Los Andes
Ricardo Villalba anticipó que en noviembre estará listo el inventario de los témpanos blancos y los escombreros en el ámbito de la cordillera mendocina, en cumplimiento de los compromisos asumidos por la Provincia con la polémica Ley de Defensa de los Glaciares, ardorosamente discutida por los promotores de la explotación minera a cielo abierto en áreas de influencia de glaciares y periglaciares.
El doctor Villalba anticipó, no obstante, que nuestros glaciares, reservorios del agua de nuestros ríos, sobre todo en años de sequía, han seguido retrocediendo, tanto que los primeros indicios nos avisan de un 15 o 20% en las últimas décadas.
Simultáneamente, se realizó aquí -en dependencias del nuevo hotel frente al Shopping- un encuentro de técnicos y científicos de América Latina, trabajando sobre estudios de suelos y degradación de la tierra fértil. En la preparatoria de la próxima Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro a mediados de 2012, los especialistas estudiosos de la Tierra coincidieron en advertir sobre el avance del desierto y la vertiginosa degradación de la tierra productiva.
Es decir, comprueban los técnicos, avanza el desierto sobre el suelo fértil y la arena retorna a sus dominios. El cemento impone su ritmo de avance inmobiliario sobre las áreas productivas: en Mendoza el 97% de nuestra geografía, dura y seca, está bajo esas condiciones. “En el país se pierden hasta 650.000 hectáreas por año”, titulaba Los Andes ese día. O asea, agua escasa, degradación de la tierra, éxodo rural: casi una fórmula para la extinción.
Fueron días en que las campañas electorales y las propuestas de gestión pusieron en evidencia la endeblez -o directamente inexistencia- de políticas de Estado consistentes y perseverantes, tanto a modo de una Cruzada del Agua (la disponibilidad hídrica del río Mendoza, abastecedor del oasis Norte, colapsó y se cierra la posibilidad de expansión) como de las necesarias para una política de preservación estratégica del suelo fértil -no más del 3,5% del territorio provincial- y del reordenamiento del suelo y su distribución planificada.
La tan mentada “Ciudad Puerto, al pie del Túnel de Baja Altura hacia el Pacífico”, con la que se entusiasman algunos estrategas, demandará agua suficiente, suelo ordenado y preservado, ciudades soportables y con una coordinación urbanística, de servicios -sobre todo de transportes- acorde con sus pretensiones de portal hacia el Pacífico.
Mendoza está aún muy atrasada en su capacidad de embalse, en el hormigonado de sus canales de distribución de agua, en el riego moderno tranqueras adentro y en el uso racional del agua en sus ciudades.
La anhelada Ley de Ordenamiento Territorial -la llamada Ley de Suelos- después de 18 años de tironeos y cabildeos en los que hubo que compatibilizar intereses cruzados, aún está en la etapa de reglamentación y puesta en marcha efectiva.
Es decir, todavía no tenemos en aplicación un Plan Maestro de Ordenamiento del Uso de la Tierra en Mendoza y una precisa y exigente coordinación con las facultades y planificación que aún retienen las municipalidades entre sus principales factores de recursos.
Desde mediados de 2009, cuando fue aprobada, la Ley de Ordenamiento (en las que juegan rol protagónico el agua, el suelo fértil y su desarrollo urbano racional), sigue sin finalizarse el proceso de conformación de su Consejo de Estado para la implementación del Plan Estratégico de Desarrollo y todavía no se ha conformado la Agencia Provincial de Ordenamiento Territorial, que será el organismo ejecutivo (cuyo titular deberá tener aprobación del Senado), donde se ordenará nuestro desarrollo y los emprendimientos que lo nutrirán, de acuerdo con los lineamientos del Plan Estratégico.