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(Opinión) MELIÁN: EL TSUNAMI JAPONÉS Y LA MINERÍA ARGENTINA
26/04/2011

Terremoto en Japón y el tema minero argentino

La Nación

Por Daniel Meilán

El autor fue secretario de Minería de la Nación

Los asombrosos y dolorosos sucesos acaecidos en Japón, a partir del terremoto que impactó sobre la isla, tuvieron, por parte de los medios visuales y escritos de nuestro país, un tratamiento muy superficial, sustentado, en gran parte en el desconocimiento y en otros casos en apreciaciones intencionadas, fomentadas por grupos ambientalistas que pretenden oponerse a los procesos productivos necesarios para el desarrollo económico social.

El terremoto y posterior tsunami no es otra cosa, que un fenómeno natural de carácter telúrico, que ocurre periódicamente y principalmente en el conocido cordón de fuego del Océano Pacífico en un arco delimitado por la Cordillera de los Andes, al sur de América hasta Alaska en América del Norte, las Islas Aleutianas y los cordones montañosos del este Asiático, comprendiendo los archipiélagos e islas del Pacífico, entre ellas la de Japón.

El aumento de la población mundial, con el crecimiento exponencial de las comunidades y la infraestructura necesaria para su asentamiento, provoca que, los efectos de estos fenómenos naturales, sean cada vez más espectaculares y catastróficos.

Los terremotos, son movimientos provocados por el rozamiento de las placas tectónicas, las que están sujetas a continuos procesos de acumulación de gases, presión y temperatura, que en estado de confinamiento, buscan descompresión y alivio, a través de fracturas y/o fallas y/o erupciones volcánicas, manifestándose de esta manera en la superficie de la corteza terrestre.

Los tsunamis, no son otra cosa que un fenómeno físico, originado en el fondo del mar, en el epicentro del terremoto, que provoca una expansión de la masa de agua, la que genera olas concéntricas de elevadas altitudes y velocidades.

Si la costa está cercana, tal el caso reciente en Japón, el impacto es atroz y provoca desastres de gran magnitud. Se registraron en Japón olas de hasta 20 metros de alto y velocidades de 800 km/h.

El fenómeno hacia otras costas del Océano Pacífico, se fue diluyendo con la distancia y es así como, en Perú y Chile, este fenómeno se manifestó con pequeñas olas de 50 cm de altura.

Ahora bien, en muchos medios se habló de este fenómeno Natural de Japón, con calificativos sensacionalistas, tales como Apocalipsis y desastre generado por el Calentamiento Global, pretendiendo responsabilizar al hombre y a sus actividades productivas, dándoles carácter de "depredadoras y contaminantes", como responsables del terremoto.

Es evidente que, esta última reflexión, apunta maliciosamente a la autoflagelación y por lo tanto al engaño, magnificando las consecuencias de acciones terrenales de los hombres, dándoles una magnitud, escala y resultado a sus actividades, totalmente alejadas de la verdadera realidad.

Como ejemplo a esta última reflexión, podemos mencionar el levantamiento geológico de la Cordillera de los Andes, hecho telúrico más que traumático, provocado por movimientos tectónicos orogénicos, localizados en el mismo cordón de fuego del Océano Pacífico, hace ya más 100 millones de años.

Atribuirle esta responsabilidad al hombre, en su versión "austrolopitecus erectus", sería ridículo, ya que la raza humana aparece en la faz de la tierra hace solamente 1 millón de años.

La actividad productiva del hombre, afecta solo a una capa superficial de la corteza terrestre y la atmósfera. Su acción no produce ningún efecto reactivo, ni permisivo, que modifiquen las condiciones propias del núcleo de la tierra, lugar donde se generan las condiciones que darán origen, a los sismos u otras manifestaciones telúricas externas.

La cultura, sabiduría y humildad del pueblo japonés se vieron reflejadas en las didácticas reflexiones de un agricultor que expresó: "los territorios de Japón, como los de Hawai, han sido originados por erupciones de lava volcánica, generadas en los volcanes y en otros casos a través de fracturas, que son las mismas que al rozarse, generan periódicamente los terremotos y no tenemos más remedio que convivir con ellos".

Se llegó maliciosamente a cuestionar a Japón, por el uso de la energía nuclear, como si acaso esa potencia oriental tuviera otras alternativas, tan efectivas, de generar electricidad, teniendo en cuenta su escasísima disponibilidad de recursos naturales.

Este análisis y reflexiones sobre los acontecimientos de Japón, son perfectamente comparables en la Argentina, al tratamiento del tema que dan, determinados medios, organizaciones no gubernamentales e incluso líderes políticos y artistas, que se jactan de sus conocimientos, para denostar a la actividad minera.

Sobre la actividad minera, informan a la sociedad, en ocasiones comunicadores bien intencionados pero con escaso conocimiento sobre las reglas de buen arte de la industria, mientras que en otros casos lo hacen quienes son el eco de un pseudo-ambientalismo social ideologizado, distorsionando la realidad en forma sistemática y permanente, en perjuicio de la verdad que toda sociedad organizada desea conocer.

Es común escuchar, consignas reveladoras del pensamiento único, solo sustentadas en el desconocimiento técnico y la mala intención y slogans como "Megaminería", "explotación a cielo abierto", sugiriendo subliminalmente que los grandes proyectos mineros y la explotación de minerales diseminados, serían la cara opuesta de pequeños proyectos y de la explotación subterránea merecedoras éstos de la aprobación comunitaria.

El mensaje de alto contenido demagógico, en ocasiones, encuentra terreno fértil cuando invaden pensamientos jóvenes, con principios, dispuestos a la defensa del medio ambiente, confundiendo acciones de recomposición ambiental, como la de desempetrolar pingüinos en las costas patagónicas, mientras mueren 2 niños por día por plomo en sangre (saturnismo) en el conurbano Bonaerense o 100 niños por desnutrición infantil, todas las semanas.

De más está decir, que sin la explotación minera, no podrían existir en esta sociedad, la vivienda y sus comodidades, así como tampoco hubiera sido posible alcanzar los avances tecnológicos, en la comunicación global, la industria automotriz (automóviles híbridos con baterías de Litio) y la sofisticada industria metalúrgica, entre otras actividades en progreso.

Ahora bien, aquellos que atacan a la minería, contradictoriamente utilizan y aprovechan, aunque pregonen lo contrario, todos estos elementos y avances tecnológicos, que son producto del empleo de las materias primas minerales, en la sociedad moderna.

La realidad Argentina, es que a la actividad e industria minera, no le está permitida la explotación e industrialización de los minerales, sino a través del cumplimiento de todas y cada una de las normas y regulaciones jurídicas contenidas genéricamente en la Constitución Nacional, el Código de Minería de la Nación, las Leyes Ambientales Nacionales y Provinciales y los principios internacionales de seguridad, higiene y salud.

Sin debate alguno y al solo efecto de atacar sistemáticamente al sector minero, se respaldan en rótulos sin contenido y con fundamentos superficiales, sin razón e ideologizados.

El aprovechamiento de los recursos está anclado en dos institutos elementales, primordiales y condicionantes que son el "Permiso Ambiental" y el "Permiso Social". El primero de ellos lo otorga el Estado Provincial, dueño del recurso natural a través de sus Autoridades de Aplicación competentes, mediante la Declaración de Impacto Ambiental, y el segundo la Comunidad, enclave del proyecto minero, mediante la celebración de la Audiencia Pública.

Sin estos requisitos condicionantes y excluyentes, no existe la posibilidad de explotar un yacimiento mineral en la Argentina.

Es hora que en nuestro país, se informe a la sociedad con la verdad y que ésta solo sea, producto del conocimiento, para no volver a confundir un "Terremoto" como efecto del "Calentamiento Global" y el "Desarrollo Minero" como producto del "AntiCristo".

Debe reconocerse que la minería es acceso a lugares donde el hombre jamás hubiera osado poner pie, instalación de infraestructura en pueblos alejados de grandes centros urbanos, pertenencia territorial por ocupación activa, educación, salud y empleo para connacionales de la región e ingresos con inversiones de riesgo nunca aplicadas.

No permitamos que quienes distorsionan la realidad, por o con ignorancia o malicia, nos hagan resignar la gran oportunidad que nos ofrece hoy la minería, como actividad productiva, para el desarrollo y crecimiento de las Provincias Argentinas localizadas por fuera de la Pampa Húmeda.


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