RICARDO ALONSO*
Fue el sabio jesuita Teilhard de Chardin quien dijo “en la escala de lo cósmico, solo lo fantástico tiene probabilidades de ser verdadero”. En el mundo posmoderno y digital vuelan noticias con raíz científica que pronto toman un aspecto que las acerca a la ciencia ficción o directamente a la ficción científica, o a la ficción lisa y llana. Ciencia, pseudociencias y anticiencia se mezclan en un cóctel adonde separar la paja del trigo se vuelve cada vez más complejo, incluso para estudiosos de alto calibre. Veamos algunos ejemplos que no dejan de asombrar e interesar, entre ellos a los más escépticos.
En 2017 hizo su aparición cercana un nuevo asteroide que nada tenía que ver con los clásicos asteroides del cinturón que se extiende entre Marte y Júpiter y son visitantes asiduos cuando abandonan sus órbitas. Algunos de ellos han causado catástrofes periódicas al estrellarse contra el planeta Tierra y fueron culpables de extinciones masivas de vida. El viajero galáctico recibió el nombre de Oumuamua que en hawaiano significa “explorador” o “mensajero”. El hecho de ser nuestro primer visitante interestelar, o sea venir de más allá del sistema solar, además de su extraña forma y la particular órbita y trayectoria de desplazamiento, dieron lugar a numerosas especulaciones. Vale recordar que era un cuerpo extrasolar, que tenía la forma de una plancha metálica de unos 100 m de largo por unos 15 m de ancho y que aceleraba y desaceleraba como si estuviera accionado por pequeños cohetes a medida que avanzaba.
Desconcertante en principio para los astrónomos, llevó a que algunos científicos serios propusieran que se trataba de una nave extraterrestre, ya sea tripulada y de visita, o bien a la deriva en el cosmos como un barco pirata abandonado en alta mar. Los amantes de los ovnis estaban de parabienes con la noticia, más aún cuando astrónomos serios dudaron y realizaron declaraciones ambiguas. Los estudios recientes demostraron que fue parte del núcleo de un cometa que perdió casi todo su hielo pero todavía conservaba algo de volátiles que lo aceleraban y desaceleraban a intervalos por la radiación solar. Lo cierto es que Oumuamua pasó, desconcertó y siguió su viaje inescrutable a las profundidades del espacio cósmico.
El origen de la vida en la Tierra sigue siendo aún el mayor misterio. La cuestión fundamental es si los procesos biológicos pudieron dispararse en la tierra primitiva en razón de síntesis químicas en fumarolas calientes de océanos reductores con presencia de boro, azufre, arcillas y pirita. O bien si al caldo químico original le llegó una ayuda del espacio exterior que aceleró la formación de una sopa prebiótica y ello condujo a la célula primordial. Por ahora lo más antiguo son unas inclusiones de carbono orgánico en un cristal de zircón australiano de 4.100 millones de años.
Los responsables de activar la sopa prebiótica habrían sido los meteoritos del tipo condritas carbonáceas de la primigenia nébula solar portadores de hidrocarburos y aminoácidos que suman más de 600 compuestos orgánicos ya identificados. Entre los meteoritos más conocidos de ese tipo se encuentran el Allende y el Murchison, caídos y descubiertos en la década de 1960, en México y Australia respectivamente.
El hallazgo en los meteoritos de grafito, agua, diamantes, hidrocarburos, ácidos carboxílicos, alcoholes, cetonas, aldehídos, aminas, amidas, ácidos sulfónicos, ácidos fosfónicos, bases nitrogenadas, aminoácidos comunes como la glicina, alanina y ácido glutámico o menos comunes como la isovalina y pseudoleucina, etcétera, dio pie a que algunos pensaran en que la materia orgánica es algo muy común en el sistema solar y en el cosmos. Más aún esa materia orgánica no solo llegaría en forma de compuestos sino en forma de “semillas”, transportadas por meteoritos, cometas o asteroides, y que éstas serían las responsables de haber disparado el origen de la vida y de paso haber controlado los mecanismos de la evolución a través del tiempo.
La teoría de que virus, bacterias o microorganismos pudieron llegar aletargados en objetos cósmicos fue reflotada de la antigua “panspermia” de los griegos por varios científicos, en especial por el astrónomo inglés Fred Hoyle (1915-2001) y su colega cingalés Chandra Wickramasinghe (nacido en 1939). Recuerdo haber leído con fascinación en la década de 1980 el libro de Hoyle titulado “El universo inteligente” donde trataba con maestría estos asuntos.
Luego de la muerte de Hoyle, su colega Wickramasinghe continuó desarrollando esas ideas panspérmicas que ahora han tomado nuevo auge. Para un grupo de astrónomos la nueva pandemia del Covid-19 cayó literalmente desde el cielo. Sostienen que es igual a lo que pasó hace 100 años con la mal llamada “Gripe Española” que aniquiló a 50 millones de personas. Hoyle y Wickramasinghe escribieron específicamente un libro “Enfermedades desde el espacio” y decenas de artículos para explicar que esos virus criminales llegaron del exterior.
La historia registra que a finales de agosto de 1918 el virus de la influenza mutó y una epidemia de inusitada virulencia explotó en la misma semana en tres ciudades portuarias separadas entre ellas por miles de kilómetros: Freetown (Sierra Leona); Brest (Francia) y Boston (Estados Unidos). La simultaneidad fue lo que llamó la atención ya que para esa época no había aviones de pasajeros y los barcos tardaban mucho tiempo entre una ciudad y otra.
Como extraña curiosidad el virus de la gripe se llama “influenza”, una palabra usada por los médicos del renacimiento italiano quienes creían seriamente que era una enfermedad que venía por el influjo de las estrellas, esto es la "influenza" del cielo. Para los científicos que trabajan con la teoría de la panspermia, no hay dudas que las pandemias cíclicas en periodos aproximados de un siglo entre ellas, estarían relacionadas con la llegada de material cósmico maligno. Incluso arriesgan que la evolución biológica estuvo marcada por la alteración genética que dispararon a favor o en contra los compuestos estelares.
El científico argentino Max Rocca, que colabora con el prestigioso astrónomo Chandra Wickramasinghe en temas de impactos y asteroides, adelantó en comunicación personal al suscripto una idea novedosa y ya aceptada, que será publicada próximamente en la revista inglesa “Avances en Astrofísica”. Postulan que el bombardeo cósmico que sufrió la Tierra durante el Eoceno, entre 35 y 40 millones de años atrás, pudo ser responsable de mutaciones genéticas en los primitivos primates antropoideos que condujo finalmente a la evolución del linaje humano.
La otra novedad impactante es el hallazgo de fosfina en las nubes de la atmósfera de Venus a unos 60 km sobre la superficie. Los astrónomos analizaron líneas en el espectro de Venus detectadas en los observatorios de Hawái y de Atacama (Chile) que confirman la presencia de esa sustancia que se caracteriza por ser incolora, tóxica y por su olor a ajos o pescado podrido. En la Tierra la fosfina está relacionada con la vida y también se fabrica artificialmente para insecticidas. La presencia de fosfina en Venus no significa necesariamente que haya vida, más aún en un planeta con nubes de ácido sulfúrico y temperaturas en la superficie de 500 grados centígrados.
La antítesis de cualquier forma de vida como la conocemos en la Tierra. Sin embargo la noticia sirvió para fermentar viejas ideas sobre el mundo venusino, entre ellas el enigmático caso de Valiant Thor. Se han escrito miles de páginas sobre este personaje que apareció de la nada como asesor del Pentágono y de los presidentes Eisenhower y Nixon. Uno de los que lo popularizó fue un geólogo que trabajo con él, el Dr. Phil Schneider que murió asesinado en extrañas circunstancias.
Según Schneider, este personaje que se movía como pez en el agua en las turbulentas aguas políticas de la Casa Blanca, decía que venía de Venus, hablaba 100 idiomas, tenía seis dedos en cada mano, un pulmón y un corazón enormes, sangre con alto contenido en cobre, gran altura y contextura física, un coeficiente intelectual de 1.200 (Einstein no llegaba a 200), y así como apareció, finalmente desapareció sin dejar huellas, salvo las fotos que lo retratan con altos funcionarios. Ciencia, pseudociencia y anticiencia libran así una batalla cultural en el híper conectado mundo digital.
*Doctor en Ciencias Geológicas