Distintos aspectos de la política exterior argentina concitan en estas últimas semanas una atención especial, con el énfasis puesto en evitar que las relaciones con los países vecinos, y con otros países e interlocutores externos, se vean afectadas por conflictos e incidentes coyunturales o por problemas de índole doméstica que perjudican los intereses y la imagen de nuestro país ante el mundo.
Se han acumulado en los últimos tiempos varias de estas cuestiones que inciden negativamente en la marcha de nuestra diplomacia. Al estancamiento del conflicto por las pasteras con Uruguay y el desentendimiento, ya parcialmente superado, con los Estados Unidos por la investigación judicial de las valijas con dinero procedente de Venezuela que se sigue en Miami, se sumó la negativa del Vaticano a aceptar al embajador propuesto por la Argentina para ese destino. Además, las incomodidades y fricciones suscitadas durante la visita oficial del presidente de Guinea Ecuatorial, un dictador acusado de violaciones a los derechos humanos.
Se deben agregar a esta lista las irregularidades en las licencias diplomáticas otorgadas para la importación de autos lujosos que fueron luego revendidos en el mercado local; un caso que está en manos de la Justicia y salpicó a varias delegaciones extranjeras y funcionarios de la Cancillería.
Este conjunto de circunstancias problemáticas ocurre en un panorama frente al cual se requieren estrategias y tratamientos solventes y sustentables de inserción regional e internacional. La perspectiva de una desaceleración -si no recesión- de la economía internacional obligará a reforzar las políticas de resguardo del mercado interno, sostenimiento del equilibrio fiscal y promoción de las exportaciones, así como avanzar en la diversificación de recursos exportables, búsqueda de nuevos mercados y complementación de las economías nacionales en el marco de la integración regional.
Los acuerdos con Brasil en materia productiva, de cooperación en áreas científico-tecnológicas y de defensa y de reclamos conjuntos ante la OMC deben entenderse como parte de esta orientación estratégica destinada a reducir asimetrías y vulnerabilidades propias y evitar impactos negativos de los eventuales cambios y alteraciones externas. Lo mismo se aplica al entendimiento que pueda alcanzarse con Bolivia para garantizar la provisión de gas natural y enfrentar de manera conjunta el déficit energético.
Los grandes anuncios y proyectos de más largo alcance ceden su lugar, en estos casos, a las necesidades del presente y los temas impostergables del futuro inmediato, como lo es precisamente el de la oferta energética. Pero enfrentar con éxito el complicado y volátil panorama internacional exige también de altos componentes de previsibilidad y confianza en las relaciones con otros países, sean éstos socios o competidores circunstanciales, amigos o adversarios, interlocutores más o menos relevantes para nuestro país.
La presidencia pro témpore del Mercosur que le toca en este período a la Argentina y la presencia de la presidenta Kirchner en la reunión del Grupo de Río que se realiza en los próximos días en República Dominicana ofrecen la oportunidad de fortalecer el consenso multilateral y los procesos de integración productiva, por sobre las diferencias y asimetrías entre los países que siguen marcando el paso de las negociaciones e intercambios.
La política exterior requiere, en síntesis, del sostenimiento de una estrategia realista de proyección externa, que debe entenderse como política de Estado, sin descuidar los aspectos específicos atinentes a las buenas relaciones diplomáticas con otros países y sin dejar que las aristas conflictivas obstruyan la mejor representación del interés nacional .
Distintos aspectos de la política exterior argentina requieren una atención especial por parte del Gobierno. Se debería evitar que las relaciones con los países vecinos y otros países e interlocutores externos se vean afectadas por conflictos e incidentes coyunturales, o por problemas de índole doméstica que perjudican los intereses y la imagen de nuestro país ante el mundo.
Joaquín Morales Solá: "Contrastes de la Presidenta"
La Nación, Buenos Aires
www.lanacion.com.ar
La crisis energética cubre como una frazada corta a Brasil, la Argentina y Bolivia. El gas es escaso y el principal productor, Bolivia, no seduce a los inversores. La Argentina, tampoco. Y Brasil siempre recibe menos de lo que necesita. Brasil no resolverá los problemas que la Argentina postergó, como se comprobó ayer. No, al menos, si su generosidad significara sacrificar la poderosa industria de San Pablo.
Sin embargo, Cristina Kirchner lanzó el viernes conceptos de integración que sonaron como música en los oídos brasileños. Hay que llevar esas palabras a las certidumbres. Un día antes, quedó eufórica tras una larga reunión con legisladores norteamericanos; era la reconciliación de hecho con Washington. Setenta días pasaron entre la primera decepción y la última alegría. ¿Qué justificó, entonces, aquella inicial y explosiva acusación contra el gobierno norteamericano?
La Presidenta le dijo a Lula que la energía es un problema común porque Brasil tiene muchos intereses en la industria argentina. Es cierto. ¿Qué hacer en tal caso? ¿Echar al capital brasileño de la Argentina o profundizar la integración entre los dos países? Cristina Kirchner avanzó en su idea de una integración industrial, que podría definir qué producirá cada país para que el Mercosur tenga una oferta común al mundo. Es lo que vienen proponiendo muchos dirigentes brasileños desde hace varios años. La Argentina demoró, como demora todo, sus respuestas.
Los acuerdos sobre cuestiones nucleares y de defensa son, más allá de su contenido, los más simbólicos. Los dos países tienen una historia compartida de absurdas hipótesis de guerra, que hasta frenaron el desarrollo de las regiones fronterizas. La sepultura de la historia necesita de un ritual.
El carismático Lula suele decir en las principales capitales del mundo (lo dijo en Madrid hace poco) que la política exterior de su país empieza en la Argentina. Es mi política. Lean los documentos de Itamaraty , recalca. El gas es el único diferendo de estos días entre los dos países. La crisis energética es mundial, pero la Argentina hizo lo suyo (espantar inversiones en los últimos años, fundamentalmente) para profundizarla. Evo Morales se columpia entre las necesidades de sus dos vecinos. Pero el presidente boliviano lo anticipó en Brasilia hace poco: cumplirá con Brasil, por sobre todo otro compromiso. Evo tiene autonomistas en Bolivia deslumbrados por Brasil. Curtido rastreador del poder, sabe que una sola cosa no le está permitida en aquella lucha por la integridad de su país: enfrentarse con Brasil.
En San Pablo no hace tanto frío en el invierno como en Buenos Aires, le dijo Cristina a Lula. Es cierto, pero la industria brasileña es un gigante siempre sediento, le contestó Lula. La industria es para Brasil casi una definición de la patria. La frazada cubre y descubre. La crisis energética no la resolverá aquí tampoco la gresca constante de Guillermo Moreno con las petroleras. Ya volveremos a él.
Cristina Kirchner sigue la elección norteamericana como si fuera una pelea al lado de su casa. Mira los debates por televisión y hasta compara los conceptos de Hillary y de Obama. Cuenta delegados y superdelegados del Partido Demócrata. Sobre esos detalles se enredó con los legisladores norteamericanos y por eso uno de ellos le echó más flores que cualquier argentino. La relación está mejor que antes del 10 de diciembre , afirmó, más austero, un diplomático en Washington.
Nada cambió desde que se abrió la investigación en Miami por la valija de Antonini Wilson. El gobierno norteamericano sigue siendo el mismo y los valijeros siguen hablando. El único cambio consistió en que el gobierno argentino se notificó de que los fiscales norteamericanos tienen poco y nada que ver con su gobierno. ¿Para qué sirvió, entonces, el escándalo argentino del principio? ¿Alguien en el gobierno no debió contrastar la deducción y la información antes de que la Presidenta tomara el micrófono?
Información y reflexión. Cristina es más reflexiva que Néstor Kirchner, pero le escasea la información cuando no la consigue por su cuenta. Le pasó con el dictador guineano Teodoro Obiang. Se enteró de quién era sólo cuando leyó los diarios. A Obiang no lo trajo Julio De Vido. Lo aseguran los propios adversarios de De Vido en el gabinete. Sería fácil depositar el pecado en De Vido, viejo pecador, pero él no cometió ese pecado.
El error fue de la Cancillería. Jorge Taiana cargó las culpas sobre la línea profesional de su cartera. Africa es una asignatura para el mundo occidental. ¿Acaso se la ignorará sólo porque se parece a una vasta plantación de dictadores? ¿O se tratará de influir sobre ese continente para llevarlo a los métodos de la democracia y de la transparencia? Sea cual sea la respuesta, lo cierto es que un gobierno no puede invitar a alguien que no sabe quién es. Una cabeza debería caer en algún nivel diplomático por semejante desorden.
El mundo que imaginó la Presidenta comienza a acomodarse. Su problema son las módicas certidumbres argentinas. Por ejemplo, otra elección que la atrae es la española y ahí tiene el corazón inclinado hacia Rodríguez Zapatero. Pero su gobierno no puede resolver el problema de Aerolíneas Argentinas y Austral, propiedad de un poderoso grupo español. Los dueños de Aerolíneas Argentinas, Gerardo Díaz Ferrán y Gonzalo Pascual, son los líderes de la central empresaria española. Cristina no le haría ningún favor a Zapatero si le agregara un adversario más a los que ya tiene. Su amigo español está peleando las elecciones, cuerpo a cuerpo, con un sólido partido opositor.
Los conflictos de Aerolíneas Argentinas son vetustos. Huelga de pilotos de Austral contra los de Aerolíneas. El motivo es la posesión de unos aviones que ya no sólo no se fabrican; tampoco existe la fábrica que los hacía. El secretario de Transporte, Ricardo Jaime, llamó a sus amigos de los colectivos y de los trenes para interesarlos en una posible compra de la empresa. Es poco serio. Un reciente contrato de la compañía para la compra de nuevos aviones fue por 6000 millones de dólares; son créditos, desde ya. ¿Qué empresario argentino podría asumir semejante compromiso? No los hay, simplemente, y los dueños españoles de Aerolíneas no quieren vender. Jaime se divierte con una tragedia: los argentinos y los turistas no vuelan o vuelan en la incertidumbre.
Martín Lousteau tiene un problema que no es político ni personal: es de solvencia técnica. Su contrincante es Moreno, que a veces confunde el cargo de secretario con el de ministro. El problema técnico se reduce a cómo salir de esa fórmula que mató al Indec persiguiendo que las noticias sean siempre buenas. Néstor Kirchner lo usó a Moreno, al principio de todo, para darles un susto a los empresarios. Era, decía, sólo un golpe sobre la mesa. El golpe se convirtió en un modelo. A los argentinos les cuesta cambiar los modelos de la economía.
Lousteau se ha propuesto crear un Indec creíble para los agentes económicos. A Moreno le interesan sólo los índices, no el Indec. Mete la mano, manipula, decide. Ni los economistas más pintados están preparados para meterse en el reino de las estadísticas de costo de vida. Moreno, en cambio, se pavonea, campante. Lousteau mencionó por ahí la palabra certidumbre como el agente de la seducción a los inversores. Un nuevo y un viejo orden parecen combatir en toda la administración. El final se hace esperar. Mientras tanto, la Argentina es precaria.
¿Pruebas? Según embrionarias mediciones de la inversión extranjera en América latina en 2007, la Argentina quedó rezagada al sexto lugar como receptor, con una caída del 11 por ciento. En el mismo año, Brasil, México, Chile, Colombia y Perú registraron crecimientos satelitales de inversión externa. La culpable no es la economía. Son las instituciones, los mensajes cruzados, las travesuras de trastienda, la certidumbre, en fin, como una ausencia.
Por Joaquín Morales Solá
Repartir lo que no alcanza es todo un dilema. Con esa dura verdad como contexto, en el primer nivel del gobierno argentino se expresó satisfacción por el saldo de la minicumbre gasífera de ayer en Olivos. “Nos vino bárbaro. Politizar la cuestión, ponerla en órbita de los gobiernos es lo que quería Cristina”, salda uno de los ministros comprometido en las tratativas. Conformes dentro de lo posible, vale interlinear.
El cuadro de situación mete vértigo. Los tres países concernidos (Argentina, Bolivia y Brasil) crecen mucho, también en consumo energético. La mayoría de los habitantes del Altiplano sigue sin tener gas domiciliario, pero el consumo general se duplicó desde 2004. Las voluntaristas proyecciones sobre la producción de ese país toparon con bretes surtidos: la crisis política, la feroz oposición, la condición novata del MAS en gestión, por enumerar apenas algunas causas. Aquí y ahora Bolivia no puede honrar las promesas plasmadas con Argentina hace un par de años. Comparada con Brasil, Argentina es un pequeño importador desde Bolivia: su ambición era una remesa diaria de 7,7 millones de metros cúbicos, hoy pasa menos de la mitad.
“Es la espuma del café”, metaforiza un funcionario avezado en el tema “nuestro consumo máximo de 140 millones de metros cúbicos-día”. Se trata de una expresión coloquial: no es pura espuma, por dos razones. La primera es que el Gobierno está jugado a juntar energía de distintas canastas porque la demanda siempre frisa el máximo disponible, o sea que nada sobra. La segunda, que la espuma se deriva en buena medida a países limítrofes. Uruguay, Chile (relación que ya produjo chisporroteos que el Gobierno quiere minimizar), Paraguay. Y, aunque parezca un invento, Bolivia, que compra garrafas.
Pero lo esencial, que los funcionarios no dirán ante el micrófono, es que su primera preocupación es el volumen, mucho más que los precios. El volumen que no sacia una demanda siempre creciente, que remata en producción, crecimiento, empleo... y en algún eslabón de la cadena en votos. Una secuencia que describe la sustentabilidad política y que también obsesiona a Evo y a Lula.
Politizar: El titular de Petrobras, José Gabrielli, había puesto un límite pesado: ni una molécula adicional de gas para la Argentina. “Petrobras es un fierro, una gigantesca empresa, un jugador de verdad, no es igual a Enarsa”, discierne con sensata sorna un propulsor de Enarsa.
Gabrielli –coinciden testigos argentinos– tuvo un rol protagónico en el diálogo en Olivos. “Lula le cedía la palabra muy a menudo, le daba la derecha en todos los temas técnicos.” Petrobras, una empresa de gestualidad imperial que colisionó de frente con el gobierno de Morales, no es un interlocutor manirroto. La Comisión (ejem) trilateral le dará a la relación un sesgo distinto, creen a la vera de Cristina Fernández. Esa presencia estatal que tiene en la cima a presidentes aliados –aspiran– no inventará gas ni lo traerá de regalo, pero podrá funcionar en momentos de urgencia. Si hay una semana de frío intenso –suponen– Lula (que maneja baremos extraeconómicos) arbitrará para que haya una excepción a la regla de Gabrielli.
En tanto, se conformará un grupo político que discurrirá sobre exploración, producción oferta y demanda. Aunque a regañadientes, en el Gobierno aceptan pecar de optimistas en los albores del mandato de Evo, aunque perseveran en su mirada entusiasta. La producción de gas se centra en territorios ajenos a los rebeldes secesionistas, en estos años se han encontrado nuevos yacimientos. Argentina, que paga mejor que Brasil, podría primar en la asignación ulterior.
Porque ya se contó, el precio se paga porque...
...lo importante es el volumen: “Necesitamos un flujo de Bolivia y una mano si hay contingencias, sobre todo en los 25 o 30 días de temperaturas frías extremas”, maquinan en Infraestructura. De Vido está habituado a mover los recursos existentes como quien juega al TEG. Este año incorporará barcazas con gas, un recurso que empinados gerenciadores privados menosprecian y motejan como “africanización”, sin que al Gobierno se le mueva un pelo.
Tampoco pesa el precio del producto, la tesis oficial es que mientras crezcan el PBI y las reservas, las discusiones (en el ágora, que es donde cuenta) se saldarán a favor. El crecimiento convalida la mayor inversión, hasta la necesaria para zafar en la coyuntura, tal es la matriz real del pensamiento oficial.
La ecuación para negociar a futuro es compleja, los estados (presentes en la comisión creada ayer) son solo una parte. Gigantescas empresas completan el elenco. En la Rosada infieren que, después de ayer, disponen de más barajas para negociar con ellas. Alegan que los operadores de Bolivia (Repsol, Petrobras y Tottal por ejemplo) también actúan en Argentina, lo que aumenta la posibilidad de persuadirlos.
“Vamos a incorporar mil megawatts, estamos invirtiendo un millón de dólares por día en Atucha II, la inauguraremos para el Bicentenario.” Un año antes de las presidenciales, razona este diario, falta mucho.
Keynesiano, se obstina por mirar el corto plazo. “¿Y si falta gas en invierno?”, inquiere. “Seguiremos con el plan ‘Energía total’, reemplazar gas por combustible líquido y subsidiar a las empresas.” Se da por hecho que firmarán al pie y que las consecuencias ulteriores volverán los dineros al fisco. Siempre funcionó, carburan y creen que todo verdor perdurará.
Que llueva: El Gobierno, sin verbalizarlo, pone patas arribas una vieja consigna: está persuadido de que lo caro sale barato. O, por contarlo con más extensión y delicadeza, que vale la pena el gasto mientras funcione el circuito: producción, consumo, exportaciones, cosecha de la AFIP y siga la noria.
El Gobierno vive al día, no sin sobresaltos. Todo modo, le va mejor que a sus contradictores. Le profetizaron colapsos energéticos que (por lo menos hasta el cierre de esta nota) no llegaron. Tampoco fueron certeros cuando zarandearon que la inversión en combustibles sustitutos y los pagos excesivos a Bolivia se comerían las reservas, tanto como la prodigalidad electoral. Con debates y elecciones ganados, el Gobierno ni sueña con la autocrítica, ese arte tan ajeno a sus premisas.
La carrera de la producción sigue creciendo, a la par con el consumo de los particulares. La historia, entonces, no tocó a su final, feliz o de catástrofe. Se sustancia día a día, juntando energía de a puchos, inventando fuentes alternativas, comprando. Ayer el Gobierno cargó unos metros cúbicos de política. Su real cuántum se discernirá según pasen los meses.
Diz que en el mediano plazo habrá más holgura, diz que incluso existirá en contados meses. En el ínterin todo suma, incluso mirar al cielo. El Chocón está casi sin líquido, mala fortuna. Pero –la naturaleza es piadosa– en Brasil cayó mucha agua. Buen dato, porque la matriz energética de allí es preferentemente hidráulica, a diferencia de la Argentina. Si el agua da y (dado que Lula banca) podrán ceder algo en el gas o de electricidad si es que pinta. Tal vez el refrán “siempre que llovió paró” reconozca una excepción bajo climas tropicales.
En esa conjunción de decisionismo, gestión de lo escaso, apuesta tenaz al crecimiento sin techo transcurrió el mandato de Néstor Kirchner. En el camino trabó lazos con algunos aliados. En ellos confía, en parte, para seguir en su pulsión por el día a día.
¿Y el largo plazo? Siempre es una materia opcional para los neokeynesianos.
Víctor Bronstein: "Una nueva integración"
Página 12, Buenos Aires
Director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (Ceepys). Profesor e investigador UBA.
La energía es la base de nuestra civilización industrial y de nuestra forma de vida. Por lo tanto, el desarrollo de los países de nuestra región requiere integrarnos energéticamente para garantizar la accesibilidad y disponibilidad de los distintos recursos energéticos de acuerdo a las necesidades de los distintos países. La Integración Energética será la columna vertebral de la integración regional. Esta afirmación se basa en el carácter estructural de la actividad energética, que obliga a políticas permanentes de cooperación y desarrollo. América del Sur es una región privilegiada que puede autoabastecerse energéticamente, con Bolivia y Venezuela como los grandes productores y Brasil y Argentina como grandes consumidores.
Sin embargo, hay distintas maneras de integrarse y el encuentro entre los presidentes Lula, Evo Morales y Cristina Kirchner es un paso más hacia una integración que tenga en cuenta principalmente los intereses de los países de la región y sepulte definitivamente el proyecto de integración energética diseñado por Estados Unidos en la década de los noventa para garantizarse el abastecimiento petrolero. Estados Unidos siempre consideró la energía como un problema de seguridad y, por lo tanto, tiende a establecer “políticas de seguridad” en función de sus necesidades energéticas
En 1990, George Bush presenta la “Iniciativa de las Américas”, donde, entre otras cosas, desarrolla la idea de facilitar el ingreso de las empresas petroleras de su país en el mercado energético de América latina. Esta iniciativa tuvo una amplia e inesperada acogida por la mayoría de los gobiernos latinoamericanos de aquel momento, principalmente por los “tres lamentables Carlos”: Carlos Salinas en México, Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Carlos Saúl Menem en Argentina,
Unos años más tarde, el Proyecto de Integración Energética Hemisférica (IEH) propuesto por Clinton en la Cumbre Hemisférica de las Américas, o Cumbre de Miami, realizada en diciembre de 1994, fue una de las estrategias más importantes en la política estadounidense de integración continental junto con el ALCA.
Ahí se planteó: “Las naciones del hemisferio han iniciado una nueva era de crecimiento económico. Esta nueva era se basa en una mayor cooperación económica, en un comercio más libre y en mercados abiertos. El desarrollo económico sostenible requiere de la cooperación hemisférica en el campo de la energía”.
La IEH era un foro político para la cooperación energética entre los países americanos tutelado por Estados Unidos. La iniciativa buscaba, entre otras cosas, la complementariedad de los recursos energéticos de la región, asegurar el suministro energético y estabilizar los mercados regionales de energía. Asimismo, la IEH tenía como objetivo ampliar las vías de comunicación entre los gobiernos, las empresas nacionales de energía y las grandes empresas multinacionales.
Resultado de lo anterior fueron las reformas a los marcos jurídicos del sector energético de los distintos países de la región, la desregulación de los mercados, las privatizaciones y sus consecuencias.
Hoy, el problema energético se ha instalado con fuerza en la región y en el mundo y requiere establecer estrategias que garanticen el desarrollo armónico de nuestros países ante una posible escasez mundial de energía. Para esto debemos trabajar por una nueva integración energética regional que trascienda las discusiones coyunturales como, por ejemplo, sobre la cantidad de gas que puede enviarnos Bolivia este año si Brasil lo acepta. Es necesario establecer mecanismos regionales de planificación y cooperación que permitan discutir las inversiones en el sector energético, compartir tecnología, trabajar en nuevas fuentes de energía e, incluso, pensar en una matriz energética regional. La complejidad del problema energético trasciende las cuestiones económicas, políticas o empresariales y requiere un abordaje integral y de largo plazo. Y la integración regional sólo será posible con una nueva integración energética.
Marcos Rebasa: "En busca del tiempo perdido"
Página 12, Buenos Aires
www.pagina12.com.ar
Especialista en servicios públicos y energía. Integrante del Foro de los Servicios Públicos y del Petróleo.
El encuentro entre Cristina Kirchner y Lula se inscribe en el relanzamiento de la alianza estratégica con Brasil como eje de la política exterior argentina en el Cono Sur. Decisión inteligente, que intenta superar las dificultades subyacentes en esa relación. Desafío que supone también el intento de descontar los desequilibrios producidos en el área energética –aunque no sólo en ese sector– entre ambos países durante los años ’90 como producto de una política interna argentina equivocada y funesta en ese aspecto para los intereses nacionales. Argentina lideraba, en los años previos, en desarrollo nuclear y producción hidrocarburífera. Hoy es al revés y Brasil es el adelantado en construcción de centrales nucleares y en el descubrimiento de importantes yacimientos de petróleo y gas. Por la necesaria complementariedad en esos ámbitos y por las condicionantes de inserción en el mundo de nuestra región, la reafirmación de esta alianza es un hecho altamente positivo. Sin dejar de reconocer, como lo han hecho ambos presidentes, que existen importantes discrepancias en numerosos temas de la relación. Y que Brasil tiene una política internacional, que comprende especialmente el área energética, de alto protagonismo regional, la cual supone a veces cuotas de intransigencia. Por ello, todos los puentes que se tiendan entre ambas naciones para afianzar los intercambios serán bienvenidos. Incluyendo las obras de infraestructura común, como la impostergable central hidroeléctrica de Garabí. Y el intercambio en la sensible área nuclear.
Por otro lado, nuestra relación con Bolivia presenta características diferentes, ya que con ese país nos unen intereses e historia común, a menudo olvidada por algunos sectores del pensamiento local. La activa presencia argentina actual en Bolivia es una garantía de equilibrio regional, modificando de ese modo una ausencia que supo ocupar Brasil, especialmente en el área energética, y últimamente Venezuela. Es importante entender esto para evaluar el precio que se decidió pagar por el gas que se adquiere allí, así como también las negociaciones desencadenadas a partir de aquella decisión política. Argentina ha retomado protagonismo en Bolivia y, con ello, en la política regional energética. Ahora este complejo juego de relaciones permite una negociación tripartita con relación al envío de gas desde Bolivia a los dos países compradores, tratativas que pondrán a prueba la solidez de los vínculos en esta zona de la región. Escenario que admite también otro equilibrio mayor al complementarse con la también importante y estratégica relación argentina con Venezuela. Asociación que tiene en el área energética su mayor desarrollo. Es por ello que este sector de la economía desempeña hoy como nunca un rol catalizador de las políticas de interrelación entre los países de América del Sur. Argentina necesita el gas de Bolivia, pero en tanto este país desarrolla todo su potencial para honrar los contratos firmados, debe recurrir a Venezuela u otros países para cubrir sus requerimientos. Brasil, a su vez, suministra electricidad en momentos específicos de la demanda nacional. Puede ocurrir en un futuro que Argentina vuelva a ser exportador de energía, siempre que las políticas de expansión en exploración de gas y petróleo y en generación eléctrica adquieran la dimensión y continuidad de una política de Estado. Este conjunto de circunstancias muestra claramente que Argentina está jugando una política energética regional “en busca del tiempo perdido”, sin demasiadas alternativas para elegir. Sólo queda esperar que esa búsqueda incluya también políticas internas sólidas y protagónicas en el sector energético.