Juan M. Biset*
Desde el año pasado la OCDE viene llevando adelante una iniciativa relacionada con el diseño de políticas públicas específicamente dirigidas a las “regiones mineras”.
Contrariamente al concepto que se instaló con cierta fuerza a mediados del Siglo XX respecto de la supuesta maldición de los recursos naturales, el “mal holandés” e ideas similares, las regiones especializadas en la actividad minera pueden ser motores muy importantes de desarrollo nacional y regional.
Desde este punto de partida –ratificado con datos propios de OCDE– el organismo convocó en 2017 a una Conferencia centrada en los problemas y desafíos específicos que presentan estas regiones, con el objeto de desarrollar todo su potencial de forma sustentable.
El primer encuentro fue concebido como una única reunión y tuvo lugar en Antofagasta, Chile, en octubre de 2017, con el título “Generando una red para mejorar la productividad y el bienestar”.
De dicho encuentro participaron –además del país anfitrión– representantes de México, Perú, Estados Unidos, Canadá, Australia, Finlandia y Suecia, entre otros, además de ONG’s y empresas mineras con presencia global y en el norte de Chile. De mi lado, tuve el privilegio de asistir en representación de la entonces Subsecretaría de Política Minera del Ministerio de Energía y Minería de la Nación.
Fue tal el interés que despertó el tema en todos los participantes que a partir de este “único evento”, la OCDE resolvió conformar una Iniciativa Plurianual encuadrada dentro de su Centro de Políticas Regionales y Rurales.
Así, hace pocos días acaba de ocurrir, en la ciudad de Darwin, Territorio del Norte de Australia, la ahora Segunda Reunión Anual de “Regiones y Ciudades Mineras”.
Se prevén unas cuatro reuniones anuales más –la próxima en Suecia– además del desarrollo de iniciativas dirigidas a generar un “paquete” de políticas públicas específicamente diseñado para estas regiones y ciudades mineras.
El encuentro de Darwin hizo hincapié en cuestiones comunitarias, sociales y de diversificación productiva y se ordenó alrededor de talleres y exposiciones sobre “Competitividad y crecimiento”, “Diversificación Económica”, “Servicios e Infraestructura para Regiones Remotas” y “Reinversión de Recursos para el Desarrollo Regional”, entre otros.
Al igual que en Chile, participaron representantes de los principales países y regiones mineras del mundo (incluyendo a Australia, Canadá, Chile, Estados Unidos, Finlandia, Suecia, Vietnam, Papua Nueva Guinea, Indonesia y el Reino Unido), además de ONG’s, empresas, universidades y representantes de comunidades indígenas.
Nuevamente tuve la oportunidad de participar, esta vez como miembro de la Carrera de Especialización en Derecho y Política de los Recursos Naturales y del Ambiente de la Universidad de Buenos Aires, y parte del Comité de Diseño de la Conferencia. La exposición que compartí se centró en la Puna como región minera, y en los desafíos y oportunidades que ésta enfrenta.
La iniciativa OCDE–Regiones Mineras está en pleno desarrollo, y tiene cada vez más impulso y relevancia.
Constituye una plataforma excepcional en la cual compartir experiencias, aciertos y errores y conocer en profundidad las mejores prácticas de algunas de las principales jurisdicciones mineras del mundo. Este conocimiento y este aprendizaje, pueden aplicarse en Argentina, para apuntar a que la minería se constituya en una alternativa cada vez más afianzada de desarrollo sustentable del país y sus habitantes.
* Ex Subsecretario de Sustentabilidad Minera de Argentina