FRANCISCO SOTELO
El país federal no es una deuda de los porteños con los provincianos, sino del Estado nacional con el país. Y es un tema esencial; utilizarlo para la confrontación política es frivolizarlo. Además, los problemas del presente se pueden resolver mirando hacia el futuro y no hurgando en el pasado.
El país equilibrado, con un desarrollo armónico y solidaridad interna es un mandato de los constituyentes de 1853 (y un sueño de los patriotas de la independencia), pero no existe.
El Estado nacional funciona con la cabeza puesta en ese gigantesco mercado comercial y electoral que es el AMBA, la suma de la CABA y el conurbano donde vive casi el 40% de los argentinos. Es cierto que en varios barrios de la gran ciudad hay opulencia, como la hay en las áreas centrales de la mayoría de los municipios cercanos. Pero también hay en el conurbano un sinnúmero de asentamientos precarios, creados por la política y que albergan al grueso de los beneficiarios de subsidios. Los intendentes bonaerenses, ¿estarían dispuestos a facilitar que esas personas se radicaran con un trabajo digno en las localidades del interior de donde vinieron?. El clientelismo es una de las claves de la inequidad, porque es esencialmente unitario y centralista.
La segunda razón está en la ausencia de un plan de desarrollo global. La Argentina es un país que clausuró los trenes (incluido el Tren a las Nubes). Sin infraestructura ¿Se puede construir un país federal?
No es la Ciudad, sino los funcionarios nacionales (porteños o provincianos) alojados cerca de Puerto Madero y que deciden sin preocuparse por el desarrollo de las provincias.
El último intento de descentralización efectiva del país fue el proyecto de traslado de la capital a Viedma, impulsado por Raúl Alfonsín, en simultáneo con el Tratado del Norte Grande, firmado por los gobernadores de diez provincias, radicales, justicialistas y de alianzas provinciales, Entre ellos se destacaban Roberto Romero, José María Vernet y Ricardo Barrios Arrechea. Pero sigue pendiente.
Alberto Fernández se definió como el más federal de los porteños; si llegara a ser el más federal de los presidentes, todo el país, incluidos los porteños, lo celebrarían y se lo reconocerían.