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DEBATE
Oña: Dólar no baja. Oviedo: Ajuste empresario. Montenegro: Relato K
11/11/2014

El dólar que el Gobierno no baja

Clarín

Por Alcadio Oña.

El tándem Kicillof-Vanoli no ahorra presiones ni gastos ajenos en su intento por pinchar los dólares paralelos y evitar que las reservas sigan cayendo. Allana, suspende y multa agencias de bolsa; ha puesto en marcha una muy ventajosa bicicleta financiera con bonos a cubierto de devaluaciones que irán a la cuenta del próximo gobierno, y sepulta el eslogan moreniano de “cuidar la mesa de los argentinos” reabriendo exportaciones agrícolas antes bloqueadas.

Así, mientras sea posible, están logrando una paz cambiaria semejante a la de Juan Carlos Fábrega, guiada por un método también semejante: aplicar parches de apuro que no atacan las causas del problema sino sus efectos. Las causas anclan en la escasa oferta de divisas y los efectos son, justamente, la demanda provocada por la escasez de divisas.

Después de la devaluación de enero y del fuerte aumento de las tasas de interés, Fábrega hizo retroceder al blue y al contado con liqui y achicó al 30% la brecha con el oficial. El ministro de Economía y el actual jefe del Banco Central también consiguieron un resultado parecido con los paralelos, sólo que la brecha todavía ronda el 50%.

Pero existe otro número que para algunos ha pasado inadvertido en medio del barullo, aunque pulveriza consignas históricas del kirchnerismo e incluso deja atrás a otros difíciles de igualar. En los últimos doce meses, el Gobierno ha devaluado nada menos que un 43%.

Esto significa que el ajuste cambiario pasó de largo la inflación del 40% calculada por consultoras privadas que Kicillof se empeña en desacreditar. Y también al endiablado blue, que durante el mismo período subió 28%.

Y si se piensa que todo fue culpa del golpe que Fábrega le pegó al dólar oficial, vale un dato adicional también impresionante: la devaluación acumulada desde enero del año pasado alcanza al 71%.

El ministro de Economía ha sido siempre un crítico de las maxidevaluaciones, por al menos un par de motivos que él mismo ha explicado. Uno es que van directo a los precios y terminan pegándole a los salarios: de hecho, en el último año ni por asomo hubo un aumento en paritarias que orillara el 43%. Y el otro, que benefician a ciertas actividades concentradas.

Es evidente que a Kicillof se le están quemando algunos libros. Y también que ha reparado, tardíamente y a las apuradas, en que el retraso del dólar oficial encadena presiones cambiarias, aunque sea cierto que no todo el desajuste es culpa suya.

Pero la devaluación se ha probado insuficiente para aumentar las exportaciones, o sea, la fuente divisas que permitiría limpiar parte del terreno. Al contrario, bajan sin pausa: entre enero y septiembre, hubo US$ 6.524 millones menos que en el mismo período del año pasado; si no fue peor, porque también estas cifras del INDEC han entrado en zona de sospechas.

Habrá que concluir, entonces, en que el tipo de cambio solo no remueve el retroceso y la falta de competitividad en amplias ramas la producción nacional. Es otro problema que el kirchnerismo no resolvió o más bien lo empeoró, porque traba importaciones clave para elaborar bienes destinados a mercados del exterior.

También luce similar a un contrasentido que la recesión contribuya a aliviar la factura energética. Entre la caída de la actividad económica, un invierno benigno y la merma de los precios del petróleo, en los primeros nueve meses las importaciones de gas y combustibles retrocedieron 10,7%.

Nada para festejar, pues según datos parciales de la Aduana hasta octubre han consumido US$ 10.043 millones y van camino de los 12.000 millones en todo el año.

El punto es que desde enero de 2009, cuando las compras empezaron a intensificarse, la cuenta de la crisis energética ya le ha salido al país impresionantes 48.000 millones de dólares. Y este es un chorro imposible de cortar hasta que Vaca Muerta bombee petróleo y gas en volúmenes considerables.

A pura presión y capturando divisas de dónde sea, el tándem Kicillof-Vanoli busca tender un puente hacia principios de 2015. Pero así consiguiesen que un grupo de empresarios les compre el juicio a los fondos buitre, lo cual todavía suena muy verde, acordar con todos los holdouts implicará asumir el costo político de enterrar varias y pomposas leyes kirchneristas.
Nada de eso garantiza un repunte vigoroso de la economía, sí que dejará patinando una frase que Kicillof le dedicó a la oposición: “No voten como una escribanía de los buitres”. Llegado el caso, el oficialismo deberá que tragarse el sapo, bancarse el batifondo y votar tal cual hace siempre: como una escribanía de la Casa Rosada.

Es notable que el ciclo K concluya penando por los dólares, cuando nunca en cien años la Argentina tuvo una relación tan favorable entre los precios de los bienes que exporta y los precios de los bienes que importa. Ni contó con tasas de interés internacionales increíblemente bajas.

Dice Dante Sica, director de la consultora abeceb.com: “El arreglo con los holdouts no debería ser visto como el final de la película, sino como el comienzo. Luego será inevitable poner el caja el déficit fiscal, enfrentar la distorsión de los precios relativos (tarifas y dólar, entre otros) y recuperar la competitividad de la economía”. Todo y más, a la cuenta de quienes vengan.

Alquimias para forzar un ajuste empresarial

La Nación

Por Jorge Oviedo.

La presión impositiva de Ganancias llega a niveles absurdos en los salarios, pero el Estado no quiere ajustarse. Quiere que lo haga el sector privado. El mensaje es: todo el gasto público es bueno, razonable, eficiente y equitativo y no merece que se le retacee ni un solo centavo. El dispendio en Aerolíneas, el multimedios estatal y los paraestatales, los miles de agentes designados en cargos de nombres absurdos para los que, según las mismas normas de designación, no están capacitados. Nada de eso puede ser desfinanciado, rebajando una presión salarial injusta.

Entonces debería ser el sector privado el que lo compense. Es decir, que el empleador compense al asalariado porque el Estado le cobra una imposición injusta. Es curioso, en el gobierno nacional, popular con un modelo de matriz diversificada e inclusión social, el sector privado debe reparar las injusticias que comete el sector público.

El problema es que el impuesto a la ganancias, que en otros países grava a las personas con rentas muy altas, está diseñado para que no pueda ser trasladado. Otros tributos sí pueden ser llevados al bolsillo de otro.

Pero si los empleadores aumentan los salarios de sus empleados, éstos pagan más por Ganancias. Si les entregan un bono o una compensación o un beneficio, también están gravados.

Por eso con los petroleros chubutenses hubo que hacer una excepción extraña, pero muy precisa. Para extenderla a otros trabajadores habría que hacer una norma parecida. No es tan sencillo.

Si el derecho laboral es igual remuneración por igual trabajo, no se entiende por qué los gravámenes sobre iguales remuneraciones deberían ser distintos según la actividad. El sistema impositivo argentino es una maraña inextricable, incluso para los especialistas. Las sucesivas reformas con cuentagotas y parches no hacen sino empeorar esa situación.

COMPARACIONES

En la Argentina los impuestos al trabajo personal son sumamente altos. Se suele contabilizar sólo lo que paga el trabajador. Pero hay aquí un ejemplo de tributo que se traslada. Los llamados "aportes patronales" son, en realidad, pagados por el empleado, como lo relataba siempre Roberto Alemann. "El empleador calcula cuánto le cuesta un trabajador, cuánto está dispuesto a pagarle, descuenta todos los tributos, patronales y personales, y le abona el residuo", decía. Ése es un impuesto perfectamente trasladable.

Los defensores de la alta presión actual siempre se defienden diciendo que en países como los Estados Unidos la presión es más grande. Es cierto, pero aquí el IVA es el 21% y no del 10% -y a veces menos, depende del estado- del tax y surtax americanos. "Se grava el salario, aquí lo llaman aportes y en los Estados Unidos lo llaman impuesto a la renta", decía Alemann sobre estos mismos temas en los 90. En Alemania también la presión es alta y el IVA es más parecido al nuestro. Pero basta ver cuánto gasto público reemplaza allí al privado. Las autopistas son gratuitas y los servicios públicos son excelentes.

En la Argentina, además, al IVA hay que sumarle Ingresos Brutos. Los impuestos al trabajo son excesivos, pero parece ser que la solución tiene que darla el sector privado, recortando sus ganancias, como si fuera un nuevo impuesto.

¿La realidad se ajusta al relato K?

El Cronista

Por Maximiliano Montenegro.

Algunas voces del kichnerismo explican por estos días que la economía argentina se enfrenta, una vez más, a la famosa ‘restricción estructural’ de dólares. Desde esa perspectiva, el ‘modelo productivo de matriz diversificada’ habría encontrado un cuello de botella en su vigorosa expansión, basada en una industria sustitutiva de importaciones, en la escasez de dólares que históricamente frenó las etapas de crecimiento en Argentina. El relato K vuelve en el túnel del tiempo a la década del sesenta, cuando el economista cubano Carlos Díaz Alejandro explicaba los ciclos de ‘stop and go’ que condicionaban a la Argentina: la industria crecía gracias a los dólares que aportaba el campo, sustituía importaciones de productos finales y generaba empleo, pero en cierto momento los dólares del agro ya no alcanzaban para financiar la compra de maquinarias, equipos e insumos importados, y era inevitable una fuerte devaluación y/o recesión que ahorrara las divisas necesarias para iniciar una nueva fase de prosperidad.

En palabras de Díaz Alejandro (1966): "El principal freno al crecimiento ha sido la escasez de divisas (y la consecuente escasez de maquinaria y equipo) y tal escasez se ha debido en gran parte a la limitado oferta interna de bienes exportables". En términos de Raúl Prebisch (1963): "La corrección del desequilibrio por la sustitución de importaciones no dura mucho tiempo, pues nuevos incrementos de la demanda de importaciones, no acompañados de un ascenso equivalente de las exportaciones, conducen otra vez al estrangulamiento exterior".

Sin embargo, esta vez la falta de divisas ocurre en un contexto en que el país enfrentó los términos de intercambio más favorables en el último siglo (materias primas caras y manufacturas baratas), con un boom en la producción agrícola gracias a la soja (que no se consume en el país) y en un momento en que las tasas de interés internacionales son excepcionalmente bajas debido al sobrante de dólares en todo el mundo. Díaz Alejandro y Prebisch jamás hubieran imaginado este mundo del revés y se sorprenderían que, con semejante usina de dólares disponible, la economía argentina volviera a exhibir la misma restricción que cincuenta años atrás.

El relato K suele experimentar dificultades para encajar en la realidad. Lo curioso es cuando los funcionarios se esfuerzan por adaptar la realidad al relato.

Entre 2007 y 2011, debido al regreso de la inflación, la acumulación del atraso cambiario y la desconfianza en la política económica, la fuga de capitales ascendió a u$s 80.000 millones. Dólares que ingresaron por la ventanilla comercial del boom sojero y se fueron por la ventanilla financiera a cajas de seguridad, colchones y cuentas en el exterior.

Hasta 2010, el sector automotor y la armaduría de electrónica de Tierra del Fuego generaban un déficit de dólares de u$s 11.700 millones, pero aún así el Banco Central todavía acumulaba reservas porque el sector energético y el turístico todavía arrojaban un superávit en conjunto superior a los u$s 5000 millones. En 2013, al déficit de los autos y la electrónica (u$s 14.700 millones) se sumó el déficit energético (u$s 6300 millones) y el turístico (argentinos que gastaron en el exterior u$s 8700 millones más que las divisas que dejaron los extranjeros en el país), estimulado por el cepo, la brecha cambiaria y el dólar oficial barato.

El cepo al dólar como política de Estado significó además cerrar la puerta de todo ingreso de fondos frescos al país, e incluso clausuró la refinanciación de deudas que hasta entonces realizaban las empresas privadas. Para colmo, fascinada con el relato de ‘vivir con lo nuestro’, la presidente abusó de la política de cancelar deudas con reservas del Banco Central durante 4 años, una estrategia ideada en su origen como un instrumento transitorio hasta bajar el costo del riesgo argentino.

Los manuales de economía del futuro, seguramente incorporarán un capítulo especial sobre la Argentina contemporánea. Deberán desentrañar cómo se despilfarraron tantos dólares para que reaparezca la restricción del sector externo de 5 décadas atrás.

Hoy las opciones que enfrenta Kicillof son claras. Si se aferrara al relato, profundizaría la recesión como única vía para ahorrar los dólares faltantes. Según datos del BCRA, en el tercer trimestre, las importaciones del sector automotriz cayeron 80% respecto de igual período del año pasado y representan la mitad del ajuste de las compras del exterior.

Una señal de que ese camino ya no es viable políticamente, es la desesperación del Gobierno por ‘pasar la gorra’ en sectores estratégicos, aún a costa de ofrecer polémicas concesiones a los que agitan el salvavidas de los dólares: petroleras, telefónicas, cerealeras, los proyectos llave en mano de los chinos.

Pero esas divisas, importantes para descomprimir el mercado cambiario, difícilmente alcancen para poner nuevamente en marcha a la economía. De ahí la presión que ejercen por estos días Scioli, gobernadores e intendentes del oficialismo para que en enero se cierre una negociación con los holdouts en el juzgado de Griesa. Primer paso necesario para emitir deuda en dólares a tasas razonables en el mercado de capitales y levantar la restricción externa.

Hace un par de meses un economista de diálogo fluido con Scioli tuvo una conversación franca con Cristina y Kicillof . La presidente todavía estaba enojada por el bloqueo de Griesa y le preguntó a su interlocutor por qué no llegaban capitales al país si ella había implementado la agenda que tanto le reclamaba el mercado: acordar el pago con Repsol, cerrar trato con el Club de París y aceptar los juicios en el CIADI contra el Estado argentino. El economista apeló a una metáfora para atraer la atención de Cristina: "Esto no es como construir una ruta, que si no la concluís por lo menos utilizás los 80 km que pavimen taste. Esto es como hacer un puente: si no lo terminás, no podés usar nada". Kicillof salió rápido a cruzarlo: "Nosotros sabemos nadar", le dijo, sonriente.

Desde entonces la economía está mucho más fría. Y el economista confía en que la presidente ya no lo deje chapotear en el agua.


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