Los griegos y los romanos, excelentes arquitectos e ingenieros, estuvieron muy interesados en los distintos tipos de rocas para efectuar las grandes construcciones de templos, estatuas y calles adoquinadas, y a la vez muy preocupados por su durabilidad futura. Hace más de dos mil años escribieron sobre los efectos adversos de los agentes meteóricos y su mayor o menor incidencia de acuerdo con los tipos de rocas.
Los puentes y acueductos romanos son un buen ejemplo de alta ingeniería y de la calidad de los materiales seleccionados. El acueducto de Segovia, con más de 2000 años de antigüedad, es una clara muestra de ello. Al igual que los numerosos puentes romanos en Europa y Asia Menor que todavía están en uso.
Las construcciones de los incas son otro ejemplo del buen uso de la piedra. En el valle de Ollantaytambo hay una construcción de roca porfídica, que se cree era un observatorio, donde a falta de buena piedra en el lugar (pizarras deleznables) debieron transportarla de la otra vertiente del valle y cruzar el río.
Vale recordar que no conocieron ni el hierro ni la rueda para tener idea del esfuerzo sobrehumano realizado. Allí debieron trabajar en conjunto los "geólogos", "ingenieros" y "arquitectos" incas junto a cientos de obreros para prospectar, explotar la cantera, transportar los bloques, diseñar y finalmente llevar a cabo dicha construcción.
Tampoco debemos olvidarnos lo que hicieron con la piedra en América los mayas y aztecas. Cada pueblo en cada región buscó y aprovechó lo mejor que se presentaba a su interés. Ahora bien, en condiciones naturales las rocas sufren los efectos clásicos del frío, calor, lluvias y viento que producen un impacto diferencial de acuerdo al material afectado.
Obviamente, mucho depende de las regiones climáticas en que nos encontremos y así puede primar una situación sobre la otra. Las rocas responderán de distinta manera si el ambiente es árido, húmedo, caliente, seco o frío.
Las diferencias térmicas diarias son muy importantes ya que, cuando son amplias, las rocas se calientan de día (dilatan) y se enfrían de noche (contraen) generando microfisuras en el marco de un fenómeno que se conoce como termoclastismo. En la Puna donde se registran hasta 50° C de amplitud térmica diaria las rocas pueden literalmente explotar. En climas fríos, el agua puede filtrarse en las fisuras y al congelar de noche el hielo formado genera una presión que puede romper la roca, lo que se conoce como crioclastismo.
La evaporación del agua en las fisuras puede dejar también un residuo de sales que al cristalizar y aumentar de volumen produce el fracturamiento rocoso. También el bioclastismo produce alteración y destrucción de las rocas tanto por las raíces de las plantas como por el trabajo constante de diversos organismos.
Hay muchos fenómenos naturales más, pero las ciudades han agregado algunos nuevos. Las fábricas, que alguna vez funcionaron con agua o viento, empezaron a quemar madera, luego siguieron con el carbón, los hidrocarburos, etcétera, generando más y más humo negro. Los edificios ennegrecidos de hollín fueron una clásica postal de la revolución industrial en las ciudades europeas y norteamericanas del siglo XIX.
Las fachadas de piedra de los edificios de las ciudades modernas, sufren el efecto meteórico de los agentes naturales que mencionamos anteriormente y también el efecto antrópico. Uno de los más dañinos es la lluvia ácida. Esta se produce como consecuencia de la enorme cantidad de gases que se inyectan diariamente en la atmósfera y que provienen de la quema de combustibles fósiles especialmente del tránsito vehicular.
Así automóviles, motos, ómnibus y camiones largan al aire monóxido de carbono, nitrógeno, azufre, etcétera, los que reaccionan químicamente en la atmósfera para dar finalmente ácidos varios. Este ácido de gran corrosividad cae con las lluvias y ataca las rocas expuestas. Si ellas contienen carbonatos o minerales de hierro el ataque es muy efectivo ya que va alterando lentamente las superficies expuestas.
Con el tiempo esas superficies quedan muy deterioradas, dando un aspecto ruinoso a los edificios y fachadas que las contienen. Son muchos más los fenómenos que afectan a las rocas en las ciudades en comparación con las de un área rural. En Estados Unidos y Europa se han llevado a cabo numerosos estudios para comprobar las alteraciones de las rocas. Los cementerios, con sus lápidas fechadas han sido una gran ayuda en las investigaciones. Se ha visto como algunos bajorrelieves han desaparecido en menos de doscientos años.
Entre las ruinas sudamericanas había preocupación por el "cáncer" de las piedras que se decía había atacado a las rocas del Cuzco, entre otras. Dicha "enfermedad" resultó ser el producto de orines humanos nitrogenados los que producen un ataque químico directo sobre las rocas. Otro tema de gran interés urbano son las veredas o aceras. Si bien hay materiales modernos, las viejas lajas y adoquines siguen siendo insustituibles. Las lajas cuarcíticas y los adoquines de pórfido o granito son excelentes para utilizar en esos espacios.
Más allá de las bondades que tienen esos materiales por ser naturales, ecológicos, durables y sustentables, están el de la resistencia a la abrasión, a su durabilidad para el alto tránsito, el ser antideslizantes, el tener un tamaño y espesor adecuados, una baja reflexión, resistencia al ataque químico, y muchas otras ventajas. Lamentablemente con el tiempo se los ha reemplazado por cualquier otro material artificial, muchas veces de pésima calidad, que tienen todas las desventajas en cuanto a su durabilidad y funcionalidad.
El afeamiento pétreo es una consecuencia de la calidad de las rocas utilizadas. Una cuarcita, por estar formada esencialmente por granos de cuarzo, tiene una gran resistencia a los ataques químicos y por el contrario una caliza sufre profundamente esos efectos. Todo ello tiene que ver con el contexto climático en que se encuentran ubicados los distintos tipos de rocas usadas en las construcciones antiguas y modernas. Actualmente ladrillos, cerámicos, mosaicos y cemento han desplazado a la piedra tradicional. Pero esta última se sigue usando y mantiene su valor como se aprecia en modernos hoteles internacionales y edificios de lujo.
Cuando vemos el uso intensivo de las rocas en las modernas construcciones estamos tentados a sospechar que la "Edad de la Piedra" aún no ha terminado. La temática tratada junto a otros aspectos que hacen a la ubicación de las ciudades, sus suelos y subsuelo, la presencia de agua superficial y subterránea, la ubicación de basurales, la altura de los edificios, parques y paseos, etcétera, son el campo de estudio de la geología urbana.
Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-CONICET)