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ANÁLISIS
Escribe Alonso: Memorias con la Luna
EL TRIBUNO/MINING PRESS
03/01/2023

RICARDO N. ALONSO

La Luna, nuestro satélite natural, habría surgido del choque del asteroide Theia con la Tierra en los inicios de su formación. Desde entonces ha estado orbitando, aunque se fue alejando paulatinamente de la Tierra, y aún lo está haciendo. La Luna ha estado siempre presente movilizando fluidos desde nuestra propia gestación. Tal como controla ese otro fluido, el océano universal, a través de las mareas diarias. Cuando alcanzamos los primeros años de vida y miramos al cielo descubrimos azorados la Luna. Ese disco brillante y plateado que en su plenitud y por reflejo nos alumbra de noche.

En la adolescencia y juventud está allí como convite de los enamorados. Y de los poetas, que vuelcan sensibles palabras tratando de expresarla de la manera más profunda. Esta breve introducción nos recuerda cuando los seres humanos fuimos testigos de un momento privilegiado y único en la historia de la humanidad: la llegada del hombre a la Luna. Y de cómo nuestra generación, por hache o por be y de muy diferentes maneras quedó entrampada en la trama y urdimbre de la historia.

Recuerdo vagamente aquel 20 de julio de 1969 cuando Neil Armstrong pisó la Luna y un grupo de amigos nos agolpamos en un televisor blanco y negro que estaba en una casa de comercio en la esquina de Caseros y Moldes, en la ciudad de Salta. Veíamos azorados, una y otra vez, la repetición del evento. Había muy pocos televisores entonces en la ciudad. A media cuadra de allí, sobre Caseros, había una fábrica de ácido bórico en pleno centro de la ciudad y a una cuadra también, en calle Alvarado entre Ayacucho y Talcahuano, funcionaba una metalúrgica con hornos de fundición (Mar-Hel). Otra muestra de cómo los tiempos han cambiado.
Los datos geológicos

La Apolo 11 había llegado a la Luna y el paso de Armstrong había transformado la historia de la humanidad. El planeta entero siguió con fervor y asombro ese momento paradigmático. Los 22 kilos de muestras lunares traídas en esa misión comenzarían a vislumbrar un nuevo panorama de la geología del satélite. Luego se sumarían unos 300 kg más en las misiones posteriores. Nos enteraríamos que la composición isotópica del oxígeno de la Luna y la Tierra son iguales, que la Luna, a diferencia de la Tierra, tiene más titanio que hierro, que el polvo lunar tiene un olor horrible, entre otros asuntos. Hasta las misiones Apolo, el origen de la Luna fue un misterio. Hasta la década de 1960, antes de la revolución de la Tectónica de Placas, todavía estaba bastante firme la teoría del astrónomo inglés George Darwin (hijo del célebre Charles Darwin) y del clérigo y astrónomo Osmond Fisher, quienes sostenían que el Océano Pacífico era la cicatriz que le quedó a la Tierra cuando ésta perdió a ese pedazo para formar la Luna. La edad del fondo del Pacífico es más joven que 200 millones de años, mientras que la Luna muestra rocas de miles de millones de años de antigüedad descartando de plano esa hipótesis.

Las otras teorías eran su captura por la Tierra, o bien una formación sincrónica de ambas, y la que finalmente cerró mejor en la teoría con los hechos fue la del mega impacto con Theia. La Tierra tenía unos 50 millones de años de vida cuando fue impactada por un asteroide del tamaño de Marte que le arrancó un gran pedazo. Todo ocurrió en cuestión de horas y la temperatura alcanzó los 7.000 grados centígrados. Si bien expulsó gran parte de los volátiles, igual conservó una importante cantidad de agua en el manto como lo demostró el geólogo argentino Alberto Saal.

También hubo otras teorías disruptivas como la de Cesare Emiliani quien sostenía que la Tierra le había robado la Luna a Mercurio, u otros que pensaban que se la habíamos hurtado a Venus.
El satélite, a simple vista

Durante mis años viviendo en la Puna tuve la oportunidad, gracias a las excepcionales condiciones atmosféricas, de ver diariamente a la Luna en todo su esplendor. La geología de la Luna es visible a simple vista y a ojo desnudo. Se destacan las "tierras blancas" que se diferencian claramente de las "tierras negras", donde las blancas se asemejan a nuestros continentes y las negras a los océanos.

Los "océanos" o maria son basaltos y los "continentes" son anortositas, una roca formada mayormente por plagioclasa cálcica (anortita). Toda la Luna está acribillada de cráteres de impactos meteoríticos. Algunos gigantescos, con cientos de kilómetros de longitud. Visibles claramente desde la Tierra. Recuerdo haberme deslumbrado con el "Cosmos" de Carl Sagan, al que leí en la Puna en la década de 1980, mirando por las noches la geología lunar. Tal vez esperando repetir aquella anécdota que allí se cuenta de los monjes de Canterbury. Ellos tuvieron el privilegio de ver a simple vista, la noche del 18 de junio de 1178, cómo se formó una "antorcha ardiente que escupía fuego, rocas calientes y chispas", lo cual coincide con el impacto de un meteorito.

En 1986 fui invitado por la Universidad de Cornell en Ithaca (Nueva York) donde Sagan era profesor y tuve la suerte de conocerlo personalmente y que me regalara dedicado uno de sus libros. Asimismo, escuchar de él un par de brillantes conferencias sobre el sistema solar y el universo.

También era una leyenda en Cornell el Dr. John Wells, quien había realizado un magnífico descubrimiento estudiando corales fósiles. Atesoré entonces las separatas de sus trabajos y me quedé impactado de ver cómo los anillos de crecimiento de los corales comprobaban fácticamente que la Luna había estado muy cerca de la Tierra y se había estado alejando hasta alcanzar los 384 mil kilómetros a los que se encuentra ahora. Los espejitos de rebote de rayos láser dejados por los astronautas en la Luna nos permiten saber que la Luna se sigue alejando de la Tierra a unos 4 cm por año. También dejaron allí los astronautas unos sensores sísmicos que han permitido captar actividad sísmica en la Luna a través de los "lunamotos" o "moonquakes".

En 1989 volví a Cornell y tuve la oportunidad de participar en el 28° Congreso Geológico Internacional en Washington, D.C., donde junto a colegas norteamericanos presentamos los primeros resultados de dataciones de rocas sedimentarias terciarias de la Puna. El destino quiso que me encontrara allí con uno de los hombres claves de la ciencia lunar. Eugene Shoemaker, fue el geólogo y astrónomo que entrenó a los astronautas que fueron a la Luna. Les enseñó la técnica de la extracción correcta de las muestras, como hacer el muestreo en ausencia de gravedad, que clase de martillos usar, entre otros asuntos. Él había estudiado el famoso cráter meteorítico de Arizona y era un experto internacional en el tema.

A propósito, conversé con él sobre cráteres de la Puna en las entonces novedosas imágenes satelitales Landsat-5 TM. Algunos de esos cráteres eran naturalmente volcánicos, otros de erosión, algunos de disolución de evaporitas como la sal de roca y otros contaban con una forma y firma meteorítica. Años después, Shoemaker se haría mundialmente famoso por descubrir el cometa Shoemaker-Levy que impactaría en Júpiter en 1994. Y más tarde se mataría en un accidente automovilístico en Australia cuando estaba yendo a estudiar un cráter meteorítico de aquel país. Por sus invaluables servicios en el programa lunar, la NASA envió sus cenizas funerarias a la Luna y es el único ser humano que está enterrado y descansa allí.

El único geólogo que pisó la Luna y hasta la recorrió en un vehículo lunar para realizar muestreos estratégicos fue el astronauta Harrison "Jack" Schmidt, tripulante de la Apolo 17. A diferencia de los astronautas anteriores, Schmidt sabía claramente que es lo que tenía que muestrear. En 1989 recibió la medalla G. K. Gilbert. La Luna fue nuevamente noticia en 2022 a raíz de la exitosa y flamante misión Artemis, una misión no tripulada que fue y volvió de la Luna y que prepara el regreso del hombre a nuestro satélite.

A ello se suma la exitosa misión espacial de Corea del Sur, que en diciembre de 2022 colocó en órbita lunar al Danuri (KPLO), un orbitador robótico munido de una potente cámara óptica hipersensible para indagar en los polos lunares en busca de hielo, alteraciones en los suelos regolíticos y otras evidencias de interés científico. El Danuri, de 678 kg de peso, orbitará a 100 km de la Luna y está preparado con una sofisticada batería de instrumentos de observación científica. El interés por la Luna ha resurgido exponencialmente en los últimos años.

* Doctor en Ciencias Geológicas


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews