ALEJANDRA WOOD *
Recientemente fue lanzado el anteproyecto de la Política Nacional Minera 2050, luego de un extenso trabajo participativo, con el objeto de favorecer una actividad sustentable en lo económico, social y ambiental e instalar las bases para dar un impulso al desarrollo del país, a través de su principal actividad económica.
Me parece que este hito es muy relevante por dos motivos. El primero tiene que ver con el pasado y el segundo, con el futuro.
Partamos por el pasado. Este año celebramos el aniversario número cincuenta de la nacionalización de la gran minería del cobre. Luego, en 1983 entró en vigencia el Código de Minería, cuerpo legal de Chile que establece la propiedad del Estado sobre todas las tierras y yacimientos y detalla mecanismos para su concesión y explotación a privados. Junto a este cuerpo legal, se establecieron otros, todo lo cual permitió que entre principios de los noventa y el año 2004 Chile pasara de producir 1,5 millones de toneladas de cobre al año, a 5,5 millones de toneladas anuales. En otras palabras, en un período de 14 años, el país prácticamente cuadruplicó su producción, llegando a 5,5 millones de toneladas.
Poniendo estas cifras en perspectiva, se considera que una faena de cobre de unas 300.000 toneladas que requiere miles de millones de dólares de inversión, iguales cifras en horas hombres de ingeniería y otros para su puesta en marcha, es una mina de gran tamaño, de las cuales no hay muchas en el mundo. El aumento de la producción en Chile, fue equivalente a la puesta en marcha de una mina de esas características por año durante el período.
Luego, a partir de 2004 y por una década, vino lo que se llamó el súper ciclo de precios de los commodities en general, entre los cuales estaba el cobre. Chile estuvo en una inmejorable posición en términos de volumen de producción, para aprovechar los buenos precios. Junto a ello, tuvimos ministros de Hacienda muy serios y un Banco Central independiente, los que mantuvieron una rigurosa política fiscal que permitió ahorrar los importantes excedentes provenientes del metal rojo, lo que explica en gran parte, más del 80% del crecimiento económico de nuestro país.
Es difícil que ambos fenómenos -el incremento en la producción y un ciclo tan largo de altísimos precios-, vuelvan a repetirse en nuestra historia. Hoy, Chile ha disminuido su participación de mercado de un 36,9% en 2004 a un 28% en 2019, pese a que ha mantenido prácticamente estabilizada su producción en los últimos 17 años, lo que ha requerido de cuantísimas inversiones.
Ahora pasemos al futuro.
Dada nuestra posición competitiva y el protagonismo del cobre en la transición a una economía baja en emisiones debido al uso de energías renovables y la electromovilidad, como nunca, nuestro país está ante una nueva oportunidad histórica de posicionarse como el proveedor de minería más sustentable en el planeta. Una minería cuidadosa de su huella socioambiental, activa impulsora de capacidades locales y formas de relacionamiento necesarios para un crecimiento y desarrollo sostenible.
Para ello, se requieren políticas de Estado que sienten las bases económicas, sociales y ambientales, como también de gobernanza, de manera de que estemos en condiciones de tomar esta nueva oportunidad histórica, en momentos en que nuestro país necesitará más que nunca, una recuperación resiliente y un crecimiento sostenible.
* Directora ejecutiva de CESCO