Repsol, Petrobras y otras petroleras reorientarán parte de sus proyectos hacia la Argentina. El quiebre planteado en Bolivia también obliga a la Argentina a ajustar su endeble política energética.
La nacionalización de los hidrocarburos dispuesta por el gobierno de Evo Morales llenó de incertidumbre a los países del Mercosur, que tienen sus sectores energéticos directa o indirectamente ligados al gas boliviano y temen por un fuerte encarecimiento del fluido en el corto plazo.
Para la Argentina, sin embargo, este drástico quiebre de reglas acercará la oportunidad de abrir los ojos y enderezar la desacertada política energética que siguió a la devaluación e hizo a nuestro país depender del gas boliviano pese a contar con extensas y variadas cuencas hidrocarburíferas.
Repsol YPF, Petrobras, Panamerican Energy, Pluspetrol y otras compañías transnacionales asociadas a la producción de gas natural a ambos lados de la frontera argentino-boliviana aún no terminaron de asimilar el decreto que firmó Morales el pasado lunes, pero analistas del sector dan por seguro que reorientarán buena parte de sus inversiones hacia otros países productores de hidrocarburos donde el retiro de licencias, la anulación de concesiones y la confiscación de acciones parecen menos probables.
En este contexto, las cuencas argentinas en general y la que toca a Salta en particular cuentan con todas las chances, ya que no son extrañas a las compañías petroleras jaqueadas en Bolivia y ofrecen condiciones nada comparables a las que imperan desde el lunes último en el vecino país, donde el 82% del valor de la producción del gas pasó a ser del Estado y las grandes productoras deberán contentarse con el 18% restante de la torta.
En las cuencas argentinas, en cambio, las mismas productoras seguirán pagando una regalía del 12% y en caso de exportar el gas natural -a precios internacionales- un arancel del 20%.
Con todo, de este lado de la línea fronteriza argentino-boliviana el escenario de la inversión gasífera vuelve a mostrarse mucho más favorable, a pesar de que el promedio que se paga por el gas en boca de pozo en la cuenca del NOA sigue planchado en 1,29 dólares el millón de BTU, o sea muy por debajo de los 3,20 dólares que la Argentina paga hoy por el gas que se ve obligada a importar desde Bolivia.
A esta situación que cuesta entender se llegó tras la devaluación, cuando la administración de Eduardo Duhalde decidió congelar -a valor peso- el precio del gas en boca de pozos argentinos. Sin diferenciación alguna entre pequeños, medianos o grandes consumidores, los más favorecidos con el depreciado valor del gas argentino fueron los sectores exportadores e industriales que se habían beneficiado con la devaluación.
Este estado de cosas alejó las inversiones de las cuencas argentinas, estancó la producción de gas y arrastró al país a ser dependiente de onerosas importaciones de fuel-oil venezolano y de gas boliviano que siguen costeando -a través de los recursos del tesoro nacional- todos los argentinos.
Los 4,5 millones de metros cúbicos diarios que se están importando en estos momentos desde el vecino país a 3,20 dólares por cada millón de BTU (unidad internacional equivalente a unos 27 metros cúbicos), revelan con simples cálculos que la Nación resigna cerca de 600 mil dólares diarios por no saber sincerar los precios internos de su gas natural, sin que ello signifique afectar en lo más mínimo a los usuarios residenciales que más castigados resultaron con la devaluación y el proceso inflacionario en curso.
Ante el actual estado de situación, lo menos que puede esperarse es que el país reaccione con una estrategia energética que haga al adecuado desarrollo de sus cuencas y rompa con la inestable y cada vez más costosa dependencia.
El 15 de ese mes comenzará a negociarse el nuevo precio del gas que importa nuestro país desde Bolivia. Y la discusión, a la luz de los antecedentes, se avecina tensa.
Según un comunicado que difundió Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Bolivia (YPFB) horas antes de asumir el manejo de los yacimientos y refinerías del vecino país, el secretario de Energía argentino, Daniel Cameron, manifestó en la ciudad de La Paz "la firme intención de la Argentina de ampliar los volúmenes de exportación de gas hasta 30 millones de metros cúbicos diarios".
En respuesta a este interés, apenas Evo Morales firmó el decreto que nacionalizó los hidrocarburos, el vicepresidente boliviano Alvaro García Linera hizo saber a las autoridades de Argentinas y de Brasil que no recibirán gas boliviano por menos de 5,20 dólares el millón de BTU.
"Queremos aumentar nuestro precio fácilmente dos dólares, mínimo dos dólares", remarcó García Linera, respecto de los valores de exportación que hoy rondan los 3.20 dólares tanto para la Argentina como para Brasil.
En realidad, el punto de referencia que tomará Bolivia para la negociación -según lo adelantó el propio Evo Morales en reiteradas oportunidades- es la cotización internacional del gas que hasta ayer rozaba en Nueva York los 7 dólares el millón de BTU.
Con estos precedentes, los principales socios del Mercosur no pueden menos que esperar un fuertemente encarecimiento del energético, en particular Brasil, que importa obligadamente desde Bolivia un promedio de 25 millones de metros cúbicos diarios de gas natural.
En el caso de Argentina el promedio de la importación está en estos días en los 4,5 millones de metros cúbicos diarios, pero el acuerdo vigente prevé hasta 7,7 millones, en vista de los picos de consumo que se acercan con los días más fríos.
Si hoy, con 4,5 millones de metros cúbicos que llegan a 3,20 dólares por millón de BTU la Argentina resigna unos 530 mil dólares diarios, cabe preguntarse cuánto deberá costear cuando los volúmenes de la importación se eleven a 7,7 millones de metros cúbicos en invierno y el precio de cada millón de BTU ronde los 5,20 dólares (cerca de un 60% más caro) exigidos como mínimo por Bolivia.
Y mirando un poco más lejos, cabría preguntarse dónde estará el negocio del país con los 30 millones de metros cúbicos diarios que hasta ahora se esperaba importar a través del tan promocionado Gasoducto del NEA. De hecho, Repsol YPF apostaba sus buenas fichas en Bolivia a este proyecto y el propio Gobierno nacional ató a este ducto binacional parte sustancial de sus previsiones para superar la crisis energética a mediano y largo plazo.
Tras la nacionalización de los hidrocarburos bolivianos y el drástico cambio de escenario, es ineludible preguntarse si el mentado Gasoducto del NEA sigue siendo viable. Y en todo caso habría que plantearse si no es más razonable y beneficioso para el país que el gas que necesita el NEA sea provisto no desde Bolivia a 5,20 dólares sino desde las propias cuencas argentinas y por la mitad del precio de importación.
La nacionalización de los hidrocarburos dispuesta por el gobierno de Evo Morales impactó fundamentalmente sobre cuatro petroleras.
Petrobras Bolivia, filial de la estatal brasileña que controla en Salta la refinería de Campo Durán, concentraba hasta ahora el 60,8 por ciento de la producción de gas natural en el vecino país.
La segunda compañía más afectada por la nacionalización es Repsol YPF que en conjunto con Andina, su controlada, tenía en sus manos el 21,2% de la producción de gas natural de Bolivia.
A su vez, la petrolera Chaco -controlada en un 50% por la operadora del área salteña de Acambuco, Panamerican Energy- participaba con el 9,8% de la producción de gas que ahora manejará la estatal YPFB.
Por su parte, Pluspetrol -que opera en el Norte salteño el yacimiento Ramos, el segundo más grande de la Argentina- concentraba a través de su filial boliviana el 1,8% de la producción de gas nacionalizada por Evo Morales.
Con 48,7 trillones de metros cúbicos, Bolivia tiene la segunda reserva de gas más grande de Latinoamérica, después de Venezuela.
Sólo por los volúmenes de gas que importaron Argentina y Brasil, Bolivia obtuvo en 2005 unos 1.000 millones de dólares, o sea un 40% de sus ingresos totales por exportaciones.
Lejos de aquellos que vaticinan que el país podría quedarse sin reservas de gas en ocho o nueve años, Daniel Garkus, técnico de la Secretaría de Minería y Recursos Energéticos de la Provincia, afirmó que la Cuenca del NOA tiene hoy un horizonte de reservas de no menos de 17 años.
Garkus advirtió que el piso de las reservas hidrocarburíferas es elástico, porque crece o se achica en proporción con el nivel de inversiones que se vuelcan en la exploración y perforación de nuevos pozos.
En el caso puntual de la Cuenca del NOA, el técnico salteño recordó que luego del preocupante estancamiento que experimentó la exploración gasífera en el país tras la devaluación, volvieron a verse en los yacimientos del Norte salteño nuevas perforaciones, intervenciones y proyectos destinados a mejorar las producciones de Ramos, Aguaragüe, Acambuco y otras áreas.
Hoy la producción salteña de gas -la segunda más importante del país después de la de Neuquén- ronda los 20 millones de metros cúbicos diarios, pero con los proyectos que se ejecutan actualmente en diferentes yacimientos del departamento San Martín se estima que la producción salteña estará por encima de los 23 millones de metros cúbicos diarios (15% arriba) en no más de un año.