El Ancasti
La gobernadora electa Lucía Corpacci y el intendente electo de Andalgalá, Alejandro Páez, se reunieron el martes y coincidieron en la necesidad de establecer nuevas condiciones para que la minería redunde en mayores beneficios para la provincia y la comunidad. El encuentro es auspicioso como señal de consenso político. Páez es radical y gobernará durante los próximos cuatro años una comunidad dividida por las opiniones sobre la megaminería. Que la futura gobernadora, peronista, lo haya recibido al margen de su filiación partidaria es indicio de la disposición a ubicar la política minera por encima de diferencias sectoriales. "No nos oponemos al progreso, pero deberá demostrarse a la gente de Andalgalá sobre los beneficios y consecuencias de la minería", dijo Páez. Señaló además que "Alumbrera dejó un escaso margen de rédito económico" para la región. "Pretendemos un modelo endógeno, productivo, de desarrollo local en donde se pueda ayudar a los microemprendedores con el respaldo técnico y financiero para que haya un despegue productivo de Andalgalá", concluyó. Corpacci, por su parte, manifestó: "No quiero la minería de hoy. Quiero una minería con otras reglas de juego, que sea de la provincia y de los catamarqueños en vez de las empresas".
La gobernadora electa y el futuro intendente de Andalgalá expresan, desde dos fuerzas adversarias, el consenso superador que se precisa para revertir las deficiencias en la política minera que impidieron que la explotación de Bajo La Alumbrera, con todo lo que significó en términos de ingresos para el erario, no tuviera mayor impacto en la calidad de vida y la prosperidad de las comunidades mineras y la provincia en general. Revisar el modelo para garantizar la inserción de los catamarqueños en la actividad y la continuidad de la participación de la provincia en las utilidades empresarias con Agua Rica, con una fiscalización estricta y transparente sobre el impacto ambiental, es imprescindible para reconciliar a la sociedad con la megaminería y saldar la deuda de frustraciones.
Ayer, el diario La Nación publicó una artículo sobre Andalgalá titulado "Un pueblo partido por la fiebre del oro", en el que se publican opiniones de todos los sectores involucrados, a favor y en contra de la minería. Allí, Páez considera que "gran parte del descontento surge de que el pueblo no haya recibido los beneficios correspondientes por la explotación". El cronista confirma que "el retraso de la ciudad (Andalgalá) es el único punto en el que coinciden los dos bandos". Es la misma conclusión a la que se arriba después de leer el informe "Andalgalá sigue a la espera del ansiado derrame de la minería", que El Ancasti publicó el 25 de agosto pasado, sobre la decepción de los andalgalenses por los resultados de Bajo La Alumbrera.
El escaso impacto de la megaminería en las comunidades del oeste surge palmario del análisis de la evolución demográfica conforme al último censo. La variación de las poblaciones de Andalgalá, Belén y Santa María fueron en el último quinquenio iguales e incluso menores que en el período 2000-2005. La población de Belén creció un 3,6% los primeros cinco años del siglo y lo mismo en los cinco siguientes; Andalgalá, un 4,1% en el primer quinquenio y un 4 en el segundo; Santa María un 4,9% y un 4,3% respectivamente. De modo que la megaminería no produjo arraigo alguno ni parece atractiva para que la gente con sus familias se instalen en las regiones geográficas que, en teoría, tendrían que ser más favorecidas por ella.