Casi viene de vuelta. Pero no, el vicepresidente Amado Boudou sólo amagó con aterrizar otra vez en San Juan, esta vez para los flashes de la Copa Argentina, pero lo frenaron sus asuntos más urgentes. Ya habían sido suficientes las pocas horas en las que saboreó el sol sanjuanino dos semanas atrás para formalizar lo que era un secreto a voces: la marcha por caminos separados del oficialismo provincial con los grupos K que operan en la provincia.
Fue la memoria de Evita la que generó el desenlace. A 60 años de su muerte, los grupos locales de las organizaciones de respuesta directa a Cristina armaron en San Juan una ronda de evocaciones, a la que se terminó anotando nada menos que el vicepresidente. Y el episodio terminó en la manifestación rotunda de una nueva realidad: que hay en San Juan un peronismo liderado de manera excluyente por el gobernador Gioja y que hay un kirchnerismo al que ese grupo le genera poca simpatía y se mueve con absoluta autonomía. Ambos deberán convivir si quieren evitar un choque de trenes.
Para explicarlo mejor, hay que contar quiénes quedaron de cada lado. Por el PJ local, la marca indeleble de Gioja y todo su entorno en el gobierno y en los departamentos. Por el lado de la militancia kirchnerista aparecen los delegados locales de esos grupos que forman la primera línea política de la Presidenta: la Corriente –representada en San Juan por el senador nacional Ruperto Godoy- o La Cámpora, ambas organizaciones con ramificaciones políticas que llegan directo a la Rosada. ¿Implica ese cortocircuito que los chispazos alcancen a la relación entre la presidenta y el gobernador? Hasta ahora no, con especial énfasis en el hasta ahora.
Los desentendimientos vienen desde hace un tiempo. La Cámpora es una organización de vinculación directa con Máximo que opera en todo el país y alberga a muchos de los jóvenes que ocupan hoy sillones importantes. Y la Corriente es una línea de pensamiento en la que se alinean algunos referentes K de los de mayor peso. Hasta aquí vinieron respetándose los espacios con el PJ y la juventud provincial sin pisarse los talones, más allá de algún caso puntual como la presencia en la Corriente de algunos referentes antimineros (Daniel Filmus, autor de la ley de glaciares). Iban entendiendo la naturaleza de cada uno: el liderazgo indiscutido de Gioja como referente provincial, y el derecho de las organizaciones K de trazar su propio organigrama sin entrar en la órbita provincial.
Hasta acá todo bien. Pero comenzaron a cruzarse cometarios por lo bajo y durante la visita de Boudou esos dos bandos muy fáciles de identificar visualmente colocaron al asunto en categoría de inocultable.
Hubo antes varios episodios que fueron generando incomodidad. El de Micaela Lisola, la chica del colegio Monseñor Audino Rodríguez y Olmos amonestada por pedir a los chicos que vayan al acto del Día de la Memoria, fue uno de ellos. Fue esa una señal de que el ritmo de la Nación y la provincia en algunos asuntos no es el mismo. También hubo ruido con unas declaraciones de Gioja a Jorge Rial sobre Scioli, que fueron malinterpretadas en el entorno K –con alguna fuercita de algún medio nacional que creyó haber encontrado un respaldo al bonaerense para generar discordia- y colocaron al sanjuanino en el casillero del peligro. Desde ese entonces, comenzaron a registrarse las consecuencias en el ritmo de las obras públicas provinciales financiadas por la Nación.
Se trancó la chequera y lo que se pudo mantener en el ritmo de la construcción fue porque la provincia fue tapando los agujeros. Hasta hace unos días, era improbable toparse con algún funcionario provincial que administre recursos desde Buenos Aires que no confiese su amargura por la obstrucción de esa canilla, que pasó rápidamente de un caudal generoso a un miserable goteo. La crisis, siempre presente, habrá hecho lo suyo. Sólo una parte.
Ahora parece que las aguas, en el escenario de los fondos nacionales, comenzaron a calmarse. En su último viaje a Buenos Aires la semana pasada el gobernador Gioja tuvo un mano a mano con la presidenta Cristina Kirchner y allí consiguió no sólo la palabra de reencauzar el flujo sino también renovar el vínculo político.
Otro dato que había generado interferencias fue que hubo un runruneo molesto desde los grupos militantes kirchneristas contra la actividad minera, que como se sabe es una carabela a la que Gioja sopla con especial dedicación. Forma parte de su discurso natural y de su obra política (también de la presidenta, aunque ella lo muestra bastante menos).
Así se llegó al día de la visita de Boudou para conmemorar a Evita. El vice es una pieza política que juega con las agrupaciones, pese a que en La Cámpora le dedican bastante poca simpatía. Tiene relación con los senadores como Filmus y Godoy, justamente como jefe de la Cámara Alta. Y en ese contexto, aceptó rápido la invitación de aterrizar un sábado a la tarde en San Juan, a falta de algo mejor para hacer.
A Gioja le llegó la noticia antes de que se la comunicara el senador Godoy. Por eso el gobernador se adelantó a comunicarla ante todos los periodistas. Ante la dimensión del invitado, hubo que mudar la ronda alegórica a Evita, que se iba a hacer en el mismo museo donde la madre de Leo Sbaraglia ofreció su obra Bastarda sin nombre y terminó a pocos metros de allí, en otro auditorio pero más grande: el Eloy Camus, en el Centro Cívico.
No era el de Boudou un nombre demasiado apetitoso para disputarse una foto con él a los codazos, pero igual el gobierno decidió a apostar fuerte y copar la parada para marcar el territorio. Colocó un aviso en los diarios invitando “al pueblo sanjuanino” a la función donde estaría Boudou, y llamó a sus filas a agruparse una hora antes de la hora señalada.
Nadie creerá que el Eloy Camus estaba repleto de gente de a pie ansioso de escuchar a Boudou. Lo estaba, pero de militantes peronistas que en su enorme mayoría respondían a las filas provinciales y le impidieron el ingreso a los militantes que llegaron, un poco más tarde, concentrados por las agrupaciones kirchneristas que habían convocado a Boudou.
El vice había llegado con su propio plan. Respirar un poco de aire puro ente la evidente devaluación de su figura no sólo en la consideración pública como consecuencia de la causa Ciccone, sino también con muchos flancos abiertos puertas adentro del gobierno con sectores que no lo terminan de procesar. Pareció haber sido instantánea su aceptación para una situación que prometía dejarlo a salvo de esos raspones, al menos por unas horas.
Pero quedó atrapado en el medio de un tironeo en el que seguramente tuvo poco que ver y dejó a la intemperie con los gritos cruzados en el Centro Cívico lo que antes transcurría de la puerta para adentro. Boudou no se lleva mal con Gioja , pero ese sábado estaba en la suya. Puesto al tanto de la situación, hizo una de Jeagger: salió a saludar a los militantes que no pudieron entrar y prometió volver a un lugar más grande, tal vez el estadio.
Ese estadio estuvo iluminado como pocas veces el miércoles, el día de la final de la Copa Argentina. Los custodios de Boudou estuvieron en los días previos a la fiesta, sondeando el terreno por si el vice decidía llegar al estadio a darse un baño de multitudes entregando la copa al campeón.
No lo hizo. Horas antes había recibido una noticia incómoda: la expropiación de la Ciccone se tratará en el Senado y él como presidente tendrá que mirar a la cara a los que quieran practicar el tiro al pichón.