Mining Press
El mundo fue y será una porquería, decía Enrique Santos Discépolo. Pero en esta versión Siglo XXI se ha vuelto volátil, inseguro e impredecible. El que esté libre de pronósticos agoreros que arroje la primera piedra. Y si usted tiene una póliza contra todo riesgo, por favor lea bien la letra chica. En algún lugar, seguramente, está la trampa.
Si fuéramos osos del Hemisferio Norte podríamos probar con acostarnos a dormir el invierno que se avecina y apostar a que cuando despertemos este torbellino haya pasado. Pero estamos en el Sur, y no nos queda otra que balconear lo que pasa con la Zona Euro, la crisis recurrente de EE.UU y los coletazos amenazadoramente recesivos que amenazan con estragar a la economía mundial (incluida a China), primero, y a nuestros modestos bolsillos, después.
Si el 2011 venía complicado, los mercados han empeorado con el cambio de estación y ya tuvieron su Septiembre Negro. Nada es intocable. El oro es refugio pero se puede desbarrancar US$ 300 en una semana, la plata es la inversión de la década pero pierde el 30% en el mismo plazo; el cobre tiene un futuro brillante, pero cae a los mínimos del año en cuestión de días desandando sus esforzados avances. Los fondos ETFs, que encandilaban a los pequeños inversores se fueron a la miércoles. Las acciones mineras en Londres, Vancouver, Toronto o Sydney perdieron mal, cuando más esperaban crecer. Tan insólito es el presente que hasta un nuevo club, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China+Sudáfrica) ofrecen salvavidas en versión compra de bonos.
En la escala global, la Argentina se asemeja a menudo a esas remotas provincias donde la info llega tarde y mal. Aquí no va a pasar nada. Estamos blindados, ha venido repitiendo el gobierno. Pero todos vamos en el trasatlántico global, en el que el capitán y la tripulación parecen haber perdido el timón, los pasajeros de primera sienten náuseas y en la cubierta de las commodities se empieza a rezar para que el viaje no termine en naufragio.
Semejante periplo sorprende a la minería argentina con mucha fe, esperanza y caridad. Pese vacilaciones y precariedades, la nave de esta industria va porque el mundo necesita minerales y el país logró meterse con fuerza en el target de los recursos apetecibles.
Es cierto que la nave va, pero nadie como los mineros sabe que no está para andar haciendo fiestas en el puente de mando. Conviene estar con los ojos bien abiertos y no olvidarse de rezar.
La travesía de la gran minería en este país recién empieza y sólo la sapiencia de sus timoneles podrá hacer que llegue a buen puerto.