DANIEL MONTAMAT
El concepto de “sequía eléctrica” fue acuñado por Elon Musk, el dueño de X, Space X y Tesla, hoy estrella rutilante en el gabinete de la nueva administración Trump. Además, amigo personal del presidente argentino. El concepto alude al crecimiento sostenido de la demanda de electricidad derivado del crecimiento exponencial del desarrollo tecnológico de la Inteligencia Artificial (IA).
La demanda eléctrica de esta tecnología se multiplica por diez cada semestre, lo que pone en jaque la capacidad de las infraestructuras eléctricas a nivel mundial.
El abordaje de sentido común a semejante problema pasa por instalar oferta de generación eléctrica dedicada a la atención de la demanda asociada a los centros de datos relacionados con la IA. Pero la solución es compleja.
En diciembre del año pasado el presidente Milei y su jefe de asesores económicos anunciaron un plan para capitalizar el acervo nuclear argentino buscando orientarlo al desarrollo técnico y comercial de pequeños reactores nucleares (SMR) que podrían generar energía dedicada a las demandas de un complejo tecnológico de desarrollo de IA con su granja de servidores.
La Argentina tiene reconocida experiencia internacional en la producción y comercialización de reactores nucleares de investigación. Además, el INVAP (empresa de tecnología argentina) ha patentado una licencia de fabricación de un reactor pequeño en los Estados Unidos.
El proyecto a largo plazo es interesante porque los SMR también pueden ocupar nichos de demanda eléctrica en otros sectores como la alimentación de plantas de desalinización y el abastecimiento a centros urbanos aislados de las redes de transporte o con redes congestionadas.
Pero el problema es que, desde el diseño de la ingeniería conceptual de la patente, hasta la concreción de la ingeniería de base y la de detalle necesarias para llevar un posible desarrollo comercial, estamos a unos diez años vista, con una estrategia consecuente y haciendo las cosas bien. Los reactores nucleares pueden estar disponibles en un futuro cuando se agudice la “sequía eléctrica”, pero no en los plazos en que el problema comienza a ser una preocupación creciente.
Días atrás la oficina comercial de la Embajada de Austria organizó un net working de empresas vinculadas al sector energético. Allí se produjo un enriquecedor contrapunto de enfoques respectos a las oportunidades de negocios que se ofrecen para el gas de Vaca Muerta, en un desarrollo intensivo de ese recurso.
Subrayé en la presentación lo que ya es una verdad no discutida. Vaca Muerta es una formación con muchos más recursos de gas que de petróleo, y que, a su vez, alcanzando una producción hacia fines de la década de 1.2 millones de barriles día, dispondría de un gas asociado de entre 50/60 millones de metros cúbicos día.
Hay que encontrar para el abundante gas de VM nuevas demandas en el país, en la región y en el mundo, incursionando en el mercado de gas por barcos. Respecto a la evolución del mercado del GNL, y en congruencia con la nota publicada en este espacio (Clarín 13-03-25) recordé la nueva incertidumbre geopolítica que genera para el GNL el posible desenlace del conflicto entre Rusia y Ucrania, por la infraestructura ociosa de gasoductos que unen las reservas rusas con Europa y la tentación que sobrevendrá en muchos países europeos de restablecer un suministro que puede competir con precios más baratos.
Antes de la guerra, Austria, por ejemplo, dependía casi en un 85% del gas que provenía de Rusia; Alemania, en más de un 60%, y el conjunto de Europa en un 45%. La mayor parte de esa oferta de gas fue sustituida por oferta de GNL que provino de Estados Unidos y Qatar.
De reponerse en todo o en parte el suministro ruso, el precio del GNL con destino a Europa bajará, y el desvío de oferta a otras demandas afectará las cotizaciones en los otros mercados regionales. Frente a estas definiciones, el ejecutivo de uno de los complejos industriales más importantes de Austria empezó por despejar la duda sobre lo que, a su parecer, sería la actitud de los empresarios de su país y de sus colegas en otros países de la Unión Europea.
Restablecida la opción, aprovecharían del suministro más barato y, levantadas ciertas restricciones impuestas como sanción por la invasión a Ucrania, no vacilarían en restablecer flujos de suministro ruso. Por eso, enfatizó, sin descartar las oportunidades externas, que la Argentina debe seguir explorando todo su potencial de desarrollo gasífero en el mercado doméstico.
En su presentación fue al grano. Empezó recordando que una búsqueda en ChatGPT demanda 10 veces más electricidad que una búsqueda en Google, y que las grandes tecnológicas debían tener presente que, para construir más centros de datos, tenían ahora que disponer de generación eléctrica propia. Recordó que los sistemas de transporte eléctrico son muy viejos en Europa y en Estados Unidos (50 y 40 años) y son vulnerables a estas nuevas demandas que crecen sin tregua ni pausa.
Conclusión: el ritmo de ajuste que impone la IA a los sistemas existentes se hace insostenible. La IA deberá abordar la “sequía eléctrica” con fuentes propias de generación independientes de los sistemas de transmisión.
En lo inmediato, la abundancia del gas argentino ofrece la oportunidad de alimentar plantas generadoras de electricidad asociadas a una red de centros de datos de IA made in argentina. Por ahora los electrones del gas, más adelante, con el complejo asentado y desarrollado, los electrones que puedan venir de la energía nuclear. ¿Convenceremos a Elon Musk y a otros empresarios extranjeros y locales que la oportunidad es ahora? Está el RIGI y ya no está el cepo cambiario.