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Escribe Alonso: Omar Espinosa, el minero legendario
05/05/2014

La minería está de duelo. Falleció don Justo Omar Espinosa a los 93 años de edad el domingo 24 de abril de 2014. Pocos hombres como él, de un origen humilde, y andino hasta la médula, dedicaron su vida entera a catear las montañas, los volcanes y los salares en busca de minerales, descubrirlos, explotarlos y transportarlos a las plantas de beneficio para generar en ese circuito virtuoso riqueza y trabajo genuino para su sostén y el de sus hermanos puneños.

La historia de la minería está formada por hombres, en su mayoría anónimos, cuyo trabajo y esfuerzo llevaron al descubrimiento de las riquezas minerales y a su explotación generando riqueza genuina con lo extraído del interior de la tierra. En nuestra región del norte argentino, la principal fuente de actividad minera se localiza en la Puna y ese espacio fue recorrido intensamente antes de los Incas, luego por estos que fueron extraordinarios mineros y metalurgistas, más tarde por los conquistadores y jesuitas, y así sucesivamente por cientos de individuos, antes, durante y después de la independencia.

La minería en Salta reconoce un sinnúmero de hombres, nativos e inmigrantes, que pusieron su esfuerzo en la búsqueda y extracción de los minerales. La mayoría fueron pequeños a medianos mineros y explotaron fundamentalmente los minerales no metalíferos y las rocas de aplicación. Esta fue la base de la minería salteña durante el último siglo, donde se destaca la extracción de sustancias tales como sal común, sal de roca, borato común (ulexita), bórax o tincal, colemanita, hidroboracita, perlita, ónix, azufre, sulfato de sodio, piedras lajas, aglomerado volcánico y algunos materiales más, cayendo muchos de ellos por escala dentro de la llamada minería social.

Entre los hombres que hicieron minería a lo largo del siglo XX, comenzando desde muy abajo, y creciendo lentamente con el fruto de su esfuerzo ético y honrado, se tiene al legendario minero de los Andes, don Justo Omar Espinosa. Don Omar nació el 9 de agosto de 1920. Desde muy niño comenzó a trabajar en San Antonio de los Cobres, el pueblo puneño que le marcó su destino.

Tenía 10 años cuando ocurrió el famoso terremoto de La Poma que afectó la región y que él bien recuerda por las botellas que caían de los estantes. A los 12 años llevaba a vender pan y comida a los obreros que trabajaban en la construcción del viaducto de La Polvorilla del ramal C14, hoy el símbolo del Tren a las Nubes. Muchas veces debía regresar a pie, en medio de la noche, junto a su hermano menor Novaro. Se cuenta que en una oportunidad debieron guarecerse en un cementerio y como su hermano tenía mucho miedo, Omar le dio el aliento necesario para aguantar el susto y llegar hasta el pueblo. 

Ya de joven comenzó a trabajar en el transporte de vituallas a la mina de oro de Incahuasi en el extremo austral del salar del Hombre Muerto. El periodista Roberto Vitry supo reflejar la importancia minera de esos tiempos cuando no había caminos y los camiones se rompían varias veces en los arenales. Se tardaba tres días desde salar de Pocitos para hacer los 140 km que hoy se recorren en un par de horas por una moderna pista mejorada por la empresa FMC-Minera del Altiplano. 

Con los años, don Omar se convirtió en empresario minero y empezó a prospectar, explorar y explotar numerosas minas de la Puna. Recorrió cada rincón de ese vasto territorio al cual brindó unos setenta años de su trabajo y actividad. Su mayor dedicación estuvo en la extracción de boratos, ónix y perlita, no solo en la explotación de las minas y las canteras, sino también como transportista de minerales. Trabajó numerosas minas propias y también actuó como contratista de minas de terceros, entre ellas las de hidroboracita y colemanita de la vieja Boroquímica SAMICAF en el distrito Sijes, salar de los Pastos Grandes. 

Don Omar siempre estuvo en la Puna, ayudando a quien lo necesitara en las inclemencias del frío desierto y todos lo recuerdan por su bonhomía, su generosidad, su capacidad de entrega y su don de hombre de bien. El afecto de los puneños por este auténtico minero llevó a que en la década de 1960 fuera elegido senador del departamento de Antofagasta de la Sierra. Personalmente lo conocí a principios de la década de 1980 en plena Puna y atesoro las largas conversaciones donde su memoria infalible traía recuerdos del amplio anecdotario de ese lejano oeste salteño. 

Historias sobre el oro, proezas de los arrieros a Chile, anécdotas de personajes míticos en la exploración de la Puna, recuerdos de las gentes que conoció, y tantas otras curiosidades que formaban parte de su enorme reservorio de experiencia. Narraba las historias con lujo de detalles, recordando con precisión nombres, fechas, anécdotas y situaciones. Fue él quien me contó la historia de antropofagia que protagonizaron a mediados del siglo XX los hermanos Acoria, Angel y Secundino, junto a un sobrino de ellos de 15 años de edad, luego de asesinar a un cazador de vicuñas y comer ritualmente partes de su cuerpo.

El hecho tuvo gran repercusión en la crónica policial de la época y fue estudiado científicamente por el Dr. Néstor Homero Palma en su clásico libro sobre la Medicina Popular de la Puna.

 Fue don Omar quien me presentó a estos hermanos antropófagos en la Puna en la década de 1980. La historia de los Acoria, su largo encierro carcelario, la tentación del abogado que les consiguió la libertad a cambio de una mina de oro, y su regreso a la vida pastoril de la Puna, tienen los condimentos necesarios para el guión de una película de cine. Al igual que otras historias parecidas que se dieron con los buscadores de oro y los forajidos que los robaban como en las mejores leyendas del Far West. 

Tal vez los poetas y cantores han reflejado con justicia la pasión minera de don Omar. Precisamente en la "Canción para Don Omar" con letra de Flavio Cruz y música de Isidro Sánchez, reza el estribillo: 

"Don Omar vuelva a Los Andes/ no se me quiera perder/ Padre de la Minería/ seguro ya no ha de haber/ en cada senda la Luna/ le entrega el amanecer". O en el poema que le dedicara Carlos N. Fadel, cuando dice: "El nombrarte, es transportar/ tu figura a la montaña/ quién te viera a todas horas/ con tus fuerzas y tu temple/ observando sus entrañas".

La montaña, la minería y don Omar forman una notable simbiosis de la entrañable Salta andina. Su nobleza de espíritu y su tesón minero quedarán grabados para siempre en su patria puneña.


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