La Unión
Por Juan Carlos Andrada
Catamarca, como cualquier otra provincia, requiere dos cosas como mínimo para cuidar de su gente: estabilidad económica y proyección. La primera no es fácil de conseguir, y la segunda está íntimamente ligada a la primera.
El problema es que vivimos en un mundo cambiante, en medio de una feroz puja de intereses y cargando en las espaldas muchas veces las malas decisiones políticas que, por la gravedad de sus consecuencias, terminan rozando los delitos de lesa humanidad.
¿Estabilidad?, la tuvimos con la minería, a pesar de los avatares internacionales. ¿Proyección?, se la debo, no obstante haber contado con esa estabilidad económica que permite soñar con un futuro (hoy presente) mejor.
Sin embargo, en medio de los lamentos por lo que no supimos o no quisimos hacer, la realidad nos vuelve a mostrar un escenario favorable a los catamarqueños. ¡Sabrá Dios la verdadera razón!, pero… entre nosotros, no puedo dejar de preguntar: ¿por qué?
Crecer o perecer
El hecho es que la continua demanda internacional de minerales provoca que la actividad minera en Catamarca siga siendo la certeza “menos variable”, donde nuestra provincia puede hacer pie, ¿en un contexto local en el que todavía nos preguntamos qué hacer?.
Por eso, las miradas se vuelven rápidamente buscando indagar en las futuras políticas públicas, donde se baraja de nuevo, estabilidad y proyección, sumado a las fuertes expectativas que generó en la gente la nueva gestión que asumirá en diciembre.
Las oscilaciones políticas contrastan gravemente con la estabilidad de la única actividad que respaldó significativamente la economía provincial durante años y que actuó como una plataforma de lanzamiento que nunca utilizamos. Proyección... ¿qué es eso?
De todas formas, y muy a pesar nuestro, la vida continúa su curso. Con nuestros dilemas (resueltos o no), la realidad nos vuelve a indagar sobre si los catamarqueños estamos decididos a crecer o preferimos “voluntariamente” perecer.
¿Dónde está la punta del ovillo?
Algo sí es seguro: a este nuevo escenario propicio para los catamarqueños, no podemos seguir aplicando los viejos métodos contraproducentes. Recordemos la máxima que advierte que “no se puede salir de un problema por el mismo lugar por donde se entró”.
Contamos con una de las pocas actividades estables, o poco variable, en tiempos vertiginosos y de fuertes vendavales en el mundo. Curioso y alentador. Pero políticamente preocupante considerando que todavía no encontramos la punta del ovillo.
“El futuro, al igual que la estabilidad, no es algo que se pueda dar, se tiene que construir”, (Anónimo). Permanecer es necesario, pero no es suficiente. No se trata sólo de estar. Exigimos, por tanto, mayor compromiso en la conducción del mañana. ¡Planificación!
La proyección es un resguardo, un mecanismo de defensa. Es un estrato superior al de simplemente persistir o mantenerse a duras penas. “El futuro dejado a sí mismo, solamente repite el pasado”, asegura Nisargadatta y remata: “el cambio sólo puede ocurrir ahora”.
Actuar atendiendo a la razón
En consecuencia, si reconocemos que la minería es el soporte económico mas importante y seguro que tiene Catamarca, lo lógico y esperable es que nuestra tarea sea trabajar para mejorar y consolidar nuestra minería.
La actividad de un proyecto minero como el de Alumbrera, contribuye no sólo a la continuidad o estabilidad del Estado. Aparte, provoca la creación de condiciones propicias para un diseño de proyección.
En este sentido, nos falta una mirada más nítida sobre la cuestión minera. Requerimos de otro criterio político, más cuidadoso de la información. Una política minera orientada a la gente, con respuestas sociales, de aplicación operativa, menos discursiva.
A veces nos olvidamos que podemos estar peor, hay escalones más abajo. El tema es que cuando nos confiamos dejamos de ser precavidos. “Se debe tener confianza en uno mismo, pero esa confianza debe estar siempre basada en la realidad”, Bobby Fischer.
El que se queda, se retrasa
A los catamarqueños no nos faltan razones para dar lucha por nuestros sueños y se justifica el temor de la gente de quedar otra vez con los proyectos truncos. “En la vida humana unos pocos sueños se cumplen, la mayoría se roncan”, Jardiel Poncela.
Corren tiempos difíciles. Sin embargo, si el contexto colabora con una causa donde falta únicamente nuestra decidida concurrencia, tampoco podemos resignarnos a ver pasar la vida por una pequeña ventana.
¡Y no tenemos por qué martirizarnos con culpas pasadas!. La metodología no es el reproche, sino la grata sensación que produce la satisfacción de construir con los demás. No existe placer más agradable que el de “renovar - nos”.
El que se queda parado, se retrasa. Y el catamarqueño está aquí, no por el sólo hecho de estar, sufriendo por sufrir o penando por penar. Tiene derecho a vivir mejor. Él y su familia. ¿Será ésta la razón por la que “Tatita” Dios nos dio una nueva oportunidad?