Ocurrirá el primer día en que el presidente electo Donald Trump ponga pie en la Casa Blanca, según él mismo prometió: retirará a Estados Unidos del ambicioso y polémico tratado que busca dar forma al mayor bloque económico del mundo.
Se trata del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), por sus siglas en inglés), firmado en febrero de este año por 12 países que, juntos, representan el 40% de la economía mundial y casi un tercio de todo el flujo del comercio internacional.
Entre ellos, tres naciones latinoamericanas: Chile, México y Perú. "(El TPP) es un desastre potencial para nuestro país", dijo el republicano en un video con el que dio a conocer las medidas que ejecutará en sus primeros 100 días de mandato.
"En cambio, negociaremos acuerdos comerciales bilaterales justos que otra vez generen empleos e industria en territorio estadounidense", agregó.
Para Trump, en cambio, la cancelación de cuajo de este tratado fue una promesa clara de campaña.
Pero, ¿qué significa este cambio de marcha para América Latina?
Los analistas económicos pueden poner el grito en el cielo tras el anuncio de Trump, pero lo cierto es que la maniobra no ha tomado a nadie por sorpresa.
El nuevo presidente estadounidense es un crítico acérrimo de los tratados multinacionales, por considerar que no contemplan las prioridades estadounidenses y ponen los intereses comerciales por encima de la generación de empleo que él considera pivote de la economía.
Su triunfo en las urnas hizo temer lo peor entre los promotores del TPP. Porque el tratado aún espera por su ratificación y el asunto no es nada fácil: se requiere el visto bueno de al menos seis de los países signatarios y éstos deben representar al menos un 85% del Producto Interno Bruto (PIB) de los 12 combinados.
En la práctica, eso significa que no podrá entrar en vigor sin el visto bueno de Estados Unidos y Japón, que juntos equivalen al 79% del PIB del bloque. Los otros países, sumados, apenas llegarían a representar un 83% del ese PIB.
Así, el súper tratado económico podría estar herido de muerte antes de nacer.
Para los promotores del acuerdo en México, Perú y Chile, el anuncio dejó sin comenzar la fiesta de varios sectores que anticipaban una bonanza comercial.
Y en las órbitas de gobierno, genera incertidumbre por un acuerdo que ha sido una parte integral de la estrategia económica de las tres naciones.
La mandataria Michelle Bachelet, por caso, lo respaldó como un "gran acuerdo" de todos quienes "creemos que el libre comercio como una economía abierta de nuestros países ha sido beneficioso".
Chile fue la pionera de la región en buscar sociedades comerciales distintas a las tradicionales con Estados Unidos y Europa.
Mediante la membresía, México y Perú también buscan aumentar sus exportaciones y atraer importantes inversiones de países asiáticos.
Según estimaciones de la Secretaría de Economía de México al momento del anuncio del TPP, el país norteamericano podría exportar más de US$150.000 millones en cinco años hacia otros países del súper bloque.
Aún es muy temprano para saber si el final fatal del TPP ocurrirá tras la asunción de Trump, pero los expertos han comenzado a barajar escenarios alternativos.
Por empezar, el mercado de casi mil millones de consumidores al que el TPP daría acceso no será igual de fácil de conseguir mediante otros acuerdos.
Hay quienes creen que la región no puede supeditar sus esperanzas de crecimiento a los intercambios con países de Asia y las grandes potencias, sino que debería atender al "comercio intrarregional que es bajo pero se incrementa lentamente", según señala Miguel Tavera, de la consultora de riesgo Risk Cooperative y columnista en International Policy Digest.
Los tres miembros latinoamericanos del TPP integran también la Alianza del Pacífico (junto con Colombia): un bloque que promueve un mayor intercambio sin salir de la región y que podría beneficiarse si el conglomerado transpacífico resulta fallido.
Se supone, además, que el TPP iba a empoderar a las clases medias, mediante el acceso a mercancías más baratas y el fomento del consumo doméstico, apunta Tavera.
Eso, a su turno, podría facilitar la creación de empresas medianas y pequeñas, con costos más bajos y acceso a un mercado mayor. Todo eso, señalan los primeros pronósticos, podría quedar trunco si el acuerdo no se ratifica.
También truncas quedarán las ambiciones de los sectores exportadores, esperanzados en anexar nuevos mercados.
En los ámbitos de gobierno, ya se barajan "planes B": en la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), el pasado fin de semana en Lima, la respuesta ante el proteccionismo azuzado por Trump fue parte del debate.
"Hay varias opciones por las cuales podemos andar, pero siempre con el compromiso de llegar a tener un tratado de libre comercio en Asia Pacífico", había señalado antes la vicepresidenta de Perú, Mercedes Aráoz.
Ildefonso Guajardo, secretario de Economía de México -y exnegociador en Washington de otro gran acuerdo, el NAFTA-, declaró que, junto con Japón, Australia, Malasia, Nueva Zelanda y Singapur, estudiarían soluciones alternativas para un TPP sin Estados Unidos, aunque no está claro cómo podría lograrse.
La intención, en todo caso, es continuar con el proceso de integración con Asia.
Por otra parte, el TPP frustrado marcaría un reparto de fuerzas distinto para China en la región.
El gigante asiático podría llenar el eventual vacío que dejaría Estados Unidos, dijeron funcionarios del bloque de APEC asistentes el foro de Lima. Y lo haría a través de tratados alternativos, como el Acuerdo de Asociación Económica Integral Regional (RCEP) que Pekín viene empujando el gigante asiático y que apunta a una asociación más amplia, de 16 países incluido India.
"Vemos personas alrededor de la mesa, aquí, ahora, hablando de que si el TPP no avanza, entonces ellos van a tener que poner sus huevos en la canasta del RCEP", dijo el representante comercial de Estados Unidos, Michael Froman, según informó la agencia de noticias Reuters.
China ya es el mayor socio comercial de muchos países de América Latina. Y Pekín está interesado en mantener la ventaja y adquirir un rol más activo.
Pero la retirada anunciada de Trump es una buena noticia para quienes se habían mostrado críticos con el convenio desde un principio.
Varios sindicatos, por ejemplo, habían señalado que el acceso barato a mercancías del sureste de Asia - en particular de Vietnam, uno de los signatarios del TPP- y a mano de obra a menor costo pondría en jaque las posibilidades de desarrollo de la industria y las condiciones del empleo en partes de Latinoamérica.
Empresarios y organizaciones civiles en México afirmaron que el TPP representaba "un peligro para varios sectores de la economía".
Entre los más perjudicados, dicen, están la industria textil, de autopartes, la producción de leche, azúcar, acero y el comercio de medicinas.
"Nuestro peor reto es Vietnam, siempre ha sido nuestra preocupación", reconoció ante BBC Mundo Alfonso Juan Ayub, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Textil en México, el pasado octubre.
Algunos incluso advierten del efecto dañino que podría tener sobre las exportaciones agrícolas de los tres países de la región.
Otros, en tanto, critican el tratado como instrumento en sí mismo: lo llaman "el Titanic del comercio", condenado a hundirse, y reclaman contra los intentos de los gobiernos de salvarlo a cualquier costo.
"Prepotentes y sin entender el mensaje político que les deja la derrota del TPP por la movilización y acción de los pueblos, destacadamente las organizaciones de izquierda y progresistas de todos nuestros países, ahora buscan una desesperada salida creyendo que pueden imponerla", opinan Alejandro Villamar y Alberto Arroyo, miembros de "México Mejor Sin TPP", en una columna publicada por la agencia Alai.
Ellos, entre otros grupos que marcharon contra el tratado por las calles de los países latinoamericanos, en esta ocasión celebran las promesas de Trump.