Nueva Rioja
Escribe: Julio Aiub Morales
La secretaría de Minería de la Nación acaba de darle la razón a Julio Martínez. Sin querer obviamente. Minería difundió un comunicado destacando que en las provincias mineras, Cristina Fernández “se impuso por cifras que van desde el 50 al 75% de los votos”. Sin embargo, “los riojanos de Chilecito con el 44,16%” y los de Famatina, con el 52,50% son los que menos aportaron, solo superados por los salteños de Los Andes, que solo aportaron el 42,71%.
Tanto en Chilecito como en Famatina, ganó Martínez, con la diferencia de que en Chilecito, segunda resultó Tere Luna (que no tuvo un discurso pro minero y que hábilmente trató de eludir el tema siempre que estuvo allí) y en Famatina, segundo fue Menem, donde el FPV acusó directamente al intendente de mandar a patotearlos. También en Chamical, donde hay una base social “antiminera”, sobre todo en los jóvenes, el radicalismo salió segundo con casi el 30 por ciento de los votos.
Más allá de que tal como se preveía, la Presidenta hizo una gran elección, inclusive en los departamentos mencionados, tiene cierto asidero el análisis de que el discurso antiminero de Martínez, le reportó sus votos. Claro es que dentro del radicalismo, tanto nacional como provincial, se vienen tiempos de barajar y dar de nuevo. Por un lado, dentro de un mes está la convención nacional, donde seguramente la figura de Ricardo Alfonsín, será zarandeada porque a diferencia del peronismo, no concilia sino que toma decisiones drásticas. Y a nivel provincial, Guillermo Galván envía un mensaje contemporizador, sobre todo teniendo en cuenta aquellos resultados. Sabe que si quiere ser intendente de la Capital –su objetivo para el 2015, sigue diciendo- va a necesitar de esta base radical. Inés Brizuela y Doria obtuvo casi el 19 por ciento de los votos de capital. Su discurso fue muy poco antiCristina y mucho antiBeder. Y ahora la tan mentada intuición femenina hace que se manden mensajes de mutua comprensión con Tere Luna.
Pero ése es precisamente el punto de inflexión del radicalismo vernáculo. El sector de Guillermito se entiende –y funciona- mejor con el bederismo. El sector de Julito se entiende –y funciona- mejor con el lunismo. En algún momento, más temprano que tarde, tendrá que haber definiciones, si ambos sectores quieren tener un futuro, en común o separados. Y esto último es el gran riesgo.
Desensillados, esperando que aclare, están también el lunismo y el quintelismo. Que si ya venían bastante distanciados antes de los comicios, con el resultado mucho más. Finalmente se impuso el criterio de la segunda línea Q, en el sentido de que a Tere Luna no la querían en los barrios. “Pero tampoco a Tere Quintela. Encima el Gitano no hizo nada. Sólo una reunión grande el último día”, les retrucan.
Más allá del pase de facturas entre bederismo, quintelismo y lunismo, estos dos últimos sectores –igual que toda la sociedad riojana- saben que Beder acumula hoy más poder político y económico que nunca. Igual que Cristina. Aunque, económico, será bastante más el año que viene. Y que no se va ir así nomás del poder. Igual que Cristina. Para Beder, lo ideal sería, además de la re-re, tener la intendencia de la Capital. Igual que Cristina (con Macri, claro). Aunque esto, hoy por hoy, no lo desvela, es un horizonte posible pues tener una intendencia como la capital riojana –con la mitad de la población y sobre todo, del padrón electoral- es un gran acicate para cualquier sector o dirigente. Inclusive aliado. Guillermito, por ejemplo. ¿Por qué no?
Si bien sabe que hay algunos despachos cercanos a la Presidenta que no le cayó –ni les cae- nada bien su jugada de reelegirlo a Menem, Beder hará valer la rentrée de Carlos, aunque obviamente no estará en el bloque kirchnerista, donde igualmente tiene amigos que siempre se reconocieron como alumnos suyos.
Y en estos días, si bien han comenzado a tirarse nombres de posibles enroques en el gabinete provincial, lo cierto es que el propio Beder lo dijo: habrá cambios paulatinos. Porque, si el Pollo Vergara continuó al frente de Salud Pública en medio y después de la crisis más severa por la que atravesó el sector, no hay por qué pensar que Beder hará algo distinto.
Aunque Vergara tiene la excusa perfecta: el problema lo generó la Justicia. Lo mismo puede decirse del caso Lucero: si la justicia hubiese actuado el año pasado, es muy probable que no hubiera habido una mujer embarazada en riesgo de vida. Los jueces se quejan de que no tienen respaldo político para tomar decisiones o acciones que involucren precisamente a políticos. Pero por más político poderoso que sea, la llamada o la citación de un juez o de un fiscal, constituye una señal. Y es preferible dar esa señal, antes que perder la dignidad.