fue la gran proveedora de piedra del país, una historia en la que mucho tuvieron que ver los viejos picapedreros "gringos" que dejaron en las canteras leyendas épicas de sangre, sudor y lágrimas.
Durante un siglo y medio, Tandil fue la gran proveedora de piedra del país, una historia en la que mucho tuvieron que ver los viejos picapedreros "gringos" que dejaron en las canteras leyendas épicas de sangre, sudor y lágrimas.
Hacia 1870, el tano Manuel Partassini, junto con otros coterráneos, extraían granito de la zona de del Cerro Los Leones que luego enviaban en carretas a Buenos Aires, una actividad que florecería con la llegada del Ferrocarril del Sur, en 1883.
El tren, y la voracidad de la "Argentina Opulenta" -Buenos Aires comenzaba a alfombrarse de adoquines- disparó las ventas de las rocas tandileras y tornó escasa la mano de obra. Por eso, otro empresario, Martín Penachi, volvió a "su" Italia en busca de más picapiedras. La población de trabajadores en las canteras, a comienzos del siglo XX, ya superaba las 12.000 almas.
En esas verdaderas ciudades en torno a las canteras, la vida era dura. En ese recinto alambrado, el jornal era pagado con una moneda que sólo servía dentro del campamento, las condiciones de trabajo eran muy precarias. Fue el caldo para el movimiento social y anarquista; a partir de 1909 Tandil vivió la "La Huelga Grande", que derivó en dos conquistas: la libertad de desplazamientos y el pago del salario en moneda efectiva y real.
Los testimonios de la época ilustran las precarias condiciones de higiene y seguridad. A lo que se sumaba la famosa Ley de Residencia, por la cual quien protestaba podría ser arrestado por la policía local y deportado a su país sin ningún tipo de juicio.
En los adultos mineros los accidentes eran más frecuentes que las enfermedades, pero era casi una rutina diaria ver pasar un carro con un niño muerto por la viruela, la diarrea estival, la pulmonía y la difteria.
En octubre de 1906, una asamblea de obreros de todas las canteras y nacionalidades, constituyó la Unión Obrera de las Canteras de Tandil y bajo el liderazgo de Luis Nelli que declaró la huelga en Cerro Leones. El movimiento obtuvo sus demandas y dos años después otra huelga muy violenta durante 11 meses en todas las canteras. Más de 3.000 hombres resultaron despedidos y muchos emigraron a canteras de Mar del Plata, Colonia (Uruguay), Olavarría y Balcarce.
Luego del Centenario de la República Argentina, la necesidad de la piedra o el granito disminuyó. Las calles de Buenos Aires ya tenían sus adoquines y la demanda era casi escasa hacia la década del ‘30. La piedra triturada sustituyó al adoquín y sepultó el esplendor de las canteras de Tandil. Comenzaba el ocaso de los viejos artesanos mineros: cortadores, refrendadores, adoquineros, granitulleros, cordoneros, herreros, peones, zorreros, cuarteadores, bochas, foguines, patarristas, barrenistas. En el convenio nacional para obreros mineros de 1959, los que antes encabezaban la nómina de las especialidades, habían quedado ocultos bajo el ominoso rubro de etcétera.
(Fuente: "La increíble historia de los picapiedras de Tandil". Revista Todo es Historia Nº 178. Marzo de 1982)