Para mantener la estabilidad del dólar y la perspectiva de un triunfo electoral, debe cerrar con el Fondo
MARCELO BONELLI
Las apariciones públicas de Alberto Fernández y la de este jueves de Cristina Kirchner llenaron de inquietud a los inversores e hicieron crecer una versión: que no quieren cerrar un acuerdo con el FMI. Cristina torpedeó la negociación con su propuesta de investigar al Fondo y a Mauricio Macri. La vice, en el juicio, buscó la centralidad de la conducción política del Frente de Todos y mostrar una influencia sin límite en la Casa Rosada.
Alberto -a su vez- generó todas las dudas con algo que no había hecho nunca: alinearse en forma total con las extremas posturas de Cristina. Por su lado, Cristina dialogó varias veces con Martín Guzmán. Pero su primer interlocutor económico es Axel Kicillof, de frustrado paso por el Palacio de Hacienda: fue el creador del “Plan Bomba”.
Ambas cuestiones se trataron entre inversores. El martes fue descarnado en la UIA. Miguel Acevedo, su mandamás, lo transmitió: “Hay miedo de un mayor estatismo”.
Los informes confidenciales de los “lobos” de Wall Street también encendieron alarmas. Una decena circuló en Manhattan: cayeron las acciones y subió el riesgo país. El JP Morgan advirtió sobre el impacto en las reservas. Así lo afirmó: “En estas condiciones políticas, un mayor superávit no siempre significa mayores reservas próximas”. Otro memo del “BTG” fue lapidario: “Fernández, contra la pared, estará completamente alineado con el kirchnerismo, que guiará las decisiones”.
Guzmán, en las últimas jornadas, tuvo que desplegar una acción para minimizar los daños colaterales de los dichos de Cristina y Alberto. El ministro transmitió a hombres de negocios lo siguiente: Argentina va a buscar un acuerdo con el FMI.
Guzmán insiste en que Alberto apoya la estrategia y Cristina acepta que sería lo mejor para estabilizar la economía.
Cristina y Guzmán tuvieron varios encuentros. El ministro, incluso, viajó en secreto a El Calafate para un diálogo a fondo con la vice. Ese acercamiento genera luchas internas con Kicillof.
Cristina le comunicó que no quiere ningún ajuste en el año electoral y está obsesionada con la denuncia criminal contra el FMI. Fue la impulsora de la movida. Pero el ministro argumenta que sin acuerdo con el FMI, la estabilidad del dólar podría evaporarse y esfumar un eventual triunfo electoral.
Para Guzmán, Mauricio Macri no perdió las elecciones por el aumento de las tarifas. Esa era la teoría de la vicepresidenta. El ministro tiene otra lectura: Macri perdió la reelección por la corrida cambiaria y su impacto inflacionario.
Guzmán sostiene que para mantener la “pax” con el dólar debe cerrar con el FMI.
Así lo afirma: “No hay dólares para pagar al FMI”. Y sin dólares será difícil competir electoralmente. El jueves por la noche, Guzmán dio otra señal de racionalidad: ya tiene fecha y reuniones cerradas en Washington. La misión a Estados Unidos será el 22, 23 y 24 de marzo.
Tendrá una cumbre con Kristalina Georgieva y reuniones con burócratas del FMI.
Pero hasta ahora no está cerrado el encuentro clave con Janet Yellen, la flamante titular del Tesoro. Julie Kozak y Luis Cubeddu –los auditores– están inquietos y acusan a la Argentina de no haber avanzado en la negociación técnica con el Fondo.
Ambos hicieron un memo, en donde dicen que los funcionarios de Economía no aportan datos y menos un programa económico de estabilización.
Como adelantó Clarín, existen cuatro diferencias sustanciales entre Argentina y el FMI: sendero fiscal; programa monetario; plan de reservas y la brecha del dólar. En otras palabras: ningún acuerdo técnico consistente. Guzmán –según dicen en Wall Street– iría a Washington con dos propuestas concretas. Sería un plan acordado entre Alberto, Cristina y el ministro.
El plan “A” buscaría un acuerdo light con el FMI. Un convenio que permita reprogramar los pagos a 10 años, pero sin muchos compromisos por parte de la Casa Rosada.
El plan “B” sería más audaz: no hacer convenio, pero buscar un acuerdo político para postergar por un tiempo los fuertes vencimientos que Argentina tiene este año con el FMI y el Club de París.
Esta “coartada” entusiasma a Cristina: en definitiva apunta a llegar a las elecciones sin ajustes en la economía. Y sería una especialidad del Gobierno y la política argentina: postergar la resolución de los problemas y no frenar la caída en el tobogán de la economía. La idea, de todos modos, enfrenta problemas: muchos directores del FMI están agotados de los “gambitos” de Argentina.
La vicepresidenta fue la autora ideológica de la denuncia contra Macri y el FMI. Cristina la comenzó a elaborar en noviembre, cuando buscaba a quién culpar de la corrida cambiaria que sacudía a la Casa Rosada. El dólar llegó a 195 pesos. Hizo consultas a economistas y decía: “Hay que acusar al Fondo y a Macri”.
Los “lobos” de Manhattan consideran que la denuncia “es humo” y que la iniciativa política la aceptó Alberto para construir ambos un relato electoral. También, para intentar sacar de escena el escándalo de las “vacunas VIP”.
La jefa del FMI está tranquila: en definitiva, imputa a Donald Trump y a Christine Lagarde, que ya no habitan Washington. Pero la denuncia abre otros problemas. La Casa Rosada, al cuestionar el préstamo, también acusa a quienes aprobaron los créditos en Washington: todo el directorio del FMI, y por unanimidad. En otras palabras: a todos los directores del poderoso G-7, los cuales serán quienes decidirán si aceptan los planteos de Guzmán o le sueltan la mano a la Casa Rosada.
Los préstamos a Macri fueron impulsados por Trump, pero votados por unanimidad en el directorio del FMI. Guzmán tiene previsto –además de Washington– viajar a Alemania, Francia, Inglaterra, España, Italia y Asia. Según la denuncia de Alberto, los delegados de esos países en el FMI serían responsables también del crédito ilegal.
Cristina se entusiasmó porque, desde hace un año, dos áreas del FMI evalúan el fracaso del plan Macri. Una es la auditoría de la Oficina de Evaluación Independiente. Y la otra, la lidera el economista Odd Per Brekk y es vinculante con la actual negociación.
Macri recibió la noticia en su casa, junto a dos amigos. Terminó el discurso Alberto y los tres decidieron irse, despreocupados, a almorzar en San Isidro. Varios asesores del ex presidente insisten con un contragolpe: exigir que también la Justicia investigue el “acuerdo exprés” que firmó Axel Kicillof con el Club de París y donde –el ahora gobernador- aceptó aumentar en un día la deuda en la friolera de 3.700 millones de dólares.
Kicillof le sugiere a Cristina implementar un “plan flotar” hasta las elecciones. Similar al que fracasó durante su gestión ministerial. Este jueves, ambos trataron de defenderse de la acusación por “dólar futuro”. Cristina agravió a la Justicia y utilizó su tesis central: existe un complot contra ella. De la causa no dijo nada concreto. Tampoco de los dos peritajes que existen en el expediente.
Esos trabajos dicen que el BCRA vendía dólares a 10,50 pesos, cuando en el mercado oficial de New York cotizaba a 14,50. Un negocio en el acto del 38 %.
El BCRA batió todos los récords de venta de dólar futuro: fueron 17.000 millones de dólares. Algunos opinan que la operación no es punible. Que fue una decisión política. Pero -de ser así- Cristina se despidió de la Casa Rosada con un excelente negocio: a favor de banqueros y especuladores, que en su relato dicen combatir.