No está a la altura de las clásicas guerras frías San Juan-Mendoza, pero una pizca de eso hay. No es esto -aún- ni las bofetadas (literales) por la promoción industrial, ni los celos cruzados por las fiestas Vendimia-Del Sol, ni los zapateos por algún privilegio político del vecino, ni el histeriqueo antiminero versus la pureza del agua, ni los capítulos tensos entre el Verdinegro y el Tomba con las policías en el medio. Quien quiera ver en el sorpresivo faltazo cruzado de mendocinos en San Juan y sanjuaninos en Mendoza de los últimos meses un regreso a aquellos clásicos roces, alguna razón tendrá.
Tapizada de resquemores cruzados está la relación, un tanto apagados en los últimos tiempos a la luz de la fuerza que hicieron Gioja-Paco o Gioja-Jaque para acercar y no romper. Pero cuando no es la cata es la jaula, y ahora parece ser que la política vitivinícola metió la cola para reactivar el viejo clásico regional.
La caravana sanjuanina a tierras vendimiales de este año fue más estrecha que se recuerde últimamente, en número y en jerarquía. Siempre la Coviar le pone garra para arrancar todos los sábados de la fiesta a un número generoso de periodistas y empresarios desde San Juan, pero esta vez fueron más los que se subieron al colectivo para llegar en transporte gratuito al corazón de la movida mendocino y con gastos pagos, que a trabajar y a hacer número en el frente empresario.
Contribuyeron varias cosas. Una, el descrédito de la Coviar en una provincia (San Juan) en la que la corporación deja poco y nada, más bien recauda entre todos los engranajes del negocio vitivinícola sanjuanino para llevarse esos dinerillos para afuera, y entonces resulta lógico que pocas cosas caigan simpáticas. Otra, que los tiempos van cambiando: de aquella tradicionales transmisiones por radio y TV para San Juan de una fiesta de la Vendimia que hacía flamear el blasón de la actividad –aunque en realidad fuera una fiesta mendocina- hoy queda bastante poco. El interés sanjuanino se fue apagando, nació una fiesta propia y hoy en día son verdaderamente pocos los que se acuerdan de sintonizar la TV en San Juan para seguir la vendimia.
El interés político es otra cosa. Y encima, este año no sólo pegó el faltazo José Luis Gioja –un habitué de estas fiestas, ahora con lógicas razones para no ir- sino tampoco envió al vice Sergio Uñac. Sí estuvo el intendente capitalino Marcelo Lima, quien puede ser cómodamente interpretado como un emisario del gobernador de alto nivel, pero al jefe comunal se lo vio en el cierre del Frank Romero Day. Durante el día, en el desayuno de la Coviar y el almuerzo de las fuerzas vivas, el intendente estuvo en el hotel de autoridades en intenso diálogo con el embajador argentino en Chile, Ginés González García. Una clara muestra sobre dónde estuvo el interés provincial durante la cita mendocina.
Esos dos eventos previos –el desayuno y el almuerzo- son las dos citas eminentemente políticas y económicas de cada encuentro vendimial. En el primero desfilan los funcionarios con engolados discursos sobre todo lo que hicieron por la actividad, generalmente de altísimo nivel. Esta vez fue el ministro Carlos Casamiquela con un promesa que no deja de ser sustanciosa: nada menos que la de subsidiar el flete de Mendoza al puerto (no dijo nada sobre San Juan). También desfilan los productores y las entidades con sus cuentas pendientes con el sector oficial, en lo que suele ser un desfile de palazos y de llantos sectoriales. También la Coviar suele reflexionar en público sobre el promisorio futuro del sector.
En el almuerzo es el turno del desfile político entre el poderoso empresariado mendocino, salpicado de figuras de rango nacional. Allí siempre hay que ir, más allá de lo circunspecto del momento y de que rara vez suele hablarse de algún asunto estratégico. Pero es el día y la hora en que cualquier dirigente con aspiraciones debe dejarse ver. Cómo lo será, que este año tuvo a casi todas las figuras políticas de fuste en la dimensión nacional. Estuvo Mauricio Macri, apareció Pino Solanas, no faltó Daniel Scioli junto a Jorge Capitanich, y lógicamente estuvieron los locales Julio Cobos y Ernesto Sanz. Sergio Massa, la figura del momento, no se apareció el sábado pero sí lo hizo al día siguiente, en la Vendimia Solidaria que organiza Daniel Vila y a la que se quedaron casi todos.
¿De qué se habla en esos encuentros? De casi nada relevante, pero se intercambian tarjetas, miradas, compromisos de encuentros posteriores y se agradece la invitación. Es el gran escenario del tablero político y económico, en especial para todos aquellos que quieren llegar a algún lugar.
José Luis Gioja suele ir, aunque no siempre se queda. Depende de las ganas y del clima político, y esta vez no se sintió que hubiera algo atractivo para el sanjuanino en medio de tanta gente. Aunque al desayuno atravesado por la política vitivinícola nunca falta. Esta vez estuvieron allí el ministro del rubro, Alós, y el secretario Andrés Díaz Cano. Ellos debían estar, pero claramente hubo allí un descenso en el status.
Las razones de estos plantones de baja intensidad –suaves, como se dice ahora- tienen que ver con que las cosas no están bien entre San Juan y Mendoza por la política vitivinícola de cada uno. Eso, de cada uno, porque lo que se nota es que en ese plano no existe la espalda contra espalda, cada uno juega su partido y en ese esquema terminan perdiendo los más chicos.
Nadie lo dirá oficialmente, ni siquiera admitirlo. Sólo es asunto de atar cabos entre el evidente faltazo sanjuanino a Mendoza –antecedido por otro faltazo, el de Paco Pérez a la Fiesta del Sol- y la mandada en solitario del mendocino en su estrategia para no chocar de frente contra al reclamo viñatero y bodeguero. En San Juan se quejan de que a Paco lo corren con la vaina, lo asustan, y el mendocino termina resolviendo en soledad y para la tribuna, mientras en San Juan se quedan a las señas en soledad.
Paco fue en primero en venir a San Juan luego del regreso de Gioja desde su convalecencia. Trajo a su equipo productivo y hablaron de los términos de la cosecha, pero el buen gesto se quedó en esas buenas intenciones. Se anunció el porcentaje de mostos pero, como siempre, hay desconfianzas cruzadas sobre su cumplimiento. En seguida, Mendoza anunció un sistema de precios de compra a $2,50 financiado el kilo de uva que fue unilateral y dejó a los sanjuaninos pedaleando.
No tuvo más remedio el gobierno sanjuanino que salir a imitarlo, y lo hizo fijando un precio financiado de $2,05, por lo tanto no puede evitar que en cada marcha los viñateros enrostren el precio que se paga en Mendoza. Curioso que el precio mendocino seduzca a los sanjuaninos, pero no satisfaga a los propios supuestos beneficiarios de Mendoza, como atestigua el melonazo que tuvo que atajar Paco desde la tribuna vendimial, además de la rechifla de productores siempre dispuestos a mostrar un disgusto al que ni las mejores condiciones son capaces de callar.
Eso sí, a la candidata antiminera que desfiló por palco la aplaudieron todos por igual.