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Debate
LAS OPINIONES DE VIALE Y GIARRACA CONTRA FAMATINA
23/01/2012

Famatina y los nuevos espejitos de colores

Perfil

Por Enrique Viale - Abogado ambientalista, miembro del Colectivo por la Igualdad y Voces de Alerta.

La pueblada de Famatina está marcando un hito histórico en la defensa de los territorios en nuestro país y un punto de inflexión en el saqueo económico, devastación ambiental y degradación social, cultural e institucional que significa la figura extrema del extractivismo: la megaminería.

Se diferencia respecto de la minería tradicional fundamentalmente en su escala y en su modalidad de explotación, lo que la hace inherentemente contaminante, insostenible e imposible de controlar. Para extraer los minerales diseminados en grandes extensiones de territorio, esta actividad se realiza a cielo abierto con el uso de colosales cantidades de energía, explosivos, agua y sustancias extremadamente tóxicas para separar la roca del mineral. En nuestro libro 15 mitos y realidades de la minería transnacional, presentamos distintos datos, aportados por las propias empresas, que nos sirven para comprender su real magnitud. Así, por ejemplo, el emprendimiento minero Pascua Lama (San Juan) removerá rocas por 1.806 millones de toneladas en todo su proceso extractivo; La Alumbrera (Catamarca) tiene autorizado emplear más de 86 millones de litros de agua por día, mucho más que el consumo total de la provincia. En materia de explosivos, también los datos son espeluznantes: sólo en Pascua Lama se arrojará durante el proceso extractivo la friolera de 493.500 toneladas, casi la mitad de los lanzados en la Segunda Guerra Mundial. Por estos motivos es que la gran minería se apropia de los territorios donde se desarrolla compitiendo –desproporcionamente– por los recursos con las actividades previamente establecidas. Así, las producciones agropecuarias de las zonas cordilleranas y precordilleranas son incompatibles con esta actividad.

Por su parte, el régimen jurídico aplicable a la minería cuenta con un tratamiento impositivo y financiero diferencial, con beneficios exclusivos para el sector como ninguna otra actividad. Ello permite que coexistan empresas inmensamente ricas y pueblos extremadamente pobres, como ocurre en la provincia de Catamarca. Lo mismo ocurre en la provincia estrella de la gran minería, San Juan –tan elogiada por el gobernador riojano, Luis Beder Herrera–, que, a pesar de tener hace muchos años en funcionamiento algunos de los mayores emprendimientos mineros del país, la pobreza e indigencia (según datos del Indec) bajó en mucho menor proporción que en el resto del país, durante el último ciclo de crecimiento económico. En esta provincia, en concepto de regalías, la empresa Barrick Gold, por Veladero (la mina más grande de la provincia), aportó en el año 2009 sólo la suma de 38 millones de pesos, menos del 1% del total de ingresos totales provinciales.

Los nuevos espejitos de colores también son divulgados por el propio secretario de Minería de la Nación, Jorge Mayoral, quien –en pleno debate parlamentario por la ley de glaciares– afirmó temerariamente que “la minería ya genera 500 mil puestos de trabajo en el país”. Lo desmiente el propio Indec: en 2010 hubo 7.127 trabajadores registrados en explotación de minerales metalíferos, lo que equivale al 0,045% de la Población Económicamente Activa (PEA).

No existe en Latinoamérica ninguna región que haya logrado un desarrollo socioeconómico con la gran minería, a lo sumo puede generar “crecimiento económico” (aumento del producto interno bruto), como sucede en el Perú minero, pero éste es volátil, con escaso “derrame”, sin auténtico desarrollo para la población y una alarmante reprimarización de la economía. Paradójicamente, las transnacionales mineras tienen un método capitalista de obtener sus ganancias y un método comunista para socializar sus pasivos ambientales.

La historia lo demuestra, por donde pasa la gran minería sólo queda saqueo, territorios devastados y empresas aún más enriquecidas. De todo esto se está defendiendo el pueblo de Famatina.

Por estas razones es que el economista ecuatoriano Alberto Acosta ha acuñado la frase: “La maldición de la abundancia”, para caracterizar el extractivismo extremo en nuestra región, a la cual históricamente se le ha reservado el rol de exportadora de naturaleza, sin considerar sus impactos desestructurantes sobre la población ni los efectos socioambientales. Aunque los gobiernos no lo adviertan, serán los pueblos –como el de Famatina– los que no dejarán que se sigan escribiendo capítulos de Las venas abiertas de America Latina.

Cuando el territorio es la vida

Página/12

Por Norma Giarracca - Socióloga, Instituto Gino Germani (UBA).

Las poblaciones de Chilecito y Famatina de La Rioja están acostumbradas a mantenerse en estado de alerta para impedir el paso a la actividad minera a cielo abierto. En 2007 creyeron tener el apoyo del entonces vicegobernador Luis Beder Herrera que, una vez que logró el golpe palaciego para destituir al gobernador, mostró sus verdaderas intenciones promineras. Desde entonces no ha hecho más que borrar con el codo lo que decía en sus momentos de apoyo al movimiento asambleísta. Situación que indigna no sólo a estas poblaciones sino a un mundo por donde circulan esas famosas imágenes en forma de documental, videos, etc. Una vergüenza para la ansiada democracia del país.

Por este motivo, la pueblada que se lleva a cabo en “el corte” de Alto Carrizal, a siete kilómetros de Famatina, se empeña pacífica pero tenazmente en no dejar pasar a la Osisko Mining Corporation, la nueva empresa canadiense que aun sabiendo estas historias (dada la nacionalidad argentina de su cara visible), insiste en cumplir con un convenio que firma conociendo que no logrará la licencia social de la comunidad, necesaria para comenzar sus operaciones. La mentada licencia social la deben dar las comunidades que rodean los emprendimientos y lo establece una ley nacional y pactos internacionales que involucran instituciones de las Naciones Unidas (“responsabilidad social empresarial”).

Después de lamentables episodios de “espionaje”, de manuales de procedimientos que rozan la ilegalidad encontrados dentro de materiales olvidados por representantes de Osisko, desde el 2 de enero el pueblo de Famatina y parte de Chilecito, acompañados por cientos de personas de distintos lugares, decidió cortarles el paso al cerro Famatina. El corte se fue convirtiendo con los días en una verdadera comunidad en estado de alerta. Su finalidad tiene la contundencia de quienes saben muy bien cómo desean vivir, de quienes no creen en los recurrentes “mitos” que la actividad minera intenta instalar (desarrollo, trabajo, etc.); de quienes tienen sobradas razones para no tener expectativas positivas en relación con sus representantes provinciales.

Quieren una vida digna, quieren mantener el agua para la vida, es decir para las agriculturas de alimentos y para el consumo humano. Quieren mantener una rica cultura donde la naturaleza, magnífica por cierto, tiene un papel central. Son culturas atravesadas por una fuerte religiosidad, sincretismos de pasados indígenas y de tantas tradiciones como capas migratorias tuvo la provincia. Los dos departamentos, de Chilecito y Famatina, aun con el deterioro sufrido a partir de la política clientelar de subsidios de Carlos Menem (que se sostiene en la actualidad), mantienen una agricultura de alto valor en términos de alimentos e incluso de exportación en el caso de la vitivinicultura. Las denominamos “agriculturas de alimentos” para diferenciarlas del modelo del “agronegocio” granario y deberían constituir un pilar en el Programa Estratégico Agroalimentario. Además, confían en lograr emprendimientos turísticos de alta calidad cultural y en Famatina tienen todo a su favor: un intendente que los representa y apoya, unos paisajes únicos, unos sujetos capaces de emprender varias actividades económicas interesantes (agricultura y turismo a la vez, por ejemplo). Representan como tantas otras en el país, pequeñas ciudades de servicios alrededor de la dinámica agraria y en parte turística, donde los maestros, médicos, profesionales están inmersos en esa cultura; la gran mayoría valora esta forma de vida. Es un importante derecho social de cuarta generación: elegir comunitariamente una “política de vida”, cuidar el medio ambiente, por ejemplo.

El “corte”, ese lugar en el Alto Carrizal, es una de esas experiencias sociales que marcará la historia regional pero también la nacional. El modo en que fue creciendo, organizándose, generando energías colectivas, debates, música, así como la producción de esa vida comunitaria que desdice los principales mitos individualistas del neoliberalismo, lo convierten en un verdadero “campo de experimentación social”. Están dispuestos a permanecer allí hasta que la empresa desista. La empresa calla, su contraparte nacional dice que “entrarán sí o sí” en una formulación amenazante, y las autoridades provinciales “brillan por su ausencia”.

¿Es posible que el poder económico se enfrente a pueblos enteros con el visto bueno del estado provincial? El mínimo sentido común nos hace pensar que esto no es posible excepto por esta metáfora que alguno de los que nos dedicamos a estudiar estos temas utilizamos: la actividad extractiva devasta y erosiona territorios pero también instituciones de la democracia. Por último, la minería a cielo abierto en funcionamiento se lleva todo –oro, agua, energía, etc.– y deja muy poco al país, muy mal negocio en términos de costos y beneficios.

Minas: Una lucha que se mantiene viva 

El Siglo

Por Sergio Federovisky 

Los dirigentes que sostienen que el pueblo siempre tiene razón (es decir, que la voluntad popular debe respetarse aunque no sea la expresión de la verdad más perfecta) están en problemas con lo que ocurre con la minería. En especial, con el escenario que acaban de montar los pobladores de Famatina, tras el intento espeluznante del gobernador de La Rioja de entregar el cerro de ese nombre émulos de la Barrick Gold.

El gobierno nacional hizo de la minería a cielo abierto una parte crucial de su estrategia productiva, del mismo modo que hizo de la soja una parte capital de de esa misma estrategia en su variante agraria. En ambos casos se trata de la expresión de una política extractivista, de escasa o nula agregación de valor, y de un alto nivel -principalmente en el caso de la minería- de extranjerización de la rentabilidad. Tras la elaboración normativa de parte del menemismo -auspiciado fuertemente por la influencia del entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush padre-, el kirchnerismo heredó literalmente una mina de oro: un código minero extraordinariamente favorable a los capitales trasnacionales con el agregado de la coyuntural devaluación del 2003 que atrajo esas empresas en malón.

Ocurre que la antigua minería es pasado en todo el mundo desde que las vetas en el interior de las montañas o las pepitas que se zarandeaban en los ríos pasaron a mejor vida. La extracción descomunal de minerales dejó las vetas exangües y sólo quedó la opción de destruir montañas para capturar de la tierra que las compone algo de los metales preciosos que el mundo sigue demandando.

Eso es, ni más ni menos, la minería moderna, la llamada minería a cielo abierto: destruir una montaña, pasar sus materiales por una inmensa sopa química y separar, de ese modo, lo que sirve de lo que no. Y esa sopa química contiene básicamente cianuro, que es lo que permite retirar el oro, por ejemplo, del resto de las tierras inservibles. Y para llevar adelante ese proceso químico, la minería -que por esas cosas del destino se desarrolla en áreas montañosas generalmente áridas- reclama cantidades ingentes de agua, que naturalmente se le resta a otras actividades (la vitivinicultura, en la región de Cuyo). Dos consecuencias, entonces, tiene a priori la minería a cielo abierto: la tremenda demanda de agua que se le escatima a otras actividades y la posterior contaminación de los cursos de agua superficiales y subterráneos producto del cianuro que se libera.

Montana es uno de los estados mineros por excelencia de los Estados Unidos. Las autoridades ambientales en la Argentina, impedidas de meterse en este tema porque el código minero impone que es la misma Secretaría de Minería la que otorgue los permisos y realice los controles cual zorro cuidando ovinos, siempre dicen que hay que exigir que se haga en el país la misma minería responsable que se hace en el mundo desarrollado. El biólogo norteamericano Jared Diamond escribió un libro fascinante llamado "Colapso". Allí describió lo siguiente:

"Aunque en Montana está aumentando la preocupación por los vertidos de fertilizantes, abonos y herbicidas y el filtrado de los contenidos de fosas sépticas, el problema más importante en relación con los residuos tóxicos es, con diferencia, el planteado por los residuos de la minería del metal, una parte de la cual pertenece a la de hace un siglo y la otra a la reciente o en activo. La minería del metal -especialmente la del cobre, pero también la del plomo, el molibdeno, el paladio, el platino, el cinc, el oro y la plata- fue uno de los pilares tradicionales de la economía de Montana. (…)A pesar del tradicional lazo que los habitantes de Montana tienen con la minería como valor tradicional que define la identidad de su estado, últimamente se han desilusionado cada vez más con la minería y han contribuido a la práctica desaparición del sector en Montana. Por ejemplo, en 1998, para sorpresa de la industria y de los políticos que apoyaban la industria y recibían apoyo de esta, los votantes de Montana aprobaron en referéndum la prohibición de un método de extracción de oro plagado de problemas y denominado 'minería de filtrado de cianuro'".

No sabemos si los habitantes de la región de Famatina leyeron a Diamond. Sí sabemos que conocen el recorrido que respecto de la minería hizo el actual gobernador Luis Beder Herrera y que puede sintetizarse en lo siguiente. Beder Herrera era vicegobernador de Ángel Maza, ideólogo del actual código minero en tiempos de Menem. Beder Herrera destronó a Maza acusándolo de hacer negocios para favorecer a la Barrick Gold en su provincia. Al asumir como gobernador interino, Beder Herrera elaboró y promulgó una ley de prohibición de la minería con cianuro (como Montana). Al ganar luego las elecciones y dejar de ser gobernador interino para ser gobernador con un apoyo electoral espectacular y con el aval de las organizaciones sociales y ambientalistas, Beder Herrera convocó a una conferencia de prensa, derogó la ley que prohibía la minería a cielo abierto y pidió públicamente disculpas a Barrick Gold.

Hoy, Beder Herrera promueve fanáticamente la minería a cielo abierto en su provincia, con el rechazo absoluto de aquellas organizaciones, a las que amenaza con denunciar judicialmente por obstaculizar su acción de gobierno.

No es Montana, es Argentina.


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