CARLOS TANIDES *
Ya se advierten que las predicciones hechas eran certeras: crecientes olas de calor y sequías en Europa (mil muertos en España sólo en julio de 2022), incendios e inundaciones en todo el mundo, por dar contados ejemplos.
Obviamente la Argentina queda incluida en el daño y ya está siendo comprometida con grandes consecuencias ambientales y sociales: incendios en Córdoba y Corrientes, sequías, y una bajante histórica del Río Paraná.
Todos hechos de extrema gravedad y costo económico. La ciencia establece que para que la situación no se profundice debemos realizar grandes cambios en la forma de utilizar los recursos del planeta, el uso de la tierra, los bosques, los ecosistemas y la energía.
En este último caso, claramente señala que el uso del carbón, naftas y diesel, y el gas natural deberá reducirse drásticamente hacia 2050, para evitar una crisis climática severa e irreversible en el mundo entero.
LAS VENTAJAS DE PROMOVER LA EFICIENCIA ENERGÉTICA
Concentrándonos en las opciones para reducir el impacto desde el lado energético, sabemos que existen políticas que tienen la virtud de contribuir positivamente a resolver varios problemas de distinta índole que están concatenados, como la generación de puestos de trabajo, el aumento de la productividad, la reducción de la balanza de pagos, la descentralización económica, la promoción del desarrollo tecnológico, y la mitigación de los Gases de Efecto Invernadero responsables de la crisis climática.
Tal es el caso de la eficiencia energética, que mejora sensiblemente nuestra perspectiva energética aportando positivamente a todo lo mencionado. Dicho de otra manera, sin duda, prevenir es mejor que curar, optimizar el consumo siendo responsables y eficientes es mejor que producir más energía.
Generar energía y ahorrar energía tienen un impacto análogo. Pero la diferencia radica en que al promover solamente la producción de energía estamos favoreciendo que el consumo crezca incontroladamente con mayores costos y contaminación debido a mal uso de instalaciones, malos diseños arquitectónicos y urbanísticos y el empleo de tecnología obsoleta, entre tantos otros factores.
Mientras que el ahorro energético busca hacer un uso inteligente y responsable, mejorando nuestra productividad, cuidando nuestras divisas, protegiendo nuestra salud y el ambiente y produciendo puestos de trabajo. No nos debería caber dudas.
La Agencia Internacional de Energía estima que, a partir de políticas de eficiencia energética, para el año 2050 es posible evitar emisiones equivalentes a las que se reducirán con las energías renovables. O sea, duplicando el efecto de estas últimas. En todo el mundo, países como China, India, EE.UU., Chile, México, UE, entre tantos otros, las implementan efectivamente, ya que los beneficios descriptos ofrecen resultados tan importantes como los que otorgan las fuentes energéticas.
LA EFICIENCIA ENERGÉTICA EN ARGENTINA
En Argentina, en términos de ahorro energético, los escenarios elaborados son contundentes: si se implementaran políticas de eficiencia energética, en un lapso de 15 años podríamos evitar, ahorrar 35.000 millones de dólares en infraestructura eléctrica y ahorrar, al cabo de ese período, cada año, la importación de al menos 14 barcos metaneros, una cantidad de energía eléctrica superior a la que produce Yacyretá, entre otros muchos beneficios, con un beneficio económico que favorecería a la sociedad en su conjunto.
Nuestro país adopta desde 2004 (y aún antes) algunas políticas “discontinuadas” de uso racional y eficiente de la energía. Aun así se estima que, gracias a ellas, en 2015 se produjo un ahorro anual en el sector eléctrico del orden de los 10 TWh, equivalente al 7% del consumo de ese año o, dicho de otra forma, a lo producido por las centrales nucleares, Embalse de Rio Tercero y Atucha II. Todo esto, mencionamos, sin habernos esforzado demasiado.
PREGUNTAS SIN RESPUESTAS
Entonces nos preguntamos, ¿por qué la Argentina no profundiza estas políticas y elabora normativas y resoluciones en esta dirección? ¿Por qué no aplica una política activa de eficiencia energética, para evitar tanto el gasto energético innecesario como la contaminación que profundiza la crisis climática?
Estamos evadiendo y postergando la activación decidida de políticas en este sentido, obligando a la ciudadanía a malgastar sus recursos e impuestos, impactando innecesariamente en el ambiente y evitando la producción de los puestos de trabajo que se generarían de la mano de la eficiencia a través de políticas inteligentes.
A modo de ejemplo, en el mundo se estima que en 2021 se han invertido casi 300 billones de dólares solamente para mejorar la eficiencia del sector de la construcción, con la consecuente activación de mano de obra.
SIN RUMBO CLARO
De seguir ciegamente el camino por el que vamos, el triunfo de las políticas que promueven el uso de los combustibles fósiles indefinidamente para conseguir excedentes exportables que serán neutralizados por el daño devenido de la crisis climática, significará el fracaso de la sociedad humana. Hemos desarrollado ciencia, tecnología y conocimientos que nos señalan el desenlace, y necesitamos ser capaces de recapacitar y utilizar todos esos conocimientos para lograr detener el ecocidio planetario.
Afortunadamente, muchos países, ciudades, empresas e instituciones ya han comenzado a transitar sus planes para decarbonizarse. Pero si no aceleramos el paso hacia la sostenibilidad, y entramos plenamente en una crisis climática de las proporciones que indican los científicos (y allí estamos yendo), no habrá manera de salir, será una experiencia planetaria desastrosa y con un enorme costo social, ambiental y económico.
Podemos asegurar que nadie se beneficiará al ignorar lo que debe hacerse.
* Coordinador de ciudades, clima y energía de Fundación Vida Silvestre Argentina y Coordinador de la Alianza para la Acción Climática de Argentina