Nada sale según lo planeado. Ésa es la cruel conclusión a la que el gobierno de Francisco Pérez se enfrentó en esta semana negra en la que no sólo vio cómo se derrumbó en sus narices una inversión de 6 mil millones de dólares de la minera Vale sino que también la interna del PJ tuvo formal declaración del inicio de las hostilidades entre el ciurquismo y los azules. Además, el recrudecimiento del reclamo gremial con la efectivización del paro de 72 horas de los maestros y la huelga de la salud y la administración pública, ha puesto piso a la conflictividad social que amenaza lo que resta del año.
Finalmente, la esperanza de revertir el otorgamiento irregular de pozos que el propio gobernador anunció como plato fuerte de su discurso vendimial, se transformó en un búmerang que arrastra ahora su antecesor, Celso Jaque (denunciado junto al entonces superintendente “azul” de Irrigación, Eduardo Frigerio) y que vuelve a repercutir no sólo en el delicadísimo equilibrio interno del oficialismo sino en una materia en la que tanto por este caso como lo que vendrá con los mineros brasileños, la Provincia está floja de papeles: la seguridad jurídica.
La sumisión es oficialista; la hipocresía, opositora. Pese a las reiteradas luces de alerta, en el Gobierno (ni qué hablar entre los empresarios) nadie se explica cómo las cosas con Vale llegaron al punto que nadie quería (o creía). Pérez demostró que su rol de intermediario o gestor nacional ha resultado insuficiente y que, en todo caso, las cuestiones de fondo por las que Vale pide parar la pelota están directamente vinculadas a un modelo económico -que Pérez acompaña, defiende y sostiene- que no sólo niega la inflación ( y con ello, el fatal impacto para el desarrollo de inversiones a largo plazo), sino que además ha establecido un cerco cambiario que hace que emprendimientos de este tipo sean -como reflejó la prensa brasileña- directamente “inviables”.
Pero a fuerza de ser profundos, tal vez las causas de la debacle de hoy haya que buscarlas muchos años antes. Un referente indiscutido del sector reflexiona que lo de Vale, como antes la víctima había sido San Jorge, es fruto de “una no-política de Estado en minería” y cataloga la actuación pública como un “escandaloso fracaso” que tiene raíz en “las dudas de Cobos que permitieron la ley 7.722, en las constantes dilaciones de Carmona y en los miedos de Pérez que subordinó a sus intereses políticos personales: su candidatura. Hoy estamos pagando todos estos años de no saber qué hacer o de hacer lo que resultaba menos antipático...”.
Sin embargo, y así como el oficialismo carga sus culpas, la oposición parece desgarrarse ahora las vestiduras por la minería. Incluso al extremo de querer modificar el estatuto de la empresa provincial de energía (Emesa) para incluir a la minería. Algo que -justamente- se sacó de la discusión legislativa para no generar “conflictos” y a lo que ahora se le pretende echar mano para que el Estado provincial pueda hacerse cargo -al menos mínima y simbólicamente- de un mega proyecto al que por simple lógica de escala difícilmente pueda operar.
Al respecto, algunas expresiones de dirigentes opositores pidiendo explicaciones por Vale cuando han sido funcionales (por acción u omisión) al discurso demonizador de la actividad, resultan por lo menos increíbles.
La posibilidad de que Vale tome el camino de la expropiación es otra vía peligrosa que, sin embargo, el kirchnerismo no niega y hasta incluso deja traslucir. ¿Qué significan las palabras de Pérez cuando dice que el “proyecto seguirá a como dé lugar”? ¿Cuál es el plan? ¿YPF será el “modelo” de gestión para Potasio Río Colorado? ¿Autoridad o bravuconada? Difícil es explicar lo que no se previó, o lo que se minimizó cuando no mucho tiempo antes, el propio Pérez y Cristina Fernández ponían a Vale como ejemplo del desarrollo productivo minero que el kirchnerismo alentaba.
La colimba no es la guerra. Las conferencias de prensa altisonantes en Buenos Aires no alcanzaron para tapar demasiadas dudas sobre el futuro de Vale. Punto aparte: en medio de tremendo conflicto, el renovado pedido por la re-reelección de Cristina que Pérez pronunció ante el gabinete nacional parecía destinado a una reunión privada de militantes más que a una declaración pública transmitida en vivo y en directo por los canales de noticias porteños. Lo cierto es que allí, entre esa excitación que le produce jugar de local y frente a tan calificada tribuna, Pérez no sólo se declaró “soldado de Cristina”, sino que -tal como respaldó luego el ministro Julio De Vido- comenzaron a sentarse las bases para una abrupta finalización de la concesión a Vale. Sin dudas, una acción efectista pero cuya materialización no habrá de resultar tan sencilla para Mendoza ni para el gobierno nacional.
Los especialistas coinciden en que en el caso de Vale, las obligaciones a cumplir por la empresa, previstas en la legislación y en el Código Minero, para no poner en riesgo la concesión son tres: el pago de un canon, la inversión de capitales y el trabajo razonable. Si no se cumplen algunas de ellas, el Estado puede hacer “caducar” -no quitar, como se ha deslizado- la concesión.
El canon es una obligación anual de bajo costo. Aunque Vale no lo hubiera pagado, el Estado debe emplazar en 45 días para regularizar previo pago de una multa, pero no hay “quita” posible sin este plazo. La inversión está ampliamente justificada (se habla de 2 mil millones de dólares), incluso con el proceso previo y los anteriores dueños del yacimiento: Minera Tea y luego Río Tinto. En el supuesto de que esta inversión no se hubiera realizado o se la considerara insuficiente, el Estado deberá también emplazar en 30 días. Finalmente, y respecto del trabajo razonable, el artículo 225 del Código Minero establece que se considerará una paralización cuando hayan transcurrido cuatro años sin trabajar, y aún así debe haber un emplazamiento para reactivar la tarea en un plazo de seis meses.
Del fomento a la intervención. La conciliación obligatoria dictada el viernes, tras el último fracaso en las negociaciones, demuestra el apuro del Gobierno nacional por evitar que la fuga de Vale se transforme en un vendaval de cuestionamientos que principalmente involucren a Pérez por sus reiteradas sobreactuaciones sobre lo que el proyecto de Malargüe iba a significar en su zigzagueante política minera.
Apostar todas las fichas al paraguas nacional lo dejó sin margen para la diferenciación o la moderación que, por ejemplo, no lo hubieran puesto (al momento del crack) en el centro de la escena como caracterizó el influyente diario brasileño O Globo. En una editorial, definió a Pérez como un replicador del “estilo intervencionista del gobierno peronista de Cristina Fernández”. Por supuesto, todo esto después de despacharse contra el clima “antinegocios” y la fenomenal “cultura política de presión” que abunda en el país.
Está claro -en especial luego de la experiencia Repsol- que una decisión extrema contra una empresa extranjera puede concretarse bajo cualquier argumento. Sin embargo, también está claro que si Pérez cree que un rayo divino pulverizará a los brasileños y dejará el campo librado para que Kicilloff despliegue alguna estrategia, eso tampoco será así. Pese a sus enojos, la minería seguirá siendo su eterno calvario. Por izquierda, por derecha o en el altar del Ciadi donde ya reposan las demandas de Saur y Electricité de France por OSM y Edemsa.
Algo se mueve. Pérez actúa como si fuera oposición: pone todos los problemas fuera de su alcance, de sus responsabilidades y -para peor- de su decisión. Una estrategia de la resignación que, fiel al mandato K, implica -siempre e indefectiblemente- culpar a los demás por todo lo que sucede.
Es de esperar que el conjunto del peronismo acompañe esta lógica aunque las fisuras, cada vez más hondas, pueden deparar sorpresas. La interna está alcanzando un grado de virulencia inédito y, por más que todos declamen su encolumnamiento, por lo bajo cuestionan la conducción política y las “libertades” que su vice Ciurca ha tenido en este tiempo. Ni siquiera en su tropa todas las estanterías parecen estar firmes.
Misteriosa puja por miles de millones de dólares
La Nación - Por Jorge Oviedo
El que es el mayor proyecto de inversión directa en la Argentina ha derivado en uno de los mayores problemas para el Gobierno y una parte importante de la economía local, y también en un nuevo problema para la ya delicada relación con Brasil, que es nada menos que el mayor socio comercial de la Argentina.
El conflicto es con una de las tres mayores empresas de ese país, que es la mayor productora de hierro del mundo. La compañía Vale y su inversión en la provincia de Mendoza debían transformar a la Argentina, según lo anunciado por Cristina Kirchner, en el tercer exportador mundial de potasio y en el quinto productor mundial.
Vale ha argumentado razones económicas, primero, y luego ha subrayado condiciones de la administración actual, para deslizar también informalmente otras acusaciones. Pero la puja no deja de ser curiosa, porque ninguna de las circunstancias que denuncia son nuevas y existían cuando hicieron los anuncios en la Casa Rosada. Y las variaciones de los precios internacionales no parecen haber puesto a la compañía en problemas. Los informes publicados por Vale hablan de un 2012 con ganancias históricas por lo elevadas.
Un repaso de los números:
El 19 de julio de 2012 se hizo en la Casa Rosada un anuncio con toda la pompa. La Presidenta señaló: "Porque por ahí los otros minerales, si cae la actividad económica, pueden tener alguna caída de actividad, pero esto es para la agricultura, o sea para la comida. Y como muchísima gente ha adquirido la sana costumbre de comer todos los días, en las últimas décadas, gracias a la incorporación de millones...".
La tonelada de cloruro de potasio costaba en el mes del anuncio 462,5 dólares, muy lejos de los 872,5 dólares que llegó a valer en diciembre de 2009, pero bastante por encima de los valores a los que cayó en 2010. Sin embargo, vale hoy casi 20% menos que en febrero de 2012. Un mes después del anuncio en la Casa Rosada, el presidente de la minera, Munilo Ferreira, anunció en Brasil que posponía un proyecto parecido pero más pequeño y menos avanzado en Canadá y que tenía en observación el de la Argentina.
Las apelaciones de la compañía a que la Argentina tiene un esquema de control de cambios, mercado paralelo, alta inflación en dólares, presiones impositivas crecientes en territorios provinciales y municipales y costos ocultos que de golpe aparecen no son una novedad ocurrida luego de que se anunció la inversión.
¿Qué pasó? Nadie lo explica. El diario O'Globo publicó hace pocos días un durísimo editorial contra la Argentina en el que criticó sus políticas por antiinversoras y su esquema de escasa seguridad jurídica, que incluye presiones a los medios de comunicación independientes y a la propia Justicia. No es mentira. Pero tampoco lo es que nada de ello empezó después de julio de 2012.
"Son las inversiones extranjeras directas como la que acaba de anunciarse, de 29.500 millones de pesos, que en 30 meses o un poquito más se va a construir todo esto, una inversión importantísima que será otro ingreso importante en materia de divisas. Por eso digo que muchas veces cuando se habla se habla creo que muchas veces de mala fe, otras veces sin conocimiento, pero fundamentalmente queriendo instalar una suerte de desánimo en todos los argentinos", dijo la Presidenta. Y poco después agregó: "Y bueno, queremos agradecer a la gente de Vale que hayan confiado en el país".
En enero, cuando Vale anunció que postergaba de manera indefinida la reanudación de los trabajos tras el receso por fin de año, sostuvo que las dificultades tenían que ver con la caída del precio internacional del mineral de hierro, su principal producto, lo que empeoraba los números de todo su balance. Es rarísimo el argumento, porque es verdad que los precios cayeron. Pero en enero estaban recuperándose y por encima del nivel del momento del anuncio con el Gobierno.
Ahora la puja es por los despidos. Los contratistas dicen que el personal es de Vale, que es responsable por los sueldos en la mayoría de los casos, por la clase de contrato que los liga. Los brasileños sólo quieren responder a la conciliación obligatoria del Ministerio de Trabajo por 450 de los más de 6000 empleados. El sueño de la inversión se transformó en pesadilla.
No todo Vale
Página/12 - Por Claudio Scaletta
“A partir de mediados de 2013”, según datos estimados al comienzo de la inversión por la propia minera Vale, del yacimiento de cloruro de potasio de la zona de Malargüe, en Mendoza, comenzarían a extraerse 2,4 millones de toneladas de mineral por año, los que llegaría rápidamente a los 4,3 millones de toneladas, también anuales. Siempre según la empresa, las reservas del yacimiento alcanzarían, al citado ritmo de extracción, para no menos cincuenta años, lo que significa una reserva de potasio de al menos 200 millones de toneladas.
Aunque los estudios de factibilidad de la megaempresa brasileña comenzaron mucho antes, la decisión de iniciar el proyecto coincidió con el pico especulativo de las commodities de fines de la década pasada. Hace diez años, este mineral costaba poco más de 110 dólares la tonelada. Recién en 2007 pasó los 200 dólares y en febrero de 2009 alcanzó un techo de 872,5 dólares. Pasado el pico especulativo, el precio comenzó a descender: 2009 terminó a 400 dólares y 2010 a 350. En 2011 se produjo una nueva recuperación y el año cerró a 475. Hoy la tonelada se encuentra en torno de los 400 dólares, pero con tendencia a la baja. A valor presente se trata de un negocio para extraer del subsuelo mendocino unos 80.000 millones de dólares. Frente a estos números, la inversión, calculada inicialmente en 4500 millones de dólares, parece más que razonable, más si se agregan los componentes del comportamiento estimado de la demanda.
El potasio es un fertilizante esencial para el crecimiento de todos los cultivos, desde cereales y oleaginosas a frutas y verduras. Junto al nitrógeno y el fósforo es un nutriente esencial. Ello significa que su demanda será creciente y, al margen de las potentes fluctuaciones registradas en los últimos años, también lo será su precio de largo plazo. De todas maneras, no debe olvidarse que la inversión significa recursos ex ante para obtener ingresos durante un ex post de medio siglo. Por el lado de los costos los hay de varios tipos:
- Primero está la inversión propiamente dicha. Los 4500 millones de dólares iniciales que se destinarían a tres fines: la construcción de la mina en el yacimiento, 360 kilómetros de vías de ferrocarril entre el yacimiento y el Alto Valle de Río Negro, donde empalmaría con el ramal Zapala-Bahía Blanca, con el reacondicionamiento del tramo de este ramal hasta la última ciudad, y la construcción allí de una terminal portuaria, pues se planeaba exportar a Brasil la totalidad del mineral. En suma, una mina, vías, trenes y puerto para una actividad extractiva, pero generadora de divisas y con un fuerte impacto multiplicador para cuatro provincias, aunque concentrado en el tiempo de construcción de la infraestructura.
- Luego siguen los costos que fuentes de Vale denominaron en su momento “peajes”. Frente a una gran empresa que planea una inversión multimillonaria puede esperarse que gobernadores e intendentes, por ejemplo, demanden beneficios de distinto tipo para sus comunidades, lo que lleva a la firma a convenios con los municipios y los Estados, a gastos en publicidad y a desembolsos del tipo “responsabilidad social empresaria”. Otra demanda conexa fue la contratación de mano de obra local, lo que dio lugar a disputas entre los trabajadores de las distintas provincias involucradas.
- Finalmente están los costos que la empresa no paga, esos que la economía convencional denomina “externalidades negativas”, en este caso de la actividad minera. El tema es delicado porque, en caso de atenerse a los reclamos ambientalistas, a veces provenientes de ONG multinacionales y/o de dudoso financiamiento, directamente no se podría hacer minería. Pero el caso de Potasio Río Colorado, como se denominó al proyecto de Vale, es especialmente complejo. Sucede que el subproducto de la explotación del cloruro de potasio es el cloruro de sodio. Estudios realizados por la Universidad Nacional de Cuyo mostraron que la mina generaría un depósito de sal de 210 hectáreas y 50 metros de alto, el que pensaba ubicarse a 150 metros por sobre la cota de las nacientes del río Colorado, una situación de alto riesgo potencial. Adicionalmente, el sistema de producción por disolución demandaría alrededor de un m3/segundo de agua.
Hasta aquí el cuadro de situación hasta fines de 2012. Se trata de detalles que no vuelven a la inversión de Vale, al margen de su magnitud, muy diferente de cualquier otra del rubro minero. El punto de inflexión se produjo con la paralización del proyecto desde comienzos de año, formalizado la semana que pasó, y con el apriete al Gobierno intentado por la empresa. El argumento esgrimido fue el cambio de las condiciones macroeconómicas argentinas en materia cambiaria y de inflación, lo que según la firma habría disparado los costos. Vale pretendía exenciones que sumaban 3000 millones de dólares entre eliminación de retenciones, pago de impuestos con bonos de deuda a valor nominal, devolución anticipada de IVA y dispensas de obras de infraestructura asociadas. Sobre la mesa de negociación, el principal activo de la empresa con sede en Río de Janeiro fueron los, dicen, 6000 empleos vinculados con el proyecto. La reacción del Gobierno frente al apriete fue activa y a dos puntas. Por un lado, adelantar que la empresa podría perder la concesión del yacimiento y, con ello, las inversiones ya realizadas, que rondarían cerca del 50 por ciento del total, y afirmar, para tranquilizar a los trabajadores, que el proyecto podría seguir aun sin los brasileños.
De acuerdo con el índice Global 500, que reúne a las 500 firmas más grandes del planeta, en 2012 Vale tuvo ingresos por 58.990 millones de dólares y ganancias por 22.885 millones. Sólo dos años antes había facturado 23.311 millones y ganado “sólo” 5349 millones. Esta diferencia le permitió pasar del puesto 363 del top mundial al 159. Sus empleados pasaron de 60.000 a casi 80.000. Sin embargo, en los últimos doce meses su acción en la Bolsa de Nueva York perdió el 15,9 por ciento y la empresa informó en Brasil una caída de sus ganancias netas durante el último año. Las razones de estas bajas de última hora también hay que buscarlas en las cotizaciones. Vale es la empresa número uno del mundo en producción de hierro. La cotización del mineral de hierro cayó desde un pico de 187 dólares la tonelada en febrero de 2011 a un piso de 99,5 dólares en septiembre pasado, aunque desde entonces no dejó de subir y ya se encuentra en más de 150 dólares. Vale, según declaró en febrero su presidente, Murilo Ferreira, al anunciar las menores ganancias, confía en dos elementos para su recuperación en 2013: la suba del mineral de hierro y la “eliminación de inversiones periféricas”, es decir por fuera de la siderurgia. Quizá los analistas que se subieron al apriete de Vale para criticar la evolución de la política económica local debieran considerar algunos de estos números