La Unión
Tal vez es hora de entender que no es una cuestión de ver quién lleva más gente a la plaza para manifestarse a favor o en contra de la minería. Hay señales contundentes para quien quiera reconocer que, de acuerdo con las últimas elecciones (marzo y agosto de 2011), la gente evidentemente adhiere a un modelo provincial y nacional de política minera.
En octubre seguramente tendremos una nueva ratificación de los resultados, pero está claro que a la hora de tomar una decisión, el pueblo sabe qué es lo que quiere. Piensa en su familia, en sus seres queridos y en su pueblo. Vota con el corazón, la cabeza e incluso el estómago. Lo que usted quiera decir y criticar del proceso electoral y la forma de pensar de nuestros hermanos catamarqueños y del país entero. De todas formas, la mayoría es la que decide. Estas son las reglas del juego, pero además -a decir de algunos intelectuales místicos -, “la voz del pueblo es la voz de Dios”.
Honrar la democracia
De manera que podemos discutir días, horas y meses. Tal vez años. Pero la realidad es que, cuando el ciudadano vota, decide. El debate es una cosa, pero elegir quién nos va a representar y gobernar es otra.
El voto, en definitiva, es una suerte de síntesis práctica (de cada uno de los ciudadanos catamarqueños y argentinos), de tanta producción teórica e ideológica, con el objetivo de recordar también a los contendientes electorales que los principios democráticos se deben aceptar, respetar y cumplir. De hecho, la consolidación de la democracia depende en gran medida de la aceptación de los resultados electorales.
Hablo de la democracia en cuanto realidad, no en cuanto mero contenido sectorial ideológico en puja por el poder. Al acudir a emitir su voto, aunque su decisión fuera anularlo, el ciudadano envía un mensaje a los distintos sectores políticos. ¿Llegó?
Esto quiero decir que tenemos que estar preparados para los escenarios de resultados estrechos y para ganar o perder. Sin dudas que lo más doloroso que le puede pasar a un candidato es perder, sobre todo si es por algunos votos, pero son las reglas del juego y hay que cuidarlas y reconocerlas como propias.
Sin embargo, tampoco el sistema puede depender del “margen” de quien gana una elección, y aunque no es el caso de esta última elección en que la diferencia entre ganadores y perdedores fue abismal, ganar o perder por uno o dos votos no deslegitima una elección.
En síntesis, la aceptación de los resultados es un acto político-simbólico muy importante en democracia, que los perdedores no pueden dejar de honrar con mayor entusiasmo que sus aspiraciones personales.
Que la derrota sea un trabajo posterior que se comprometa a ser doctrina de la seguridad democrática por el bienestar del país y el sistema democrático en el que vivimos.
Otra vez será
Quienes salieron favorecidos tienen la certeza del acompañamiento. En tanto, los precandidatos que no vieron satisfechas sus expectativas... será en otra oportunidad! Aceptemos la derrota y sepamos reconocer los resultados sin llegar a los extremos, “la democracia está hecha para ser celebrada y no para ser empañada y perjudicada con hechos violentos”.
En este último caso, el pueblo tiene la posibilidad de educar y enseñarles a sus dirigentes exigiéndoles una permanente actitud democrática. Debe también saber criticarlo, pero no para destruirlo sino para fortalecerlo. Enseñarle que "con estas cartas hay que jugar" y que las reglas se hicieron para respetarse, aunque no nos guste.
Asimismo, es una buena oportunidad para entender que la derrota es parte de la vida misma, y que muchas veces perder es la más grande enseñanza que se puede tener, si se analiza con la suficiente autocrítica, por qué no se consiguió apoyo real de la gente en las elecciones, oportunidad en la que se juega el poder real y se muestra el apoyo verdadero a un proyecto.
Sin embargo, más allá de los aspectos personales, psicológicos y políticos de los resultados electorales, desde el punto de vista institucional “¡hay que ser demócratas… y saber aceptar la derrota! Esto también es parte del desarrollo sustentable que buscamos y del cual nos llenamos la boca a diario (antes, durante y después de una campaña política).
Es más, siguiendo esta misma línea, los derrotados deben ponerse a disposición de quienes tienen el apoyo popular y funcionar como garantes de la estabilidad y el fortalecimiento institucional, sin que signifique ello que tengan que apartarse de sus aspiraciones personales y sus principios. Los errores políticos pueden corregirse, y es de ciudadanos y líderes reconocerlos y enmendarlos. (Es un deseo en voz alta).
Señales contundentes
Defender la minería como una actividad necesaria en la provincia es una postura que podemos compartir o no, pero sin dudas lo más importante es defender la democracia que creemos está destinada a ser nuestro futuro siempre. Por lo tanto, ganar o perder una elección no es lo más importante. Lo crucial es el marco general y la preservación de las instituciones democráticas.
En este sentido, la mayoría cree en una provincia apoyada en la actividad minera sin disociarla de la preocupación medioambiental.
Este es el mensaje que está enviando la sociedad. No es un capricho. Es la adhesión generalizada a un modelo minero de Nación y Provincia, ratificado electoralmente ya varias veces en 2011. No le da igual Pino Solanas, Elisa Carrió o Alcira Argumedo. La gente tiene su preferencia y eligió.
Indicadores explícitos y categóricos fundamentalmente a favor de la gobernadora electa Lucía Corpacci y la presidenta de la Nación, Cristina Fernández. Según se deja ver, el “pueblo” quiere la provincia y el país que estas mujeres describen.