La Nación - Por Laura Rocha
Un debate del que aún la política no se hizo cargo
El creciente conflicto por la minería en Famatina está demostrando, a cinco años del comienzo de la polémica desatada en Gualeguaychú por la pastera Botnia, que las cuestiones ambientales han logrado instalarse definitivamente en la agenda pública argentina.
Paradójicamente, estos conflictos también develan la ausencia de una agenda política en materia ambiental en la Argentina.
Sólo la acción de los ciudadanos que se consideran afectados obliga de vez en cuando a la dirigencia política a expresarse sobre cuestiones que parecen, en general, incomodarles. Excepto algunas raras excepciones, no se escuchan habitualmente declaraciones oficialistas ni opositoras respecto, por ejemplo, de la explotación minera. Tampoco se escucharon durante la discusión sobre la ley de presupuestos mínimos de protección de glaciares, que tocaba tangencialmente a ese tipo de producción.
Y es esa ausencia de voces y de debates, tal vez, el mayor problema. Es que la sensación de muchos ciudadanos es que todo se discute a sus espaldas. Que los contratos y modos de producción son arreglados por cada gobierno de turno, dejando de lado la voluntad de los que pueden sentirse afectados. Y la reforma de la Constitución, que desde 1994 establece que la administración de los recursos naturales es jurisdicción de las provincias, se convirtió en un arma de doble filo ya que deja al libre arbitrio de los gobernadores y sus legislaturas el desarrollo sustentable de cada distrito.
También se reniega del tema ambiental en el Congreso. Unicamente sale a flote habitualmente el debate por las regalías y los beneficios con los que cuenta la minería desde la década del 90, pero no se ha discutido una nueva ley y ya estamos en 2012.
En este panorama se habla en varias provincias argentinas de cianuro, de megaminería, de explotación a cielo abierto, de contaminación del agua... Pero poco se conoce verdaderamente de los métodos de producción empleados, de las empresas que encabezan los proyectos, de cómo los emprendimientos afectan a los pobladores que viven a pocos kilómetros de ellos. Ni tampoco se discute sobre las alternativas posibles.
Esta falta de un debate público trasparente se replica en conflictos ambientales latentes en todo el país: el desmonte que permite ampliar la frontera agropecuaria; el uso de pesticidas; el avance de la desertificación provocada por el mal uso del suelo y la variación de lluvias y temperaturas, que genera desiertos de arena en el corazón de zonas otrora productivas; los cada vez más comunes aludes de barro que avanzan sin monte que los detenga, o el derretimiento de glaciares que genera sequías que pueden derivar, en cualquier momento, una crisis energética mayor a la existente.
La manifestación al pie del Famatina, que se reproduce en Andalgalá, en Esquel, en Catamarca, ha vuelto a instalar un problema ambiental en la agenda mediática. Tal vez sea una nueva oportunidad para generar una agenda político-ambiental seria, sostenida y sustentable en un país en el que los recursos naturales son una riqueza estratégica..