Los españoles sabemos distinguir
La Nación, Buenos Aires
Por Miguel Angel Bastenier
El autor es columnista y editorialista del diario El País , de Madrid
La estrepitosa caída de la Bolsa española, provocada por la apropiación de los fondos de pensiones privados por parte del gobierno de la presidenta Cristina Fernández, no es la mejor receta para que el Ejecutivo de Buenos Aires se encuentre hoy en la cúspide de su popularidad ante la opinión española. El segundo gran retroceso del año ?un 8%? afecta fundamentalmente a Telefónica y a los bancos Santander y BBVA. Eso y los crecientes rumores de nacionalización de Repsol constituyen un pésimo augurio para los ahorristas españoles, que cuentan con que la inversión en la Argentina y en toda América latina ?en la que los españoles no dudan que está incluida la nación del Plata? siga boyante para garantizar sus pensiones vitalicias.
La opinión, guiada por la virtual unanimidad de los medios de comunicación, da pleno crédito a la teoría de que el gobierno de la señora Kirchner no busca sino dinero fresco para atender a vencimientos de la deuda y una crisis de liquidez general metiendo la mano en el bolsillo de los ahorradores. Todos los españoles, o al menos los que leen periódicos, recuerdan ominosamente la palabra ?corralito?, y bastantes la asocian con imágenes que en este país nadie habría podido creer hasta que se comprobó en un terrible reportaje televisado que en la Argentina había quien tenía que rebuscar en los basurales para comer. Una Argentina empobrecida significa también una grave caída de ingresos, si no la indigencia, para un buen número de ciudadanos de este país. España ya es el tercer inversionista de Occidente, y en América latina, el segundo, soplándole cada vez más de cerca en la nuca del primero, que ustedes ya saben cuál es.
En su editorial de ayer, El País culmina lapidario la faena diciendo que ?si la Argentina sufre de alguna descapitalización es, sin duda, en la capacidad de gestión de su clase política?. Hay, pese a ello, matices en la preocupación; para la derecha el gobierno matrimonial de los Fernández-Kirchner (tanto monta tanto, como si fueran los Reyes Católicos) es una operación de un populismo trasnochado, que gusta del compincheo con alguien a quien considera tan grosero y soez, además de antiespañol, como Hugo Chávez, y ni siquiera en la izquierda falta la inquietud por maniobras que parecen de dudoso fin, pero siempre queda un sector para el que el término ?nacionalización? retiene un abolengo nostálgico-revolucionario; pero si la palabra la sustituimos por ?expropiación? de los ahorros de millones de personas ya no hay abolengo que valga.
A los votantes del PSOE ?¿izquierda?? les cayó muy bien inicialmente Néstor Kirchner por la derogación de las leyes del oprobio militar y, en general, por sus maneras que aquí se veían como muestras de energía, ideas claras y un nuevo comienzo; en España también hubo ?efecto K?; pero su imagen se fue deteriorando a través de lo que se interpretaba como marrullería, autoritarismo y poca clase. Al advenimiento de la otra mitad del matrimonio, aún quedaba una cierta cuota de confianza, apuntalada por el hecho de que se llamara Fernández, pero estas últimas semanas no habían sido buenas y el golpe de gracia ha sido la apropiación de recursos privados.
Pero que nadie en Buenos Aires saque los pies del tiesto, porque los españoles saben distinguir entre gobierno y nación. A ningún argentino que viva en España nadie, absolutamente nadie, va a reprocharle nada ni parece probable que se formen manifestaciones ante la embajada de Buenos Aires en Madrid. La Argentina es un país hermano, primo o sobrino, elíjase parentesco, pero siempre alguien muy allegado. No hay gobierno que pueda borrar esa realidad de la mente de los españoles. La Argentina es algo muy nuestro; sin excluir a los descendientes de italianos.