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(Análisis) LA ENERGÍA Y EL CARBÓN A LO LARGO DE LA HISTORIA
03/05/2011

Energía, carbón y calentamiento

El Tribuno de Salta

El 10 de octubre de 1870, bajo la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, uno de los presidentes más comprometidos con la minería a lo largo de la historia argentina, se dicta la ley N§ 8198 de fomento a la explotación de minas carboníferas. La mencionada ley establecía que: “Se acuerda al que descubra una mina de carbón de piedra en la República Argentina, en buenas condiciones para ser explotada con ventajas sobre el carbón importado a los efectos del comercio e industria, un premio de 25.000 pesos fuertes”.

La dependencia extranjera era grave, sobre todo con el uso cada vez más intensivo de los ferrocarriles que se expandían a lo largo y ancho del territorio argentino y cuyas locomotoras funcionaban con carbón de piedra. Las publicaciones oficiales y privadas de la época están llenas de referencias sobre denuncias de yacimientos carboníferos y la formación de sociedades para explotarlos.

Pero el interés del país por el carbón se remonta a la Asamblea General Constituyente de 1813, presidida por Juan Larrea, que impulsó la actividad minera del naciente país, a través de una serie de medidas adoptadas por ley del 7 de mayo de 1813. Uno de los impulsores de medidas concretas para desarrollar la actividad minera fue el Dr. Vicente López y Planes (1785-1856), secretario de Hacienda del Triunvirato, quien logró que se aprobara el otorgamiento de la ciudadanía de las Provincias Unidas del Río de La Plata, a quien descubriese una mina explotable.

En uno de sus artículo decía: “Los extranjeros que establezcan trabajo de minas de plata o de oro y los que trabajen las de cualquier otro metal y de carbón de piedra, se declaran ciudadanos a los seis meses del establecimiento de sus labores, siempre que lo soliciten”.

A lo largo del siglo XIX, principalmente desde que Sarmiento lanzara su premio, se tienen miles de denuncias de hallazgos de carbón a lo largo y ancho del país, que en la mayoría de los casos no pasaban de capas de turbas, lignitos o esquistos bituminosos.

En Salta hubo muchas denuncias de hallazgos de carbón pero finalmente resultaron sin valor económico. Así, el alemán Federico Stuart, en su informe minero de 1871, hace referencia al carbón de piedra y dice: “Su existencia en distintos puntos de la provincia es indisputable por las cantidades de hulla y turba, como piedra bituminosa que se encuentra en muchísimas partes y que casi siempre son capas del carbón piedra”.

También en el diario “La Reforma” de Salta, del sábado 7 de diciembre de 1878, aparece la noticia titulada: “Importante nota al ministro del Interior sobre descubrimientos mineralójicos”, firmada por el gobernador de la Provincia de Salta, Juan Solá y por Eliseo F. Outes, la cual fuera enviada al secretario de Estado en el Departamento del Interior, Dr. Saturnino M. Laspiur.

Esta carta tiene un gran valor por los datos que expone, donde aparecen nombres de minas y mineros activos en esos años. Dice la carta: “Cumpliendo una promesa empeñada con V. E., tengo el grado de remitirle una encomienda que contiene algunas piedras de minerales recientemente descubiertos en la provincia, y que sin exageración, puedo asegurar a vuestra excelencia no representan sino un escaso detalle de la inmensa riqueza que ella posee en este género”.

Entre ellas menciona el carbón de piedra descubierto por don Tiburcio Díaz. Un ejemplo de lo que podía la falta de carbón se dio con el traslado en 1908 de unas enormes dragas hasta el río Orosmayo en Jujuy, para explotar aluviones de oro (y zafiros) que existen allí. Esas dragas que tardaron meses en llegar hasta el lugar fueron transportadas a lomo de animales y de personas, en un esfuerzo descomunal.

La empresa era la Orosmayo Dredging Company que trasladó esas máquinas que funcionaban con carbón mineral del cual no había producción en el lugar. El alto costo del combustible que se traía desde Inglaterra, sumado a otros problemas hizo fracasar estrepitosamente el negocio y las enormes estructuras de hierro quedaron abandonadas e inutilizadas en el lugar.

Ya en el siglo XX, Juan Domingo Perón planteaba la necesidad de contar con recursos propios y en un mensaje de 1951 lo decía de esta manera: “En materia de petróleo, lo mismo que en materia de carbón y hierro, yo señalo desde ya como objetivo básico indiscutible del país su total liberación de la necesidad exterior”.

Lo cierto es que a pesar de todos los esfuerzos exploratorios que se hicieron desde la Asamblea del Año XIII, nuestro país sólo logró un único descubrimiento de carbón comercial en la cuenca de Río Turbio, en capas geológicas de 40 millones de años, en la provincia de Santa Cruz. En aquella época el calentamiento global natural hizo que los bosques cubrieran amplias regiones y formaran extensos mantos de carbón.

Esa energía solar acumulada y enterrada durante millones de años, podemos usarla hoy para generar nueva energía. Pero los trenes ya no funcionan con carbón. La industria siderúrgica necesita de carbones de muy buena calidad para la elaboración del acero y nosotros no los tenemos.

Entonces sólo nos queda su aprovechamiento para quemarlo y producir energía eléctrica. Pero antes veamos cuál es la situación del carbón en el planeta. Las reservas mundiales de carbón a valores de hoy indican que el planeta cuenta con ese producto para los próximos 225 años, mientras que las reservas de petróleo son para 30 años y las de gas natural para 50.

Esto lleva a que sea lógico quemar carbón sobre todo para generar energía y usar el petróleo para fines más valiosos, como la petroquímica. Las reservas mundiales de carbón alcanzan los 950 mil millones de toneladas, de las cuales más o menos la mitad corresponde a antracita y la otra mitad a lignito. Por su parte, el consumo mundial de carbón está en el orden de los 2.000 millones de toneladas anuales.

Las mayores reservas se encuentran en Estados Unidos (25%) seguido de Rusia (16%), China (12%) y Australia (9%), o sea que estos cuatro países concentran el 60% de las reservas mundiales. Por su parte, la producción y el consumo de carbón en América Latina son muy bajos en comparación al resto del mundo.

Así y todo dos de los grandes exportadores mundiales de carbón son Colombia y Venezuela. Brasil es el más grande consumidor con unas 21 millones de toneladas, donde parte es usado en la industria del acero (49%) y parte en la generación de electricidad (31%).

Chile tiene un consumo de 6,4 millones de toneladas y una producción baja de 500.000 toneladas en el sur, debiendo importar el resto. Nuestro país, en las estadísticas mundiales actuales ya no figura como productor ni tampoco como consumidor. O sea tenemos un solo yacimiento que podemos aprovechar para aumentar nuestra alicaída cuota de energía nacional en una región feraz como es la Patagonia.

Pero bastó que el Gobierno plantease la necesidad de utilizar ese carbón argentino para producir energía para los argentinos, para que apareciera Greenpeace con sus spot televisivos mentirosos y la cara pública del talentoso actor Ricardo Darín distorsionando la información con referencias al calentamiento global, derretimiento de los glaciares y otras cuestiones medioambientales que buscan confundir mediáticamente a un público ajeno a esos temas.

En el mundo hay miles de centrales térmicas a carbón. A la Argentina, le cuestionan su única planta. Como le cuestionan -con el disfraz del medio ambiente- sus bosques, sus glaciares, sus campos de soja, sus minas, sus reactores nucleares, en fin, todo aquello que genere riqueza genuina y trabajo genuino para los propios argentinos.


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