El gobernador de la provincia de San Juan, el ingeniero José Luis Gioja, mantiene una muy alta imagen positiva y acaba de ganar un plebiscito reeleccionario con el 64% de los votos. Gioja ha dicho, es más me lo dijo personalmente, que sigue el pensamiento visionario de Sarmiento, quién reclamaba que a las provincias andinas, sin las vacas y el trigo de la Pampa Húmeda, sólo les quedaba como último recurso la minería.
Por Ricardo N. Alonso
Doctor en Ciencias Geológicas. Diputado provincial (Salta)
San Juan tiene la mayor parte de su territorio montañoso y en la última década los trabajos de exploración alumbraron criaderos de metales preciosos importantes como los de Veladero, Gualcamayo y Lama-Pascua, este último un yacimiento binacional compartido con Chile. San Juan ha tenido un impactante crecimiento gracias a la minería.
Los obreros, técnicos y profesionales mineros ganan los mejores sueldos, a valores internacionales y en blanco, además de contar con las obras sociales de mayor nivel. Las empresas metal mecánicas y otras de servicios han tenido un crecimiento espectacular. Esto en razón que por cada puesto directo en la actividad minera extractiva se generan entre 8 y 10 puestos indirectos, lo cual tracciona fuertemente a las economías locales. Téngase presente que la actividad minera se desarrolla en medio de las montañas, a gran altura sobre el nivel del mar, con bajas temperaturas, en lugares donde no hay absolutamente nada de infraestructura.
Por lo tanto hay que llevar al lugar todo, desde rutas, huellas y caminos, pasando por energía eléctrica, alimentos, campamentos, vestimenta, comunicaciones, y otros múltiples servicios. Esto es un disparador económico muy importante. Tan importante que se vio reflejado claramente en el plebiscito donde los sanjuaninos votaron masivamente la continuidad de Gioja al frente del ejecutivo. Por supuesto que ninguna victoria es gratuita para los apóstoles de la sinrazón. Pronto salieron a decir que los padrones eran viejos, que hubo fraude, y lo peor, que los sanjuaninos son unos ignorantes que no saben votar. Este mismo argumento lo usó en Buenos Aires Pino Solanas cuando fueron las elecciones en Salta, donde el gobernador Urtubey se impuso con el 60% de los votos, descalificando al pueblo salteño como inculto y mal votante.
Justamente Pino Solanas, experto en cazar en el zoológico de Barrio Norte, desinformando permanentemente sobre el valor de la minería y acusándola de desastres ambientales inexistentes. En su mitomanía, postula la desaparición de la Cordillera de los Andes por enormes pozos a cielo abierto y la contaminación de todos los ríos y glaciares por cianuro. Catastrofismo ambiental falaz y goebbeliano. Tal vez convenga recordarle al cineasta porteño que muchas minas a cielo abierto son del tamaño de una estadio de fútbol, o un autódromo, o un campo de golf, poco más o poco menos, y que la minería solamente usa el 8% de todo el cianuro que se consume en el mundo, y que jamás un minero se murió por el uso del cianuro.
Por su parte Gioja, el “enemigo” de Pino, está convencido, como lo estaba el General Perón, que los minerales deben explotarse en la generación que les corresponde, dando riqueza genuina y trabajo genuino a dicha generación.
Los recursos bajo tierra no le sirven a nadie. De no explotarlos pueden ocurrir dos cosas: o que cuando se los quiera explotar hayan perdido completamente su valor por el uso sustituto de nuevos minerales o materiales (recordemos lo que pasó con el descubrimiento de los nitratos artificiales por los alemanes y al bancarrota de las pujantes salitreras del norte chileno), o bien que sean presa de la codicia futura de las naciones que los necesiten.
Las naciones que hoy, a contrario sensu nuestro, no solo generan riqueza, sino que también aceitan sus cañones. Por eso desde las usinas imperiales se trabaja en una nueva forma de colonialismo tendiente al control de fuentes de recursos naturales estratégicos, como minerales, fuentes de energía y alimentos, freno al crecimiento poblacional y al desarrollo de los pueblos subyugados, y otras modalidades inscritas todas en el concepto malthusiano de escasez, o sea la raíz del ambientalismo.
Vamos viendo como de a poco se impulsan, vía ONGs internacionales, leyes que prohíben actividades económicas, caso de la Ley de Bosques y Ley de Glaciares, fogoneadas por el tándem Bonasso-Greenpeace, así como la creación de nuevas reservas naturales e indígenas de grandes dimensiones que dificultan o directamente impiden la explotación de los recursos naturales allí existentes. Todo orquestado para conseguir el control geopolítico de territorios que, aunque permanecen formalmente bajo la soberanía de los Estados en que se asientan, en la práctica su destino está ligado a designios exógenos de entidades supranacionales.
A pesar de todos los ataques sufridos, Gioja se hizo fuerte con su gente de San Juan, con el pueblo que lo votó y lo acompaña en la visión de Sarmiento, aquella misma que en su momento el gran educador sanjuanino le planteara a Mitre, cuando le hablaba de la asimetría de los recursos entre la fértil pampa húmeda y la feracidad de las montañas mineralizadas cordilleranas.
Algo que Sarmiento conocía a la perfección por haber sido minero en sus años de exilio en Chile. En el caso de Gioja, que como ya dijimos es ingeniero, o sea un técnico que hace política, sabe bien de lo que habla, conoce las minas, vio trabajar a los mineros, trabajó al lado de los mineros antes de ser gobernador, sufrió como ellos el frío y el viento cordillerano, vio el antes cuando no había nada y vio el después cuando se estudió, se exploró, se perforó, se descubrió y se pusieron en marcha los yacimientos con inversiones que ya superaron los tres mil millones de dólares y que se piensan duplicar en el futuro.
Así, de un lado está el trabajo y la razón; del otro la mentira y la sinrazón. El pueblo de San Juan supo lo que tenía que hacer y lo hizo.