Diario de Cuyo
Finalmente el sentido común se impuso al fundamentalismo antiminero en el seno de la Universidad Nacional de San Juan, al disponer el Consejo Superior que los fondos aportados por la minería se utilicen ahora, y en el futuro, al margen del presupuesto ordinario, en obras de infraestructura y necesidades académicas.
La resistencia de los antimineros ideológicos ha sido vencida por la lógica, pero ese activismo irreflexivo le ha producido un serio daño económico y funcional a la casa de estudios, perjudicando al alumnado en particular. El aporte de las ganancias de Yacimientos Mineros Aguas de Dionisio, por la explotación de la mina Bajo la Alumbrera, en Catamarca, que se asigna por ley a las universidades nacionales, está inmovilizado en una cuenta bancaria desde 2009, mientras la polémica estéril ponía trabas con más diatribas que argumentos creíbles.
La determinación de utilizar los 3.329. 666,86 pesos en la construcción de un Centro Integrador Comunitario de más de 500 m2, en Rivadavia, prevé un gran comedor para los estudiantes de las tres facultades del complejo: Ciencias Sociales, Ciencias Exactas y Arquitectura, salas de primeros auxilios y oficinas de tramitación para estudiantes. Además, se ejecutarán obras relacionadas con el mejoramiento de la higiene y la seguridad en todos los edificios de las facultades y de los institutos preuniversitarios.
Vale recordar que mientras la utilización de esos fondos estaban trabados por las desinteligencias internas, la UNSJ debió alquilar un local para el comedor universitario y, por falta de mantenimiento, hubo problemas funcionales en sus dependencias y un accidente con trágicas consecuencias.