RICARDO ALONSO
Para los incas, una cultura de montañas y de alturas, la Puna era un lugar delicioso. Los españoles se encontraron con una región dura, difícil e inhóspita.
Cruzar la Puna en plena "Pequeña Edad de Hielo" (LIA) fue para Almagro una proeza semejante a la encarada por Lope de Aguirre en su busca de "El Dorado" y que fuera magistralmente interpretado por Klaus Kinski en "La ira de Dios", un filme de Werner Herzog.
Los viajeros que hacían la travesía entre el Río de La Plata y el Alto Perú pasaban por las ciudades de Salta y Jujuy y luego seguían el trayecto de la Quebrada de Humahuaca, subiendo a la Puna ya en su extremo norte. De esta manera el resto de la Puna se mantenía como un territorio desconocido que, en la mayoría de los mapas, aparecía como "El Despoblado" o la "Terra Incógnita".
Sabemos que el territorio fue cruzado por los españoles empezando con la extraordinaria y casi mítica expedición de Diego de Almagro, narrada por el sacerdote Cristóbal de Molina y de cuya versión se tiene conocimiento por una carta al rey de fecha 12 de junio de 1539. Historiadores recientes han demostrado que el autor no fue Molina el "Almagrista" o "El Chileno" (para diferenciarlo de Cristóbal de Molina "El Cuzqueño"), sino otro de los miembros de la misión de Almagro: Bartolomé Segovia.
Más tarde lo haría la expedición de Diego de Rojas (1543) quién cruzó la actual Puna de Jujuy, a lo largo de las salinas de Guayatayoc y Salinas Grandes hasta alcanzar el Abra del Acay.
Luego se sucederían numerosos viajeros o comentaristas que ingresaron desde Chile o Perú, caso de Felipe de Gutiérrez (1543), Nicolás de Heredia (1550), o Juan Núñez de Prado, que busca una conexión entre las viejas ciudades.
Un dato histórico relevante es que las primeras uvas se plantan en La Paya en 1550 y allí se logran los primeros vinos. Luego siguen Alonso de Ovalle (1646), Cano y Olmedilla (1775) y Filiberto de Mena (1791), por mencionar algunos.
Los jesuitas se habían instalado a lo largo del siglo XVII y XVIII en algunos lugares de la Puna tales como Antofalla en Catamarca, Incahuasi en el salar del Hombre Muerto, Rosario de Coyahuaima en Jujuy y otros puntos de interés, siempre en el tema de la explotación de metales preciosos. En 1767 debieron dejar la región por real cédula de Carlos III y allí se perdió todo lo que se sabía sobre los yacimientos que habían descubierto, los estudios sobre los depósitos minerales y las técnicas de concentración y beneficio por amalgamación y fundición.
Casi no hay referencias a la minería de lo que hoy es el territorio de la Puna argentina en la época colonial o bien las mismas son muy difusas. Entre las excepciones se cuenta a Juan del Pino Manrique, gobernador de la provincia de Potosí. Este funcionario español redactó un informe sobre la situación de los territorios bajo su administración que envió al Excelentísimo Señor Virrey, Marqués de Loreto, fechado en Potosí el 16 de diciembre de 1787 y cuyo título fuera: "Descripción de la Villa de Potosí y de los Partidos sujetos a su Intendencia".
Pedro de Ángelis (1784-1859), bibliófilo nacido en Nápoles, que llegó al país a principios del siglo XIX, rescató el manuscrito de manos de Manuel de Uclés y lo publicó en 1836. Gracias a ello, encontramos una interesante referencia a minas explotadas por los antiguos.
Dice Manrique "El curato de San Pedro de Atacama dista 160 leguas de esta capital con cinco anexos que son: San Lucas de Toconao, Santiago de Socaire, San Roque de Peyne, Susquis e Ingahuasi. Este último es un mineral de oro hoy arruinado, aunque de nombre en lo antiguo. De temperamento frío, y escaso de todos comestibles, de que les proveen los inmediatos valles del Tucumán" (p. 34). Más adelante comenta: "A más de Ingahuasi, hacia los confines de la provincia de Salta, tiene otros tres minerales de oro, a saber: Susquis, Olaros y San Antonio del Cobre, que siempre han sido trabajados por los indios con la escasez y poco fomento que acostumbran. En estos, el trabajo es más permanente que en Ingahuasi, porque como veremos no están sujetos a la estación precisa de aguas, sin la que en este último no se pueden moler los metales, hacer lavas y beneficiarlos por azogue" (p. 35).
Se refiere a la mina de oro de Incahuasi al sur del salar del Hombre Muerto, así como Susques Olaroz y San Antonio de los Cobres.
Uno de los primeros viajeros de la Puna, con un texto rico en observaciones, fue el naturalista suizo Jakob von Tschudi (1818-1889), quién en 1858 atravesó la región ingresando por Molinos en los Valles Calchaquíes (donde aclara que probó los mejores vinos de su viaje) y cruzó por las cuencas de Pastos Grandes, Pocitos hasta superar la cordillera volcánica y dirigirse hacia el puerto de Cobija.
Su trabajo fue reeditado por la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba y es una preciosa pieza bibliográfica por su calidad, antigedad y también por quién llegaría a ser más tarde, uno de los grandes sabios adoptivos del Perú. Al punto que escribió su obra en compañía de Mariano de Rivero y Ustariz, un amigo de Humboldt y de otros sabios europeos de la época.
En 1879 estalla la Guerra del Pacífico a causa del control de las nitrateras o salitreras y de las guaneras o covaderas. Los fertilizantes en el siglo XIX eran como el petróleo en tiempos actuales. La Puna quedó como territorio soberano indefinido y Chile comienza a enviar comisiones de sabios como las encabezadas por Alejandro Bertrand, Francisco J. San Román y Lorenzo Sundt, entre otras muchas.
Una figura de relevancia como viajero científico con observaciones sobre la geología y minería fue el Dr. Luis Brackebusch (1849-1908), sabio alemán de la Academia Nacional de Ciencias, quien transitó el norte argentino a principios de 1880 a los efectos de confeccionar su mapa geológico del interior de la República Argentina.
Brackebusch recorrió Salinas Grandes, El Acay y San Antonio de los Cobres antes que Becerra en 1887. En su texto de 1883 dice: “Arreglé los preparativos para otro viaje, que debía llevarme a otros puntos casi desconocidos de la República, a aquel monte plateado llamado La Puna, que colinda directamente con Bolivia”. Esto prueba cual era el sentimiento de los viajeros que consideraban a la Puna en esa época una tierra inexplorada, llena de misterio y de límites imprecisos. Brackebusch permaneció en Argentina entre 1873 y 1887 publicando numerosos trabajos. Su anecdotario de viajes es una joya literaria y en parte fue publicado por la Universidad Nacional de Tucumán y reeditado por la Universidad Nacional de Jujuy bajo el título: “Por los caminos del Norte”.
El metalurgista alemán Emilio Hunicken (1827-1896) fue comisionado en 1890 por el gobierno argentino para obtener información minera del norte argentino de cara a la exposición minera y metalúrgica que iba a realizarse en Chile de 1894. Es así como visita la Puna por el mismo camino que había seguido Becerra, a través de las minas del Acay, San Antonio de los Cobres y otros minerales alrededor de este pueblo.
En 1900 las visitas comienzan a hacerse frecuentes y así llegan a la Puna, como viajeros científicos y naturalistas, una serie de personalidades. El general Daniel Cerri se hace cargo de la gobernación de Los Andes (1900-1901) y escribió unas memorias que se editaron en 1903. El alemán Oscar Doering (1844- 1917) también realizó una visita en 1900 publicando un informe de sus actividades. Junto a él llega Eduardo A. Holmberg, hijo del famoso naturalista, quien también publica sus observaciones. El belga Henri Buttgenbach (1874-1964) visitó Salinas Grandes en 1901 y publicó un interesante trabajo sobre el tema. También se tiene para 1901 la expedición sueca, de la cual tres de sus integrantes publican importantes conclusiones (Eric Boman, Eric von Rosen y Erland Nordenskiold). O sea que apenas iniciado el siglo y sólo en los años de 1900 y 1901 tenemos siete viajeros con formación intelectual adecuada para describir el territorio contra los muy escasos que lo habían visitado y descrito durante el siglo XIX. Este periodo de la primera mitad del siglo XX ha sido analizado en profundidad por el geógrafo Alejandro Benedetti (2003). La Puna es el Tíbet de Sudamérica y su historia es digna de rescatarse en múltiples sentidos.