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Debate
(Opinión) LUIS FELIPE SAPAG: "CRÍTICA A LA RAZÓN AMBIENTALISTA"
18/07/2012
Por LUIS FELIPE SAPAG - Ingeniero industrial. Exdiputado

Crítica a la razón ambientalista

Río Negro
Analizamos los fundamentos políticos y morales de las posiciones más extremas de las elites contraculturales y académicas contrarias a las prácticas extractivas de minerales:

I) Las críticas se centran en temas muy acotados como concentración de minerales con cianuro, explotaciones off shore y, recientemente, fracturación hidráulica de yacimientos de hidrocarburos, mientras ignoran muchas actividades que también impactan el medioambiente como medios de transporte, gases de invernadero de millones de cabezas de ganado vacuno y miles de millones de baterías eléctricas.

II) Asumen premisas que suponen universales, sin analizarlas ni probarlas, v. gr.: para maximizar ganancias, las firmas multinacionales actuarían sin escrúpulos, para lo que contarían con el apoyo irrestricto de los gobiernos.

III) Usan datos localizados sobre niveles de contaminación y afectación de recursos, presuntamente provenientes de "fuentes científicas". Pero, paradójicamente, cuestionan la ciencia moderna como "discurso legitimador del poder", sugiriendo "conocimientos contra-expertos", los que consisten sólo en la paralización de las actividades.

IV) Focalizados como son, dejan de lado los espacios desarrollados y fomentan movimientos sociales en ambientes rurales y aborígenes, sin proponer acción alguna en beneficio del medio desde donde peroran, polarizando inútilmente la cuestión.

En fin: un relato maniqueo donde los "malos" son las multinacionales, el gobierno y la ciencia y los "buenos" son las comunidades afectadas y los movimientos ecologistas apoyados en "saberes alternativos" de académicos y militantes esclarecidos. Hay que resaltar que el afán eco-ultra se limita a selectas actividades no urbanas, cubriendo sólo un pequeño porcentaje del amplio proceso productivo que ha montado la humanidad. Pero el problema ecológico y ambiental es mucho más vasto y complejo. Veamos:

Los seres humanos son individuos sociales y artefácticos desde que formaron comunidades y modificaron la naturaleza para reproducirse. Alteraron la evolución natural con majadas y cultivos artificiales e impactaron profundamente todas las geografías: hoy casi no quedan espacios cultivables en el globo que no hayan sido transfigurados. Alimentos y remedios, electrodomésticos y computadoras, automóviles, aviones y viviendas, aparatos fabricados en instalaciones que requieren amplias infraestructuras, como rutas, comunicaciones y energía, conforman demandas de productos que crecen más rápido que las poblaciones, ya que se consumen más bienes por persona en la medida que avanzan las tecnologías. Se construyen edificios de enormes tamaños y alturas absurdas que resultan en una severa alteración de la biosfera en las ciudades. Se consumen cantidades de energía inimaginables pocos años atrás. La humanidad se acerca a 10.000 millones de habitantes y más de la mitad no es autosostenible, ya que vive en ciudades. A esta cuestión de la cantidad se agrega el tema de la inequidad, ya que la distribución es muy desigual, favoreciendo a muy pocos y poniendo en situación de crisis alimentaria y social a cientos de millones de personas.

El desarrollo es inexorable; no es posible la vuelta atrás en la dependencia de la humanidad respecto de la tecnología y la utilización masiva de los recursos naturales: si se hiciera caso al reclamo ultraecologista, en pocos meses desaparecería catastróficamente, por hambre y enfermedades, la mitad de los seres humanos. No queda otra alternativa que buscar salidas con más tecnologías, pero necesariamente apuntando a una mayor participación popular, especialmente de los grupos afectados (negativamente por los impactos ambientales y positivamente por los impactos económicos), y a la descentralización de las grandes y pequeñas decisiones. Éste es un punto sensible, susceptible de confusiones: participación popular no significa asambleísmo sino todo lo contrario. El asambleísmo es la metodología preferida por las minorías intensas porque son fácilmente controlables por los discursos equívocos de la "democracia directa" contra los "grupos de poder". Sin embargo, es una práctica profundamente conservadora, pues atenta contra el principio de representatividad y la democracia participativa de todos los actores (no sólo de los que viven en las cercanías de los yacimientos). Sólo el Estado puede sintetizar la voluntad popular; y únicamente los gobiernos locales y nacionales –como planificadores, concedentes, controlantes y actores privilegiados en la producción– pueden cambiar positivamente el rumbo.

En pocas palabras: la condición necesaria para la sustentabilidad del desarrollo social y ambiental es el uso racional de las tecnologías; la condición suficiente es la expansión democrática del poder y la disminución de las desigualdades de ingresos, de calidades de vida y de oportunidades, objetivos estratégicos que sólo el Estado puede garantizar.

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