La Unión
Aunque muchos consideran que no tienen razones para confiar en la transición política entre el FCyS y el FPV, si nos propusiéramos seriamente ese objetivo, tendríamos la oportunidad de dejar sentado para los futuros libros de Historia un verdadero testimonio de grandeza entre las distintas fuerzas partidarias de la provincia.
Todos los sectores de la sociedad entienden que la responsabilidad del traspaso es tanto de nuestros actuales como de nuestros futuros representantes, y el eventual fracaso del proceso condiciona el futuro provincial. Como dice Cortázar: “Con los horizontes hay que hacer algo más que mirarlos desde lejos; hay que caminar hacia ellos y conquistarlos”.
Para esta tarea no estamos requiriendo políticos geniales ni un sacrificio que implique inmolación alguna. Sencillamente hablamos de un hecho de responsabilidad compartido, que debe tener la altura política de asegurar el fin explícito y declarado del “bienestar de los gobernados”, tantas veces manifestado a viva voz por la actual gestión como por la administración entrante. Tampoco pedimos imposibles. Un paso efectivo por día sería mejor que mirar nuestros objetivos a la distancia.
Pensemos en la razón de tantos fracasos políticos a lo largo de nuestra historia, y recordemos el juego de poder de las fuerzas políticas en puja por el supuesto “bien común”. No la embarremos más (por favor).
Articulación funcional al cuerpo social
Les mostremos a los jóvenes que somos capaces de ser lo suficientemente flexibles como para articular una transición funcional a todo el resto del cuerpo social. Les dejemos en claro que somos lo necesariamente coherentes como para no perjudicar a nuestros representados por estupidez partidaria. Seamos un ejemplo. ¡Vamos señores! No solo es un deber como funcionarios públicos, recuerden además que les confiamos el voto para que mantengan la calidad institucional y la profundicen.
Tras los resultados del 13 de marzo, la transición es la primera tarea encargada por la sociedad. No debe ser necesariamente un trauma. Esta idea es un slogan de la politiquería, que siempre anda de liquidación con saldos baratos de proyectos y falto de ideas constructivas. Sin vocación, el político es un chanta.
Aplicarse con todas nuestras fuerzas en este tema de la transición no es una opción. Es una obligación con fecha preestablecida y graves consecuencias si falla el cálculo de las distancias y los tiempos disponibles. No puede tratarse con desconsideración y nadie puede darse el lujo de ser egoísta en esta época.
No perdamos de vista la proporción de los problemas y lo delicado de las situaciones, cuyos intereses no dejan de compartir el FCyS y el FPV.
Tal vez esta imagen de Arthur Schnitzler refleje lo dicho al comienzo de esta editorial sobre los objetivos comunes y el desconocimiento de las fuerzas políticas en su relación con el futuro venidero. “Dos personas se acercan hacia nosotros por la carretera, y sus siluetas se recortan fantásticamente contra el horizonte. Pero si aplaudiéramos, no lo entenderían, porque tienen poca conciencia de su relación con el horizonte”.
“Catamarqueños, a las cosas”
Creer como Maquiavelo que la virtud del poder es fundamentalmente una cuestión de manejo del tiempo por parte del Príncipe, choca con la llana creencia popular fundada empíricamente en que una madera demasiado tiempo expuesta a la lluvia, el sol y los vientos corre el riesgo de doblarse y resultar inútil para cualquier construcción.
El futuro es ya casi presente. Tenemos que enfrentarnos con la realidad. Sin embargo, nos confiamos en que hay tiempo y que cada cosa tiene su tiempo.
El mundo se nos ofrece con la máxima amplitud, pero nosotros seguimos ensimismados como Descartes, buscando la certeza en nuestro pensamiento para recién aceptar el exterior. “Pienso, luego existo” es para los filósofos que les sobra el tiempo y que buscan justificar sus dudas metafísicas.
La sociedad actual necesita hombres y mujeres en política que también dejen de lado lo perecedero, pero que mantengan la mirada fija en un mejor horizonte social, que estén dispuestos a conquistar con mucho trabajo de investigación, pero con las manos ocupadas en la obra. No olvidemos la siempre oportuna invitación de Ortega y Gasset: “Argentinos, a las cosas”.
Dejar lo complicado y encarar lo fácil
Al menos apliquemos la lógica elemental. Los problemas menudos son los de menor consistencia. Existen otros de naturaleza vertebral a la provincia, que no pueden ser tratados con simpleza e incluso con indiferencia. Y viceversa.
Lo pasado es pasado, pero una actitud integral como la que esperamos de nuestros representantes incluye una visión sin depreciaciones que indague en las soluciones de la realidad. Pasa por ejemplo con el tema minero, donde la actividad más importante de la provincia todavía espera un cierto acompañamiento de las políticas oficiales, sobre todo en los conflictos sociales, que se dejaron impunemente librados al azar. ¿Quedan pendiente para la próxima gestión?
Un gobierno (cualquiera fuera), antes de consumar su tiempo en el poder, no puede dejar de lado temas fundamentales por su condición de sudorosa tramitación encontrando refugio en los de menor importancia y, por consiguiente, de más rápida y fácil solución. Es una cuestión de prioridad y en muchos casos de destino.
No podemos permitirnos que la transición sea un fracaso. Contrariamente al dicho popular, en este caso, el silencio es insalubre. No podemos abandonarnos a lo cotidiano, porque lo rutinario frecuentemente pierde los objetivos a largo plazo. Tenemos que estar más allá de la hipocresía y la especulación. La mirada debe estar fija en las posibilidades, aunque los pesimistas no dejen de quejarse y los que nunca creen en nada no paren de hablar de sí mismos. Como señala Gottfried Benn: “El ojo mira hondamente al horizonte que la infortunada verticalidad ignora”.