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ANALISIS
La larga mano de la Reserva Federal y la crisis financiera
03/02/2014

La larga mano de la Reserva Federal y la crisis financiera

Clarín. Por Marcelo Cantelmi

Fue bello mientras duró, apunta con esa ironía tan característica el Financial Times. Hoy, que la historia desarma una estantería que duró años, enormes símbolos de ese auge comienzan a perder estatura. Los Brics, un conjunto de países que según Goldman Sachs estaban destinados desde las periferias a ser el gran polo del desarrollo capitalista, de un momento al otro devinieron en la contracara de lo que se esperaba.

Ahora han aparecido “los cinco frágiles”. El primer grupo era el acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. El otro, el de esta flamante intemperie, aun no incluye a China, pero sí a los otros cuatro más Indonesia. Un sexto jugador de esa periferia hasta hace poco jugosa es Turquía. Se trata de las naciones que, en estas horas han descubierto sus monedas súbitamente en el barranco.

Un conjunto de factores contribuyó a este problema. Uno y de gran calado es la finalización gradual del esquema de estímulos que desde hace más de un lustro aplica la Reserva Federal norteamericana, con el efecto colateral de una lluvia de dólares baratos en toda la periferia mundial. Pero lo que más sobresale es el dato evidente de que pese a cierto optimismo superficial, sigue muy lejos de superarse la gran crisis económica y financiera de 2008.

¿Qué ha sucedido? Pues que estos países salieron al ruedo con aumentos de sus tasas de interés (de 7,75 a 12% en el caso turco) en un intento por retener esos fondos altamente especulativos del programa que se dio EE.UU. para mantener relativamente a flote su economía. Esa política consistió en la inyección de US$ 85 mil millones mensuales en el sistema financiero que se regaron por el mundo buscando mejores beneficios frente a la tasa de los bonos norteamericanos casi a cero.

En los países de la periferia acabaron siendo usados, en una gran mayoría de los casos, para maquillar problemas estructurales que no fueron resueltos. Ahora, la nueva situación que se expande por esas orillas los expone a una perspectiva de recesión, inflación y fuertes ajustes.

Se calcula que la FED, más las contribuciones del Banco Central de Japón o el de Gran Bretaña, que tienen sus propios “easing”, como se denomina a estos estímulos, bombearon cerca de 10 billones de dólares (un 10 con doce ceros) en los mercados financieros desde el crack de 2008. Ese dinero ahora ha comenzado a regresar al Norte mundial tras la decisión de la FED de reducir drásticamente el monto de los estímulos. El “efecto vacío” de esa migración marcará definitivamente el año que comienza. Hay analistas que recuerdan la crisis financiera de Asia del 97/98 como una referencia de este presente, pero la dibujan incluso con una proyección más global porque afectará, con ganadores y perdedores, a esos paises y a las inversiones que se radicaron en la periferia. Este proceso, que puede visualizarse como una marejada que entra y sale abruptamente de la playa, se produce por la expectativa de un cambio al alza en las tasas norteamericanas tras el cambio en la estrategia de la FED. Pero además por la aparición de otros elementos en la ecuación, como la retracción estructural de China cuya economía ha perdido impulso moderándose como la gran locomotora que había sido de ese mundo en desarrollo.

No es un fenómeno coyuntural. Un análisis de Goldman Sachs que se centra en la situaciones de varios de los integrantes del flamante club de los “cinco frágiles”, pronostica “un bajo rendimiento y alta volatilidad de esas economías en, al menos, los próximos cinco a diez años”.

El problema chino es el más complejo. Una caída de la masa laboral debido al tema de las limitaciones de la natalidad se combina con un crecimiento anual en torno a 7,5% con perspectiva bajista. El país ha perdido mercados, además por la crisis global y no es posible recuperarlos. De ahí que con el mismo tono del Financial Times, la última edición de The Economist concluyó con resignación sobre el gigante asiático: “terminaron los años de oro”.

La salida dramática de fondos del Sur al Norte, se asemeja apenas al proceso que Argentina o Venezuela vienen experimentando pero desde hace más de tres años. Son situaciones diferentes. Como estos dos países se aislaron de los mercados internacionales, no están perdiendo lo que nunca tuvieron como, en cambio, sucede, con Brasil, Turquía o India. Es la metáfora del vagabundo en el parque que es el único que no se preocupa por el incendio que sucede en ese momento en el banco de la esquina. Conviene observar esto porque, en la confusión, se intenta justificar con esta nueva fase de la crisis internacional la debacle que por razones muy internas consume de manera simultánea a las dos más maltrechas economías sudamericanas.

Este sábado asume el principal sillón de la FED, Janet Yellen, una señora de amplios pergaminos económicos y esposa de un Premio Nobel de esa especialidad. La mujer sabe de qué se trata. Fue vicepresidente del organismo durante gran parte de este largo lapso de ocho años que la encabezó Ben Shalom Bernanke, el creador de la política de estímulos de la cual Yellen es corresponsable.

A ella le tocará desarmarla transformando virtualmente la economía del planeta. Se debe tener en cuenta que así como inyectó dinero en el mercado, la FED cargó en las alforjas tenencias de activos financieros del tamaño del PBI de Alemania, unos 4 billones de dólares. Si las tasas de interés se incrementan, el valor de esos papeles caerá con costosas pérdidas que el FMI calcula en 4% en el caso del banco central norteamericano, 7,5% el japonés o 6% en el británico.

Hay un déjà vu en esta historia. George Bush designó a Bernanke un par de años antes de estallar la bancarrota de 2008. Como su sucesora hoy, también era entonces vicepresidente de la FED a las órdenes del mítico Alan Greenspan, durante cuya gestión se desarrolló la burbuja inmobiliaria con el desquicio de la desregulación y las hipotecas basura. Eso fue lo que debió desandar luego Bernanke del modo que sabemos y tras admitir con una frase memorable que estuvo “lento en reconocer la crisis”.


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