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LA SONAMI, EN ALERTA POR CIANURO MINERO EN EUROPA
25/06/2010

China también anuncia que va a reducir su nivel de contaminación

Clarín
Las principales economías del planeta han hecho, a raíz de la inminente cumbre climática de Copenhague, una demostración de cómo se revive a un muerto. Días atrás nadie apostaba un centavo por el éxito de la histórica cita que debía ampliar y actualizar las bases del Protocolo de Kioto y, sin embargo, ahora Copenhague respira, está consciente y hasta habla. Primero fueron Brasil e Indonesia quienes presentaron objetivos concretos y ambiciosos para 2020, el miércoles fue el turno de los EE.UU., y ayer, para cerrar el círculo, China sacó del horno su propuesta de reducción de emisiones. El objetivo: recortar para 2020 entre un 40 y un 45% su intensidad carbónica (emisión de dióxido de carbono -CO2- por unidad de producto bruto interior o PBI) con relación a los niveles de 2005. Obama habló de reducir en un 17% en 2020, en un 30% en 2025 y en un 42% en 2030 también respecto a los niveles de 2005.

El concepto de intensidad carbónica es algo más vago que una reducción global de emisiones. Permite a las economías emergentes seguir ampliando su emisión de gases en función de su crecimiento económico, haciendo que los recortes se limiten a porcentajes de su PBI. Eso demuestra una vez más que para China la economía es lo primero, si bien el Protocolo de Kioto no obliga a las potencias emergentes como la misma China, Brasil o la India (que también apuesta por reducir su intensidad carbónica) a marcarse objetivos concretos. En parte, porque aún hoy estos países luchan por sacar de la pobreza a centenares de millones de personas.

"Es una acción voluntaria tomada por el gobierno chino en función de las condiciones del país y una contribución importante a los esfuerzos mundiales para luchar contra el cambio climático", declaró el Consejo de Estado (equivalente al Ejecutivo) en un comunicado. Antes, el Ministerio de Asuntos Exteriores había anunciado que el premier chino, Wen Jiabao, encabezará la delegación en Copenhague entre el 7 y el 18 de diciembre. Según el ministerio, la presencia de Wen "demuestra la gran importancia que el gobierno chino da al cambio climático y su voluntad política de trabajar con la comunidad internacional en este asunto". Que los máximos emisores de gases de efecto invernadero, es decir, los máximos contaminantes (China y EE.UU.) pongan sobre la mesa objetivos concretos supone un "empuje moral" para la cumbre danesa, afirmó ayer John Hay, vocero de la Secretaría para el Cambio Climático de la UE. El índice de contaminación de Beijing hoy es levemente superior al de Washington.

Otros actores sensibles también lanzaron mensajes de esperanza: "El mundo necesita un acuerdo legalmente vinculante, y China muestra que tiene la voluntad política de adoptar un papel principal", destacó Hou Yanli, de la organización ecologista WWF en China. Por su parte, Ailun Yang, de Greenpeace China, apuntó que el gobierno "podría haber hecho más", aunque admitió que se trata de "un anuncio significativo en un momento muy importante".

Pero que China prometa no implica necesariamente que vaya a cumplir. El recorte propuesto para 2020 es el doble del marcado por su Plan Quinquenal para 2006-2010, donde se apuntaba una reducción del 20% en su intensidad carbónica. El período está a punto de terminar y el objetivo está lejos de alcanzarse. Beijing suele argumentar que es injusto medir a todos con la misma vara, puesto que el calentamiento global ha sido causado principalmente por Occidente en su proceso de industrialización y éste debe, en consecuencia, asumir sus "responsabilidades históricas" financiando transferencias de tecnología limpia hacia los países en desarrollo.

Pero tampoco China puede dar ejemplo de desarrollo sostenible. Buena parte del país se sustenta en el consumo de carbón, un mineral altamente contaminante. Por eso cada invierno, cuando se intensifica su quema, las grandes ciudades como Beijing quedan cubiertas por un manto grisáceo letal para la salud. Quien sí parece haberse concientizado de la necesidad de revertir la actual situación es Japón, que se ha marcado una reducción global de emisiones del 25% para 2020, el objetivo más ambicioso hasta la fecha.

Un motivo de elogio que, sin embargo, está provocando grandes inquietudes en sectores clave como el del automóvil, que se pregunta cómo va a aplicar el país un recorte tan drástico sin perjudicar una economía que apenas comienza a ver la luz tras una durísima recesión.

Calesita

Clarín

Paula Lugones

Europa presiona a EE.UU. y China -los países más contaminantes- para que impongan límites drásticos a su nivel de emisión de gases, algo que vienen eludiendo para poder crecer sin barreras. Acosado por sus promesas de campaña y por la izquierda demócrata cada vez más desanimada, Obama propuso finalmente un recorte y, a la vez, alentó a su par chino Hu Jintao para que hiciera lo propio. Por primera vez, ha habido un gesto de los dos gigantes en favor de las demandas de todo el mundo. Para muchos no alcanza, aunque es una luz para un pacto global en Copenhague. Pero las presiones siguen su juego: desde Manaos, Lula y otros líderes llaman a "los gringos" a que paguen por la preservación del Amazonas. A su vez, el empresariado de EE.UU. tiene los pelos de punta y somete al congreso de su país a un fuerte lobby para desechar la iniciativa de Obama de bajar la contaminación. Dicen que no es oportuna la medida, en tiempos de recesión. Los intereses en juego son inmensos, pero el planeta pide un freno urgente a esta calesita de apremios y dilaciones.


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