La Nación
Si bien no hay datos precisos acerca de la cantidad de tierras en manos de extranjeros, se estima que oscilaría entre un 5 y un 8 por ciento. En algunos casos esas tierras están dedicadas a la producción; en otros, sus propietarios las destinan a disfrutar de su belleza escénica, y en muchos casos se hace una combinación de ambos usos. Por lo que se conoce, las actividades se realizan de un modo razonable, es decir respetando el recurso.
Lo que sí resulta esencial es la utilización que cualquier propietario o tenedor le da al suelo: porque esa tierra va a permanecer en nuestro país, siempre bajo el dominio originario de las provincias donde se encuentran e independientemente de quienes sean sus propietarios actuales, los que serán sucedidos por otros. Es elemental pero hay que resaltarlo: es imprescindible evitar que se realice un manejo abusivo, que se lo impacte indebidamente con agroquímicos, que se haga un uso excesivo del riego, que se contaminen los cursos de agua o que se talen sus bosques nativos. En pocas palabras, resulta necesario que se haga un uso sustentable porque, aun cuando se trata de un recurso esencialmente renovable, su mal manejo puede degradarlo o incluso agotarlo.
Todos los recursos naturales que se encuentran dentro de las fronteras de nuestro país están, independientemente de la nacionalidad de su titular, bajo jurisdicción argentina y cualquier persona que quiera hacer uso de algún recurso subterráneo, por ejemplo el agua, debe obtener la autorización del Estado. De modo que el mero hecho de que una propiedad se encuentre sobre un acuífero o junto a un río, en nada cambia los efectos del control que el Estado puede hacer sobre su utilización. Ningún argentino o extranjero, si físicamente fuera posible, estaría autorizado a "llevarse el agua" si no contara con la venia administrativa pertinente. Lo mismo ocurriría, por ejemplo si se tratara de una actividad minera.
La introducción es pertinente teniendo en cuenta la renovada iniciativa oficial que propone limitar al 20 por ciento la tenencia total de tierras rurales en manos foráneas y establece, entre otros puntos, que un mismo extranjero no podrá poseer más de 1000 hectáreas.
La propuesta es claramente inconstitucional y carece de sólidos fundamentos: no hay una razón para limitar la tenencia al 20%. Se desconoce por qué el 10% sería poco o el 30 mucho. Tampoco se comprende por qué son asimilables 1000 hectáreas en la próspera Pampa Húmeda a 1000 hectáreas en plena estepa patagónica. Nuestra Constitución establece un principio: en la Argentina no hay prerrogativas de sangre ni de nacimiento, siendo todos sus habitantes iguales ante la ley. Expresamente, el artículo 20 determina que "los extranjeros gozan en el territorio de la nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos...".
Es cierto que, por razones de seguridad, se aconseja que determinados lugares, estratégicos, permanezcan en manos de argentinos, a modo de garantía, suponiendo que cualquier ataque a nuestro país sobrevendrá como una invasión terrestre, a través de nuestras fronteras, y que todos los nacidos en este territorio serían incorruptibles y que siempre antepondrían el bien común frente a cualquier beneficio personal. Con ese fundamento ya existen limitaciones para la compra de tierras por parte de extranjeros en las llamadas zonas de seguridad.
Pero proyectos como el impulsado desde el oficialismo demuestran el escaso conocimiento que existe sobre la real problemática del uso de nuestros recursos naturales: la erosión del suelo, el uso abusivo de pesticidas, el sobrepastoreo, la tala de bosques, el agotamiento de los acuíferos, la pérdida de tierras de cultivo para usos no agrícolas y las consecuencias que aún traerá el cambio climático.
Sin duda la alimentación será uno de los problemas más acuciantes en los años venideros, y esa es la razón por la que algunos países ricos están comprando y arrendando tierras para el cultivo de granos en países más pobres. Posiblemente nuestro país no se encuentre ajeno a este fenómeno mundial, que está acompañado del uso de todas las tecnologías disponibles para elevar los rendimientos. Quizá sea allí donde tengamos que aguzar la imaginación y prestar atención.
Lo que resulta imprescindible es que se haga una utilización sustentable de los ecosistemas que brindan importantes servicios ambientales a todo el país, una suerte de presupuesto mínimo de utilización de nuestros recursos estratégicos más valiosos.
La nacionalidad del propietario en nada garantiza un uso adecuado del recurso y en nada afecta la jurisdicción que tiene nuestro país sobre ellos. La tierra sigue siendo argentina aun cuando su propietario haya nacido en otra latitud.
Si nos preocupan realmente los recursos naturales, debemos ser serios, luchar para que todos los habitantes del suelo argentino los utilicen de manera sustentable y contribuyan al bienestar económico, social y ambiental de la Argentina de hoy, y permitan que las futuras generaciones puedan seguir haciendo uso de ellos..