EMILIO CÁRDENAS*
Pocos le asignaban posibilidades de éxito a Donald Trump en su puja por llegar a la Casa Blanca. Pero lo cierto es que lo que parecía un sueño imposible es una realidad. Por el empuje del propio Trump y el apoyo masivo de la mayoría blanca norteamericana.
El impacto de lo sucedido tendrá consecuencias de peso en política exterior. Trump, que no es ciertamente un experto en esa materia, ha acumulado algunos anuncios que permiten hacer algunas reflexiones acerca de cuáles podrían ser sus futuras directivas. Ante todo, Donald Trump parecería no creer que, frente al mundo, Estados Unidos sea necesariamente un actor "indispensable". No es un internacionalista. Ni un soñador. Y menos aún, un diplomático consumado. Es, más bien, un pragmático, duro e inteligente a la vez. Un realista.
Por ello en sus primeros pasos privilegiará seguramente el andar en los temas internos. Quizá suponga que eso es precisamente lo que su lema "Primero América" quiere decir.
No obstante, ha puesto sobre la mesa algunas visiones que pronto deberá ratificar o modificar. Me refiero a temas de envergadura: la inmigración latina a Estados Unidos; el ingreso de musulmanes a su país; la reorganización de la OTAN; la reducción de la asistencia externa a otros países; la revisión de los acuerdos centrales en materia de comercio internacional, incluyendo el Nafta; el comercio con China, en procura de mejorar los actuales términos de intercambio; la necesidad de que los aliados o amigos de Estados Unidos contribuyan seriamente a sufragar los costos de la asistencia militar norteamericana, y el impulso para que los países más avanzados de Asia accedan -defensivamente- a las armas nucleares; en especial, Japón y Corea del Sur, con el consiguiente riesgo de proliferación.
Por el perfil aislacionista de Trump, la confiabilidad de las alianzas militares de Estados Unidos está en proceso de revisión. Europa, por ejemplo, debería -según sostiene Trump- hacerse cargo de costear lo principal de su propia defensa militar. Lo que puede enfriar la relación de Estados Unidos con el Viejo Continente, hasta ahora cercana y estratégica. Y no es imposible que, de pronto, Estados Unidos y Rusia comiencen a actuar conjuntamente en Irak y Siria cuando de enfrentar al terrorismo islámico se trate. En Medio Oriente, la preocupación local parecería ser la de una disminución acelerada del protagonismo mediador norteamericano.
En nuestra propia región es probable que la relación con México sea inicialmente la más picante. Por la insistencia de Trump en completar el muro fronterizo de más de 1000 kilómetros que ya existe, extendiéndolo a los más de 3000 kilómetros de la línea de frontera común. Desde el pragmatismo, sin embargo, Trump sabe bien que México es el tercer socio comercial de su país, después de Canadá y China. Lo cierto es que, ante el nuevo escenario, el peso mexicano cayó fuerte con el triunfo republicano, perdiendo el 13% de su valor, lo que resultó un latigazo de proporciones.
Respecto de Venezuela, es posible que la posición norteamericana se endurezca. Trump no parece demasiado dispuesto a ser paciente con los desplantes de un líder inepto como Nicolás Maduro. Sin por ello estimular el intervencionismo.
Es probable que hasta que la futura administración de Donald Trump muestre sus cartas, lo que quizás no suceda hasta el año que viene, la fragilidad y la desaceleración se instalen en el ambiente. Mientras tanto, aquello -un poco presuntuoso- de que Estados Unidos es para la paz y seguridad del mundo una "nación indispensable" parecería rumbo a desvanecerse.
Dependiendo de los nombres de quienes el presidente electo convoque para conducir la política exterior norteamericana, el momento de incertidumbre podría comenzar a disiparse aun antes de que la administración federal norteamericana pase a manos de Donald Trump y su primer equipo de gobierno. No obstante, una sensación de "borrón y cuenta nueva" se ha instalado sobre algunos de los temas de la política exterior del país del Norte tras lo que Guy Sorman ha bautizado como "la revancha del hombre blanco".
En los pequeños países del Báltico hay temor ante la posibilidad de que la protección norteamericana pueda no ser automática. A lo que se suma la preocupación de los ambientalistas por el anunciado repudio a los acuerdos de París. La lista de posibles cambios de rumbo es extensa. Algunos creen que necesariamente serán sísmicos. Me inclino a pensar que el pragmatismo de Trump puede bien moderarlos.
*Ex embajador de la Argentina ante la ONU
MARCELO BONELLI
Una limusina negra y larga se acercó a Franco Macri. El padre del actual Presidente iba caminando por la zona más elegante de Manhattan. El auto frenó y se abrió la puerta. La escena parecía salida de una famosa película, solo que era real. Adentro del auto estaba el ahora Presidente electo de EE.UU. Donald Trump lo invitó con su mano a ingresar al vehículo. Pero dos guardaespaldas de Trump bajaron del auto y usaron modales menos amables para acelerar la entrada de Macri a la limousine.
Ocurrió al promediar los años 80 , en medio de una dura batalla del Grupo Macri con las empresas de Trump por negocios en Manhattan. Socma –la firma de los Macri– pretendía hacer inversiones inmobiliarias en la Gran Manzana. Mauricio Macri debutó con ese proyecto en las grandes ligas del mundo de los negocios. El “Macri Group” adquirió un fabuloso terreno para la construcción de una torre de 100 pisos.
Pero enfrentó infinidad de resistencias y los bancos de Wall Street le hicieron la vida imposible para financiarle la operación.
Franco Macri no se resistió e ingresó a la limusina donde estaba el ahora electo presidente. Ambos recorrieron – durante media hora – las calles de Manhattan. Nadie conoce qué hablaron, pero después de ese paseo el “ Grupo Macri” vendió por 117 millones de dólares, barato al fin, un valioso terreno del Lincoln West y se retiró de todo tipo de negocio en New York.
Desde ese momento las relaciones entre la familia Macri y los Trump fueron malas. Los almuerzos posteriores y el golf no saldaron las diferencias ni el disgusto inicial. Ahora, el destino los encuentra otra vez. Pasaron muchos años: Mauricio Macri, el hijo de Franco, es el presidente de la Argentina y Trump, el electo de Estados Unidos.
Ambos son pragmáticos y eso puede hacer olvidar los viejos rencores de cuando los dos peleaban por multimillonarios negocios.
Aun así, se abre una incertidumbre colosal en la relación con Washington. A Trump no le interesa América latina y el gobierno argentino cometió horrores profesionales en sus apuestas públicas a favor de Hillary Clinton. La sorpresa de la elección en EE.UU. tiene una conexión con la de Inglaterra: la falta de respuesta social que generan la concentración financiera y el perjuicio sobre el empleo. Esto lo vivió la legión del “círculo rojo” que viajó a Washington. Fue una delegación récord de 370 dirigentes, donde hubo diputados que cometieron desprolijidades éticas: aceptaron que multinacionales le pagasen pasajes y estadía en Washington.
En la Argentina el problema del empleo es serio y eso ya tiene repercusiones sociales fuertes. Hace una decena de jornadas se habló en la propia Unión Industrial. Su jefe, Adrián Kaufmann Brea, fue premonitorio : “La ausencia de respuesta laboral hizo ganar al Brexit y lo va hacer ganar a Trump”. Ocurrió en medio de la profunda inquietud por la recesión fabril en la Argentina. La UIA evita hacer pública la dramática caída, para no complicar políticamente a la Casa Rosada. Pero en esa reunión hubo fuertes críticas a la pasividad de Francisco Cabrera y palos para Federico Sturzenegger por manejarse con una visión muy ortodoxa. A Mario Quintana lo acusan de “combatir el populismo con más populismo “ y también Alfonso Prat- Gay recibió lo suyo: los hombres de negocios opinan que la política fiscal y la monetaria se chocan y bloquean mutuamente. Jorge Sorabilla lo definió así : “Esta es la economía Frankenstein”. El líder fabril Diego Videla describió: “La capacidad ociosa promedia el 40 %, pero hay sectores en que llega al 70 %”. Y remató: “Así nadie va a invertir”.
Existe un documento reservado de la central fabril que refleja lo profundo de la recesión. Es lo que la UIA no quiere hacer público: a pesar de lo que dice el gobierno, la retracción continuó en octubre y terminaron los brotes verdes. El “paper” habla de una caída anual del 4 % y reconoce que el retroceso viene de los últimos años de Cristina: hubo estancamiento desde el 2011, dice, y este año caída fuerte. El “paper” de solo 6 páginas sostiene que existe una notoria contracción en las exportaciones y que la baja del salario golpeó el consumo interno.
Daniel Funes de Rioja lo dijo en la intimidad : “El retroceso del salario hace que el consumo haya caído un 6 % en alimentos”. Todos son empresarios que apoyan al gobierno y festejaron el triunfo de Mauricio Macri. Juzgan que la Casa Rosada tuvo un inicio auspicioso al levantar el cepo y acordar con los fondos buitre. Pero que, desde hace varios meses, la gestión entró en un estancamiento y no encara una política de reactivación consistente. El ingreso de Trump en el escenario internacional complica las cosas y expone los errores propios de Cambiemos. Su irrupción genera: –Inseguridad y temor, lo cual retarda cualquier proceso de inversión.
–Aumento de tasas de interés, que complicará el financiamiento del déficit fiscal.
–La transición frena toda decisión en Washington.
En esa caliente reunión empresaria, Kaufmann Brea ya lo admitió: “Ahora los plazos se extendieron. La reanimación económica podría empezar a fines del próximo otoño”.